El mando republicano ordenó la ofensiva en el Sur-Ebro apoyada por una operación sobre Huesca. Los progresos iniciales por ese frente se presentaron enseguida, por ciertos sectores, como resultados de la desaparación del Consejo de Aragón, y del hecho de haberse trasladado al frente «los arsenales clandestinos de armas» hallados en la región. Pero lo cierto era que, ahora por primera vez, las unidades militares anarcosindicalistas de Aragón habían recibido el armamento y el apoyo táctico necesario que hasta entonces se les había negado.
Las resentidas fuerzas confederales llevaron el peso de la operación cuyo objetivo era Zaragoza. Sin embargo, la ofensiva frontal por la zona Sur-Ebro fue detenida a pocos kilómetros de Zaragoza. Muchos comentaristas consideraron que esta operación no recomendable militarmente, por las grandes facilidades para la reagrupación y la maniobra que la zona ofrecía a las unidades nacionalistas, se debió a motivaciones políticas y de prestigio. Las unidades anarquistas demostraron, empero, eficacia y combatividad en el curso de las operaciones, desmintiendo las propagandas que presentaban a sus componentes como dotados de baja moral combativa y favorecedores voluntarios del estacionamiento de los frentes.
Resgurgimiento de las colectividades de Aragón
Pese a todas las camapañas realziadas contra la autogestión campesina e industrial, se evidenció que las formas colectivistas eran las únicas viables después del formidable desplome capitalsita producido por la revolción, Una vez que hubo pasado la ambulante 11 División del coronel Líste, la mayor parte de los contratos de propiedad suscritos bajo coacción por lo campesinos fueroj destruidos y las colectividades reconstruidas. Fue este uno de los episodios más ejemplares de la Revolución Española. Los campesinos afirmaron de nuevo sus convicciones socialistas, a pesar del terror gubernamental y el boicot económico de que eran objeto.
Otra de las causas en la reconstrucción de las colectividades de Aragón fue que el Partido Comunista y su ministro de agricultura habñian comprendido que habñian afectado en lo más profundo a la economía rural, poneidno en grave peligro la próxima cosecha.
De cualquier modo, las colectividades renacieron pero no con la misma pujanza del anterior periodo, porque algunos elementos de las mismas estaban encarcelados y otros habían buscado refugio en las unidades militares anarquistas, huyendo de las persecuciones. Por otro lado, las nuevas colectividades quedaron reducidas en cuanto a las tierras de cultivo, que tampoco tenían la calidad de las anteriores.
También en la zona de Levante se perpetraron ataques contra las colectividades, así como en Castilla, si bien consiguieron sobrevivir hasta el fin mismo de la guerra, en medio de las dificultades vada vez más rudas.
En enero de 1938 y como represalia a varios ataques republicanos, la Aviación italiana basados en Palma de Mallorca bombardearon Barcelona, en un ataque masivo de unos pocos minutos de duración, que produjo 150 muertos y 500 heridos, todos civiles.
Reactivación del frentepopulismo
El 20 de febrero de 1938 había caido Teruel y el 9 de marzo de 1938 se produjo el desastre de Aragón, que se inició con una ofensiva nacionalista sobre el sector ocupado por el XII Cuerpo de Ejército, que se desintegró a los tres días de ofensiva nacional. También cedió el frente de Huesca y poco después se asistió a la retirada desordenada de 70.000 hombres acosados por una aviación que no halló réplica alguna en el aire. Alrededor del 15 de marzo quedó paralizada la ofensiva sobre Cataluña, pero aquel mismo día quedaría esta región separada del resto de la zona republicana con la llegada de las avanzadas nacionalistas al puerto mediterraneo de Vinaroz.
Este gravísimo acontecimiento produjo enorme conmoción en la retaguardia republicana, en la que se dio una reacción emocional que la liberó circunstancialmente de cuantas tensiones habían ido minando la unidad interna de todos los sectores. Bajo la presión de los acontecimientos, el 18 de marzo de 1938 se publicó un documento de alianza sindical firmado por CNT y UGT.
Aquí se puede decir que la CNT renunciaba ya a todo. Las concesiones eran insólitas. En el texto firmado el estado quedaba convertido en dueño de todo, del ejército, de la industria, de los municipios, de la economía y de la tierra nacionalizada, de la que los campesinos pasaban a ser simples arrendatarios. A esto habría que añadir la actividad estatal de usura a través de los bancos de crédito nacionalizados.
Es más que probable que tales acuerdos no hubieran recibido jamás el refrendo de toda la organización, de haberse podido reunir ésta libre y plenamente, como en otras épocas normales. Parece ser que los Comités representativos se extralimitaron, atenazados por el complejo del circunstancialismo y también por transformaciones ya no tan circunstanciales que iban invadiendo ciertos sectores de la Confederación, sobre todo en las instancias representativas superiores. El Pacto de Alianza fue promovido y se debió sin duda a dos hombres: Mariano R. Vázquez (Marianet, Secretario del Comité Nacional) y Horacio Prieto.
Otras manifestaciones de inquietud fueron la ampliación del Frente Popular Catalán con la integración de las Centrales Sindicales, el Estat Catalá y la FAI. En manifiesto suscrito por este organismo se lanzó la idea de rápida recluta de 100.000 voluntarios.
El 2 de abril se constituyó en Barcelona el Comité Ejecutivo del Movimiento Libertario, como resultado de una reunión de delegados, comités y militantes de las Tres Ramas del Movimiento. El patético informe de García Oliver sobre la situación en general movió a los militantes a la creación del referido Comité Ejecutivo, que venía a introducir una práctica sin procedentes en la historia y procedimientos tradicionales de las organizaciones libertarias.
El 10 de abril se informó de los acuerdos suscritos por los comités del Movimiento Libertario (CNT-FAI-FIJL):
- Disponer la movilización general.
- Disponer la inmediata supresión de las ramas productivas consideradas como superfluas.
- Incorporación de la mujer al desarrollo de la gestión productiva considerada útil a las necesidades generales.
En el orden militar se exigía la composicón de los mandos por militares solventes y competentes en la misión a desarrollar, exención de sanciones al voluntariado que se incorpore e inmediato encuadramiento y pertrecho de los movilizados.
En el orden político, integración de la CNT y la FAI al Frente Popular; inmediata incorporación de la CNT a las tareas gubernamentales, exterminio de la Quinta Columna y constitución del Comisariado Político en las Fuerzas de Orden Público.
Vista la gravedad de la situación, el gobierno se reajustó el 6 de abril de 1938 y de nuevo dio entrada a la CNT en el gobierno (al mando de Negrín), que de modo reiterado había venido exigiendo estar representada en el estado. Los principales ministerios quedaron representados por socialistas negrinistas, y si bien el PCE quedó reducido a un ministerio, su influencia no fue menor por eso en el nuevo gabinete. El confederal elegido fue Segundo Blanco González, que pasó a ocupar la cartera de Instrucción Pública y Sanidad.
A finales de marzo había salido para el frente el segundo Batallón de Voluntarios de las Juventudes Libertarias, que fue casi por completo incorporado a la 26 División (antigua Columna Durruti) que había sido severamente diezmada en el Frente de Aragón.
Consecuencias del frentepopulismo y crisis en el movimiento libertario
El 15 de abril los nacionales llegaron al Mediterráneo en Vinaroz (Castellón), quedando el territorio controlado por el gobierno republicano partido en dos.
A no mucho tardar, los nubarrones del recelo y las disensiones volverían a empañar el cielo de la España Republicana. Hacía tiempo que cundía el desconcierto y la desmoralización en el ejército debido a varios factores: escasez de ropa y alimentos, retraso en el pago de los haberes, deficiencias del correo y aislamiento de las familias cuyas necesidades, en la retaguardia, ina en aumento.
El mayor foco de desmoralización, empero, provino del dasaforado proselitismo que se realizaba en el ejército y en los cuerpos armados. A la existencia de hecho de centros policiacos privados -de inspiración soviética- llamados «chekas» (que no eran otra cosa más que centros de tortura e interrogatorios), algunos de cuyos escándalos saltaron a las páginas de la prensa republicana, siguieron las creadas oficialmente por el SIM (Servicio de Investigación Militar), por inpiración de los agentes stalinistas de la GPU. Los componentes del SIM gozaban de cuantiosos privilegios económicos, derivados del 30% de que les era concedido en las incautaciones de joyas que realizaban. Los comunistas penetraron prontamente en este cuerpo, como habían hecho en los demás, y nuevos medios de resorte y presión eficacísimos quedaron a su disposicón, ejerciendo una política de ascensos con escandalosa parcialidad.
A mediados de octubre de 1938 el PCE controlaría más del 80% de los mandos del ejército, aunque en su aportación en número de combatientes era notablemente inferior a esa proporción. Lo mismo podía decirse con la Dirección General de Transporte, donde a pesar de que el 80% del personal pertenecía a la CNT, la Confederación solo controlaba un 10% de los batallones de transporte.
El proselitismo politico constituyó uno de los factores de erosión más graves dentro del ejército. Ante el insólito curso de los acontecimeintos, la CNT y la FAI plantearon reiteradamente al gobierno todas estas anormalidades, sin que jamás fuesen tomadas en consideración.
Otro capítulo gravísimo, complementario de los anteriores sería el del terror y la coacción dentro de no pocas unidades militares, hasta el punto de que el problema llegó a adquirir el crudo carácter de psicosis. El Comité Peninsular de la FAI daría a conocer los documentos mejor informados de este periodo en un informe dirigdo al Pleno del Movimiento Libertario, celebrado en octubre de 1938. Destacamos algunas declaraciones:
«Nuestros compañeros tiene la impresión de que no se les atiende, de que se deja libre curso a la política nefasta del PCE. No se trata de unos cuantos casos, sino de millares yu millares de camaradas que confiesan que sienten más temor a ser asesinados por los adversarios de al lado que a ser muetos en lucha con los enemigos de enfrente.»
Expresiones muy evidentes del volumen que había llegado a cobrar el recelo y malestar interno que corroía tanto al ejército como a la retaguardia. La precaria situación en los frentes y el abandono de los principios producto de las sucesivas concesiones de los comités representante del Movimiento libertario generaron una crisis interna en el movimiento libertario que se continuó una vez finalizada la guerra.
Entre la multitud de conflictos internos abiertos en el seno del movimiento, destacó el de las Juventudes Libertarias de Cataluña, en cuyo órgano de expresión «Ruta» venía manteniendo una postura crítica, sobre todo frente al claudicante Comité Nacional de la CNT. Durante una de las sesiones del Pleno Nacional celebrado del 16 al 30 de octubre de 1938 la FIJL catalana, contraria al colaboracionismo gubernamental, llegó a decir:
La batalla del Ebro y la pérdida de Cataluña
Del mismo modo que la batalla de Teruel atrajo la contraofensiva nacionalista sobre Cataluña y Levante, que culminó en el aislamiento de la primera, la ofensiva del Ebro, iniciada el 25 de julio, duraría varios meses para terminar en la irresistible ofensiva nacionalista que decidiría la caída de Cataluña.
Mientras la ofensiva por Extremadura -concebida por Largo Caballero y de importancia decisiva para cortar las comunicaciones nacionalistas- seguía postergada, el estado mayor republicano atrajo de nuevo la guerra sobre Cataluña que, por su carácter de reserva industrial, por la importancia del puerto de Barcelona y en razón de sus fronteras con Francia y Europa, era esencial para la República y debió ser cuidadosamente preservada.
El 16 de noviembre se dio por finalizada la Batalla del Ebro. Había sido una enorme batalla de desgaste, la mayor de la guerra civil, y produciría no menos de 70.000 bajas al ejército republicano y le dejaría prácticamente inerme ante su adversario. Era normal que en la batalla de desgaste perdiese más quien menos tenía.
A partir de ese momento, la ruta de acceso a Cataluña quedó despejada. El 23 de diciembre de 1938 se iniciaba la ofensiva nacionalista sobre Cataluña que culminaría el 26 de enero con la caída de Barcelona. La retraguardia de la zona, hambrienta y desmoralizada, se resignaba a la derrota. El 10 de febrero el ejército nacional ocupaba el último tramo de los pirineos.
El desatinado planteamiento de la batalla del Ebro llevó a algunos historiadores a considerar si tantos errores se deberían a incapacidad de los estrategas que hicieron irrisión de la ineptitud militar e indisciplina de las primeras milicias, o a secreto designio de la Uniñno Sovietica, que ya en 1938 quería desentenderse lo antes posible del pleito espñol por razones estratégicas y de intereses, reputados como much mñas vitales que la defensa de una República condenada por la fatalidad de los condcionamientos internacionales. Opinión muy fundada si se tiene en cuenta que la Unión Soviética culminaría en el pacto ruso-germano de octubre de 1939, la emprendida política de apertura hacia Alemania.
La caída de Cataluña sentenciaba el fin de la guerra y arrojó sobre los campos de concentración del sur de Francia medio millón de refugiados militares y civiles, en revoltijo trágico.
La zona Centro-Sur y el final de la contienda
Los organismos representativos de la CNT, FAI y FIJL habían pasado a Francia, donde constituyeron el Consejo General del Movimiento Libertario. A partir de este momento el anarcosindicalismo perdería la aportación de la formidable organización catalana, y los militantes de la zona centro-sur del país, que aún resistían, pasarían a asumir directamente todas las responsabilidades del momento. El subcomité nacional de la CNT y el de la FAI, creados a raíz del aislamiento de Cataluaña del resto de la zona, se constituyeron de hecho en máximos organismos representativos del Movimiento Libertario en España. Hay que destacar que, hasta el final, los plenos se sucedían en la zona Centro-Sur. Paradójicamente, el anarcosindicalismo volvió a manifestar en esta fase final de la contienda su gran vida interna, y su capacidad para tomar deciones y llevarlas a cabo.
El 30 de enero de 1939 quedó firmemente constituido el Comité de enlace CNT-FAI-FIJL. La preocupación por la suerte común fue agravándose paulatinamente.
A mediados de ferebro llegó Negrín a la zona Centro-Sur, al que le comunicaron que la situación en Madrid era desesperada. La población civil estaba hambrienta y se carecía de leche para los niños. Faltaban materias primas y medios de transporte y las industrias de guerrra carecían de fuerza motriz. Los combatientes carecían de ropa y de alimentos y su moral se hallaba muy afectada.
Se estimaba que el ejército nacionalista tenía concentradas cerca de Madrid treinta y dos divisiones, con masas de tanques y artillería. A pesar de la situación, Negrín, y en contra de la opinión de los jefes militares, se disponía a seguir con la resistencia con vistas a lograr una firma de la paz honorable y eficaz.
Ya no se podía contar con Rusia (que se había olvidado de España en beneficio del pacto con la Alemania Nazi), ni mucho menos con el resto de potencias europeas, que se negaron a intervenir desde un principio. De hecho, ya el 24 de febrero Francia aprobaría el reconocimiento del General Franco y a continuación lo haría el gobierno inglés.
El 27 de febrero Azaña dimitió de la presidencia de la República y el 4 de marzo Negrín y los dirigentes comunistas abandonaron España.
Desde el 13 de marzo se conocieron las condiciones fijadas por el gobierno del general Franco: rendición total. No había negociación posible. A partir de entonces en la zona republicana se vivió como en una pesadilla. No había otra solución que la resistencia escalonada para preparar la evacuación. Decía el Consejero Marín:
Cuatro barcos de gran tonelaje esperaban em Valencia donde se extenderían los pasaportes. El 28 de marzo empezó la evacuación de las fuerzas de Madrid y al día siguiente el ejército de la zona Centro-Sur de la República estaba prácticamente disuelto. Entonces, la retirada hacia la costa se realizó ya en desorden. Según cuentan testigos de la época, había algo demencial en esta retirada, y en la firmeza con que se creía en la existencia de apoyos exteriores que ayudarían a salvar a todos los hombres.
Vista la imposibilidad de embarcar en Valencia, una enorme caravana compuesta por cientos de vehículos se encaminó al puerto de Alicante. El ánimo de los fugitivos oscilaba entre el fatalismo y la exaltación sin fundamento. Frente a Alicante, algunos barcos esperaban desde el 29 de marzo, infructuosamente, la garantía de la escuadra frandesa o inglesa, para acercarse al puerto.
rebujo de vehículos abandonados y el humo de las hogueras de los huidos, se vislumbra una masa humana.
Son los 20.000 republicanos que se habían refugiado en la estrechura del muelle a la espera –vana-
de que alguno de los numerosos barcos tantas veces prometidos se aproximaran al puerto
para embarcar hacia cualquier lugar en busca de la salvación.
Tras la dolorosa agonía, la II República Española exhala su último estertor y muere miserablemente en los muelles de Alicante, abandonada por las democracias occidentales y por la Unión Soviética y despedazada por las dictaduras fascista, nazi y franquista.
El 1 de abril de 1939 el ejército nacional dictó el último parte. La guerra civil había terminado, dando paso a la instauración de un régimen fascista con Francisco Franco auto-erigido Caudillo de España que durante los primero años pondría especial enfasis en perseguir y exterminar a los disidentes políticos.
Había terminado la guerra pero la paz no había llegado. Ni llegaría.
Camino del exilio a Francia
Tras la pérdida de Cataluña el 26 de enero de 1939 se inició el exilio a Francia de contingentes masivos de soldados y de civiles con sus familias, miembros de comités y de sindicatos, componentes de los diversos organismos políticos y administrativos, simples obreros de las industrias de guerra y militantes de las organizaciones sindicales y políticas.
Los últimos atravesaron la frontera francesa hacia el 10 de febrero del mismo año, día en que el ejército nacional ocupaba el último tramo de los Pirineos, cerrando así la salida. Estas masas se fueron concentrando en campos, playas o en edificios de carácter militar, como el castillo de Saint-Louis, en la Cerdeña.
El gobierno francés, con Édouard Daladier como primer ministro, retenía cerca de la frontera española cuantioso material de guerra para la República. Unidades del ejército francés desarmaron a las dispersas unidades militares republicanas y las enviaron a campos de concentración, a los que también mandaban a civiles. Estos campos fueron organizados militarmente bajo el mando de los propios jefes de las unidades españolas republicanas.
La disciplina estricta en los campos se combinó con un régimen de privaciones que ocasionó enorme mortandad por disentería, inanición y otras enfermedades. Durante semanas la alimentación de estas personas fueron los tupinambús, intragable hortaliza cuyo recuerdo aún perdura en la memoria de quienes vivieron aquellos episodios.
El destierro de los refugiados fue muy diverso. Los menos consiguieron un pasaje para América Latina. Aquellos que tenían aval de un deudo o un amigo podían abandonar los campos y hallar un trabajo para mitigar su miseria. Otros muchos fueron a parar a los campos y a las gigantescas obras hidráulicas a la sazón en marcha en el país vecino. Otros muchos fueron a alistarse a la legión extranjera o a los batallones de trabajadores.
Aún sin finalizar la guerra, el 27 de febrero de 1939 Francia e Inglaterra reconocieron al gobierno de Franco y el gobierno republicano se quedó sin representación institucional al dimitir Azaña. Para intentar paliar la suerte de los refugiados y ante las insistentes críticas que relacionadas con el problema se le hacían a Negrín, éste organizó el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE) que funcionó pero con las influencias y discriminaciones ya notorias en los últimos meses de negrinismo en España. Luego se crearon las Juntas de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE), que sustituyó al SERE, cambiándose las discriminaciones de Negrín por las que ahora ejercía Indalecio Prieto.
Tras la liquidación completa de la zona Centro-Sur, último territorio en caer, escaparon a duras penas dos barcos, uno salido de Alicante con 3500 refugiados y otro de Cartagena con 500 personas a bordo. Ambos recalarón en Orán, así como diversas embarcaciones menores. Todos estos refugiados fueron a parar a campos de concentración argelinos, donde recibieron un trato inhumano. A estos campos también vinieron a parar españoles castigados de los campos disciplinarios del sur de Francia.
Francia fue el asiento de la gran masa de emigrados, siguiendo luego Inglaterra y África del Norte, ya en un tono menor. También paises de América Latina como México, Chile o Argentina abrieron sus puertas a los exiliados. También llegaron grupos de españoles a EEUU y la Unión Soviética, donde vivían ya algunos pilotos republicanos en curso de instrucción, así como las expediciones de niños españoles llegados en 1937 y 1938.
Al estallar el 1 de septiembre de 1939 la Segunda Guerra Mundial quedaron interrumpidas las relaciones entre los españoles dispersos por los tres continentes.
Ni que decir tiene que los militantes de la CNT, FAI y FIJL siguieron en general las visicitudes propias de la emigración en su conjunto. Procedían casi todos de las unidades militares, así como de los sindicatos e industrias de guerra donde había numerosos anarcosindicalistas. En París se había establecido el Consejo General del Movimiento Libertario, que nació a consecuencia de la pérdida de Cataluña. Este organismo lo presidió Mariano R. Vázquez («Marianet«, Secretario del Comité Nacional de la CNT) hasta su muerte en junio de 1939, cuando murió ahogado en el río Mame.
Pero la invasión alemana de Francia en mayo de 1940 determinó la desaparición práctica del Consejo. Los núcleos libertarios se establecieron en todo el continente y se coordinaron desde los tres continentes por medio de un organismo internacional.
En Francia, gran parte de los anarquistas exiliados fueron a parar a las compañías de Trabajo y a los Batallones de Marcha, donde trabajan bajo un duro régimen disciplinario. Luego llegaron los «barrages», pantanos o grandes obras hidráulicas donde fue utilizado ampliamente el esfuerzo de los exiliados. La CNT y el Movimiento Libertario iniciaron su reestructuración del exilio en el Barrage de L’Aigle, situado en el macizo central.
En noviembre de 1941, bajo la mirada de la Gestapo -las tropas de Hitler ya habían tomado Francia- y corriendo por ello riesgos terribles, los hombres del Barrage formaron la Comisión organizadora del Movimiento Libertario Español en Francia, el cual agrupaba a hombres de las tres ramas (CNT, FAI, FIJL). En 1942, la Federación Local del Barrage contaba con 80 militantes, creándose luego otros grupos en el Barrage de Laroquebrou, Marone, Minas de Ales, sin olvidar la región de los Pirineos y de Tolouse. En junio de 1943 se llevó a cabo el Pleno de Mauriac, en el que participaron ya delegaciones de diversos lugares de Francia. La reorganización se extendió a la zona libre y a la ocupada, luego a las obras hidráulicas, las arroceras de Camargue, las Minas de Gran Combre, Carmaux, etc. También a los boques normandos y bretones y finalmente a Burdeos, Marsella, Béziers y Montpellier. Todo esto culminó en el Pleno de Muret, celebrado en marzo de 1944, en el que poco antes del desembarco aliado en la playa de Normandía, quedó vertebrada toda la CNT en Francia.
Al término de la Segunda Guerra Mundial -oficialmente terminaría el 2 de septiembre de 1945- se celebró en mayo de 1945 en París el primer congreso de la emigración. Aunque solo pudieron acudir los delegados de África del Norte, Bélgica, Inglaterra y por supuesto Francia, los delegados asistentes representaban a un total de 35.000 afiliados. El delegado de España, debido a las dificultades del viaje, solo pudo asistir a la clausura del Congreso. Con todo, si se considera la importancia numérica de la comunidad libertaria que había recobrado su práctica orgánica, este congreso representaba sin duda alguna un momento culminante en la reconstrucción del Movimiento Libertario Español (MLE). También mostraba que la CNT continuaba siendo, por el número de sus militantes y actividad, la organización más importante del exilio republicano.
El Congreso de Federaciones Locales reafirmó las líneas clásicas anarcosindicalistas y cosideró cerrado el periodo de colaboración y gubernamentalismo, proclamando su fidelidad a los acuerdos del IV Congreso de Zaragoza en 1936. No obstante se manifestó una corriente circunstancialista -representante de la CNT del interior- que consideraba no terminado el periodo de la guerra civil, y vigente por tanto la colaboración política.
Esto terminó por generar demasiadas fricciones y finalmente en diciembre del mismo año se produjo la escisión cuando el MLE-CNT en el exilio expulsó al sector minoritario partidario de la colaboración gubernamental, que a su vez representaba la tendencia de la organización del interior.
La España del terror y el llanto
El franquismo aplicó a los vencidos la ley de responsabilidades políticas dictada en febrero de 1939. A partir del 1 de abril, fecha del último parte de guerra, los tribunales militares no dejaron de funcionar, aplicando a millares la pena de muerte. En julio del mismo año, las ejecuciones se daban a un ritmo de 250 por día en Madrid, 250 en Barcelona y 80 en Sevilla.
La represión discurría pese a su carácter terrorífico en un clima de impavidez. Entre 1939 y 1944 habrían sido fusiladas 190.694 personas, momento en el que la causa general contra la dominación roja era el texto que más vindicativamente se blandía contra los vencidos. Aparte de los fusilamientos, proliferaron los campos de concentración, los batallones de trabajadores, el destierro a otras localidades y su control por servicios de investigación, las discriminaciones en el trabajo y la expulsión de sus ocupaciones de cuantos se habían significado por su carácter militante, extendiéndose el interdicto a los mismos familiares.
Dentro de este marco contextual se inició la reorganización del movimiento libertario en el interior. En abril de 1939 habían llegado las tropas franquistas e italianas al puerto de Alicante, donde veinte mil refugiados habían estado esperando unos barcos que jamás llegaron. Apenas prisionera, la enorme concentración humana que esperaba exiliarse fue dividida entre la plaza de toros, el castillo de Santa Bárbara, el campo de los Almendros y las prisiones de Orihuela y Porta Coeli, donde inmediatamente empezaron a funcionar las ejecuciones y la represión. Pero el instinto de conservación y el propio valor de los militantes anarcosindicalistas y anarquistas, les empujó a reorganizarse, creándose en el mismo campo de Albatera el primer Comité Nacional de la CNT de la posguerra a cuyo frente estaba Esteban Pallarols, militante formado en Cuba y que había llevado un fructuoso trabajo en las colectividades campesinas de Levante.
Este comité nacional hizo un trabajo increible salvando militantes, falsificando órdenes de libertad, avales y documentos oficiales, con lo que salvaron de la muerte cierta a muchos compañeros y antifascistas en general. Este comité cayó en febrero de 1940 con la detención de Esteban Pallarols, quien sería ejecutado en 1946.
El segundo Comité Nacional del interior fue animado por Manuel López, liberado también de Albatera, pero al poco de estar en el cumplimiento de su misión orgánica cayó tuberculoso y murió. La tecera secretaría la desempeñó Celedonio Pére, prestigioso militante madrileño. Sería detenido en 1941 (y muerto en 1955) relevándole al frente del cuarto Comité Nacional el gallego Manuel Amil.
En marzo de 1944 se celebró un pleno donde se consideraba que el período revoucionario iniciado en julio de 1936 seguía abierto, por lo que seguían siendo válidos los cambios circunstanciales de táctica, manteniéndose por lo tanto vigente la postura colaboracionista gubernamental hasta la celebración de un congreso regular. A finales de diciembre de 1944 se creó la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD), integradas por republicanos, PSOE, UGT y CNT, siendo la anarcosindical el alma de la alianza. Hasta mediados de 1945 cayeron otros tres comités nacionales. César Broto pasó a ser nombreado nuevo secretario del noveno comité nacional en un contexto de cierta euforia debida al triunfo de los aliados en la II Guerra Mundial, por lo que las esperanzas de reinstauración de una democracia en España eran grandes. En septiembre de 1945 la CNT lanzó un manifiesto dirigido a los guerrilleros (maquis) en el que se les pedía que estuvieran atentos.
En noviembre de 1945 se constituyó un gobierno republicano en el exilio presidido por Giral, quién solicitó la colaboración de todos los grupos. La CNT de España contestó favorablemente y remitió a Giral una terna de la que eligió a Horacio Prieto y a José E. Leiva, los cuales se incorporaron a las actividades gubernamentales en el exilio. Como ya hemos visto antes, puesto que la CNT exiliada en Francia había acordado dar por finalizada la colaboración gubernamental, este hecho consumó de manera neta la escisión en el exilio.
Miantras tanto la represión continuaba sin respiro en el interior. Cayeron numerosos comités regionales, provinciales y locales, así como centenares de militantes. Sin embargo, y hasta últimos de 1947, siguió el auge reorganizativo de la CNT, prácticamente vertebrada en todo España, con un número de militantes adheridos que rondaría los 60.000. Una cifra nada desdeñable teniendo en cuenta la represión del gobierno franquista. Se imprimían regularmente Solidariad Obrera y CNT, con amplias tiradas.
Durante estas fechas comenzó la decadencia de la colaboración política y del circunstancialismo político dentro de la organización del interior debido al fracaso de los gobiernos republicanos y de la propia ANFD en su proyección hasta los monárquicos y al enfriamiento de las esperanzas puestas con el fin de la Segunda Guerra Mundial. Consecuencia de esto fue la aparición de una oposición activa al colaboracionismo, especialmente en el seno de la FAI y la FIJL de interior. A pesar de la caida de los comités de ambas organizaciones (y de los sucesivos) este tiempo estuvo cargado de dinamismo organizativo.
Al mismo tiempo, el Comité Nacional de CNT en el interior organizaba y controlaba las guerrillas en las montañas («El Maquis«) de Ciudad Real, Levante, Galicia, León y Asturias.
El clima de lucha se contagió a las cárceles y se dieron formidables plantes en Alcalá de Henares, Dueso (Santoña), Burgos, Puerto de Santa María, etc. El franquismo flaqueaba pero a partir de 1947 la represión se recrudeció con la detención de cientos de compañeros y comités. Las actividades confedeales se prolongarían algún tiempo pero para finales de 1947 el impulso de la CNT ya estaba roto.
En este tiempo se recrudeció la acción de guerrilla urbana en Barcelona, animada por grupos exiliados. Faltos de bases suficientes, estos hombres eran sistemáticamente diezmados y perecían en choques con la policía, o siendo ejecutados a garrote vil o fusilados, como fue el caso de, entre otros, José Sabater, Julio Rodríguez, Pedro Adrover, Raul Carballeira, Francisco Martínez, Manuel Sabater, José López Penedo, etc.
La guerrilla antifranquista: El Maquis
El casi inmediato estallido de la Segunda Guerra Mundial sorprendió a gran parte de los excombatientes republicanos en territorio francés; muchos de ellos se incorporaron a la Resistencia francesa. A partir de 1944, con los ejércitos alemanes en retirada, muchos de estos guerrilleros reorientaron su lucha antifascista hacia España. Pese al fracaso de la invasión del Valle de Arán en ese año algunas columnas consiguieron progresar hacia el interior y enlazar con las partidas que habían permanecido en el monte desde 1939.
El periodo de máximo apogeo guerrillero fue el comprendido entre 1945 y 1947. Pero la intensificación de la represión franquista a partir de este año poco a poco fue terminando con las partidas. Muchos de sus integrantes murieron o fueron detenidos (lo que en muchos casos supuso igualmente la muerte), otros escaparon a Francia o Marruecos. En 1952 se procedió a la evacuación de los últimos contingentes de importancia y en 1953 la CNT en el exilio desautorizó la lucha armada. Desde ese año, quienes aún resistían en el monte, negándose a elegir entre exilio o muerte, luchaban ya casi exclusivamente por la supervivencia.
Entre los más destacados podemos citar a Quico Sabaté, anarquista catalán y militante de la CNT y la FAI, que fue uno de los máximos exponentes de la guerrilla urbana en Cataluña junto a Josep Lluís Facerías.
En julio de 1944 Sabaté realizó un primer viaje a España, para incorporarse a los grupos de acción contra el franquismo formando la «Partida de maquis de Quico Sabaté«. Desde su refugio en Francia compaginaba trabajos de fontanero, hojalatero y agricultor con los robos a empresarios acaudalados y entidades bancarias para financiar el traslado de propaganda desde Francia, la reorganización de los sindicatos de la CNT en el interior, sabotajes, acciones de guerrilla urbana, etc. Llegó a ser descrito como «El Enemigo Público número uno del régimen» en los medios de comunicación franquistas.
El grupo de Quico Sabaté colaboró en acciones conjuntas con otros grupos guerrilleros libertarios maquis como el de Marcel·lí Massana y Josep Lluís Facerias, y en otras capitales, además de Barcelona, como Zaragoza y Madrid. El día 4 de enero de 1960, encontrándose refugiados en una masía situada en las montañas entre Gerona y Bañolas fueron acorralados por la Guardia Civil. Tras un intenso tiroteo, murieron todos los hombres de la partida de Quico excepto él, que consiguió huir, aunque gravemente malherido. Al día siguiente, el 5 de enero de 1960 a las 8 de la mañana, fue sorprendido y acribillado a balazos por la Guardia Civil mientras buscaba un médico para que le atendiera.
Josep Lluís Facerías, militante de la CNT y de la FIJL, fue uno de los miembros más activos en acciones y organización de las Juventudes Libertarias de Cataluña, las cuales volvieron a publicar «Ruta«, su diario portavoz. En 1947, después de estar preso de nuevo en la cárcel modelo de Barcelona y convencido de que la lucha armada era la manera más rápida de obtener dinero como soporte a la CNT y a los militantes presos y sus familiares, formó la «Partida de maquis de Facerías«. Murió en Barcelona el 30 de agosto de 1957 en una emboscada asesinado por la policía de la dictadura militar franquista.
Pero el grupo de maquis rural que tuvo más eco popular fue el de Marcelino Massana (CNT), conocido por «Pancho». La comarca del Bages y sobretodo el Berguedà y sus entornos fueron las zonas donde durante seis años la partida de Massana plantó cara al régimen franquista. La guerrilla de Massana, contaba con más de 50 bases en masías, pueblos y ciudades donde los acogían y daban soporte. El éxito de las acciones del grupo de Massana se basaba en la aplicación de una estrategia muy eficaz, el conocimiento del terreno, palmo a palmo le permitía moverse con toda seguridad, tenía la prudencia de no hacer bajas inútiles y de no enfrentarse con la fuerza de orden público, solamente cuando fuese absolutamente necesario; era muy astuto y desconfiado como para no informar a nadie, ni a los compañeros del itinerario a seguir.
La guerrilla de Massana participó en secuestros de personalidades significativas del régimen franquista, sabotajes, atracamientos a fábricas y minas. Sería durante seis años un mal sueño para los millonarios estraperlistas franquistas y también para los industriales que aprovechándose de la situación hacían trabajar de 12 a 14 horas diarias a sus trabajadores. Los sabotajes consistían principalmente en voladuras de torretas de alta tensión. Como guía, los grupos de Massana, llegarían a pasar más de 50 personas de lado a lado del Pirineo. A principios de 1951 Massana iniciaría una nueva vida en el exilio Francés y no volvería a Barcelona hasta 1979, donde a su llegada sería entrevistado por diversas publicaciones y diarios del país.
Ramón Vila Capdevila, conocido como «Caracremada» y también militante de la CNT, fue otro destacado guerrillero del maquis catalán y uno de los organizadores de la resistencia libertaria en Cataluña. Fue detenido en 1943 por los alemanes, en Perpiniàn, donde estuvo preso durante dos meses en el Castillet. En 1944 logró escaparse y se reintegró en la resistencia francesa de Lemoges, hasta que ingresó en el famoso maquis de Rochechouart, donde se le conocería por «Capitán Raymond». En el maquis francés, actuó en todos los combates de lucha abierta, pero se negó sistemáticamente a tomar parte de operaciones de limpieza y escarmiento. Así, no permitió nunca que se fusilara a ningún hombre.
Su especialidad eran los sabotajes, hizo saltar un gran número de trenes blindados alemanes, especialmente uno de la SS, con tanques y material bélico pesado, que se dirigía a Normandia cuando ya había tenido lugar el desembarco de los aliados. Su dedicación y su valor fueron reconocidos por las autoridades francesas, que le concedieron el máximo galardón, el de la legión de Honor, que naturalmente, el rechazó.
Después de ser aniquilado el último reducto nazi volvió a Cataluña para continuar su lucha contra el franquismo. Hacía de guía de la CNT atravesando en múltiples ocasiones el Pirineo para transportar cargamentos de armas y militantes para los grupos de acción. Al gual que muchos otros, creía que el sabotaje contra las torres de alta tensión e instalaciones de suministro eléctrico, era la única manera de acabar con el régimen franquista, la única opción a su alcance para acabar con la economía del estado.
A pesar de que en 1953 la CNT en el exilio había desautorizado la lucha armada, «Caracremada» mantuvo el combate por su cuenta. Hasta 1963 realizó diversas incursiones en Cataluña, principalmente en las comarcas del Bages y del Bergadà. El 7 de agosto de ese año caía mortalmente herido en un enfrentamiento con la Guardia Civil en el paisaje de la Creu del Perelló, situado entre los términos municipales de Castellnou de Bages y Balsareny. Su agonía duró hasta las siete de la mañana. Murió con la espalda acomodada en su mochila y en las manos aún empuñaba una metralleta. Estuvo agonizando toda la noche, ya que la Guardia civil de la 231 comandancia de Manresa, compuesta por unos 200 guardias, no se atrevieron a acercarse.
La muerte de Ramón Vila Capdevila, junto con la de José Castro (PCE), marcarían el final del maquis.
El declive de la CNT en el interior
A partir de 1947 la CNT en el interior se fue extinguiendo paulatinamente. Mientras tanto el Comité Nacional del Movimiento Libertario Español se transformó en 1949 en el Secretariado Intercontinental de la CNT en el exilio. Este órgano editaba «Espoir», «Le Combat Syndicaliste«, «Cénit» o «Umbral«. Al mismo tiempo el subcomité de CNT en el exilio editaba CNT y España Libre.
También eran los años del boicot internacional, lo que no evitó que la burguesía y los oligarcas del régimen hicieran espléndidos negocios. Es importante señalar la intervencióno de la CNT del interior en las primeras huelgas trascendentales de la posguerra, sobre todo la del textil en Barcelona. El acontecimiento más importante de este tiempo fue la huelga general de Cataluña en febrero y marzo de 1951 que se desencadenó como consecunecia de una subida de las tarifas de transportes públicos. El 6 de marzo la huelga fue general, habiendo varios muertos el 12 de marzo en Barcelona. La subsiguiente rerepresión restauró la calma, pero en adelante las cosas ya no serían como en los primeros años represivos. La prensa de Barcelona anunció la detenión de 15 miembros de la CNT, a quienes se acusaba de instigar la huelga de marzo. Otros cincuenta militantes andaluces fueron detenidos ese mismo año en Andalucía y otros 30 en Barcelona algún tiempo después, marcando así el climax y el momento de descenso real en la acción organizativa.
Intentos dispersos llevaron en 1956 a la creación de Alianza Sindical Obrera (ASO), organización sincrética que nunca acabaría de cuajar. Entre 1958 y 1960, ASO colaboró en las luchas de los mineros asturianos de marzo de 1958, cuya importancia provocó por parte del gobierno la declaración del estado de excepción. Por su parte, en el exilio, CNT, UGT y STV (Solidaridad de Trabajadores Vascos) crearon Alianza Sindical, que prontó entró en conflicto con la ASO. Por esta época aparecerían también las Comisiones Obreras.
A principios de 1960 podría decirse que desapareció el espíritu colaboracionista que había dejado la guerra civil. Esto propició que en el Congreso de Limoges, celebrado en el verano de 1961, la escisión confederal en el exilio llegara a su fin, con la integración al Secretariado Intercontinental del sector (minoritario) de los compañeros que habían sido expulsados en 1945 por su colaboración gubernamental.
En este mismo Congreso se aprobó la creación de un organismo secreto conocido como Defensa Interior (DI), con el objetivo de dinamizar la accion armada y conspirativa contra el franquismo y que tenía como blanco principal la eliminacion del general Franco. Defensa Interior quedó formada por cuatro conocidos militantes exiliados en Europa, dos en America y uno en Africa: por la CNT en Europa, Acracio Ruiz y Cipriano Mera; por la FAI y representando al exilio libertario en America y Europa respectivamente, Juan Garcia Oliver y Germinal Esgleas; por la FIJL, Octavio Alberola; y representando a la CNT en Africa, Juan Jimeno.
Pronto se realizaron las primeras acciones. En Junio de 1961 estallaron artefactos explosivos en Madrid, para posteriormente realizar actos similares en Valencia y Barcelona y culminar en Agosto con explosiones en el Valle de los Caidos y en San Sebastián, en las cercanías de la residencia de verano de Franco. La policía detuvo a muchos jóvenes libertarios, y uno de ellos, Jorge Conill Grau, fue condenado a muerte. Ninguno de ellos estaba implicado en esas acciones. La presión internacional forzó al régimen a indultar a Jorge Conill Grau.
Sin embargo la presión de las autoridades francesas y la colaboración de las policías de ambos países fueron dificultando la acción de DI. Fue entonces, cuando las Juventudes Libertarias asumieron la iniciativa, decidiendo atentar contra Franco directamente.
En este anarquismo revolucionario protagonizado por jóvenes de la FIJL cabría mencionar a Octavio Alberola (Defensa Interior) y a Luis Andrés Edo, el último de los cuales sufriría prisión en España en dos ocasiones. Este grupo podía ser considerado continuación del Movimiento Popular de Resistencia, originado en Cataluña en 1945 y animado por jóvenes durante más de una década.
Siguiendo con los planes de la FIJL, Francisco Granados fue enviado a Madrid en el verano de 1963 para ir preparando la acción contra Franco. Sin embargo, una serie de descoordinaciones e imprevistos hacieron que el proyecto se frustrara, lo que hizo que Joaquín Delgado fuese enviado a la capital. Finalmente ambos cayeron en manos de la policía y el régimen franquista les daría garrote vil el 18 de agosto del mismo año. Estas dos ejecuciones causaron enorme conmoción en los medios libertarios.
Hacia 1965, con la militancia confederal quebrantada y casi disuelta, se dio en Madrid a cargo de un grupo de militantes el fenómeno del cincopuntismo, por presentar este grupo como plataforma de discusión cinco puntos a representantes indirectos de los sindicatos verticales del franquismo. Tras algunas reuniones el intento fracasó, tanto por el rechazo de las jerarquías verticalistas, como por el que llevó a efecto enérgicamente el conjunto de la militancia confederal dispersa por todo el país. No tardó en disiparse este fenómeno, ingenuo intento de ruptura sindical dentro del marco del más puro integrismo franquista.
La década que va desde 1955 hasta 1965 fue en realidad un tiempo sombrío para el anarcosindicalismo español y no pocos vaticinaban -una vez más- su extinción. En 1965 terminaría por desaparecer la ASO.
La reconstrucción del anarcosindicalismo en España
Mientras seguía en el norte Alianza Sindical aparecieron nuevas formas organizativas, como el CRAS (Comunas Revolucionarias de Acción Socialista) en Asturias, cuyos miembros reforzarían posteriormente a la CNT en la fase reorganizativa alrededor de 1970. Poco antes dieron señales de vida grupos confederales o afines dispersos. Estos mantenían ya en 1971 una potura contraria a las elecciones sindicales promovidas por la CNS (Central Nacional Sindicalista) por considerarlas una legitimación del sindicalismo fascista.
Al mismo tiempo, empezaron a surgir grupos antiautoritarios, autónomos e independientes que se afincaban en barrios, empresas y proliferaban en todas las regiones. Llevaban a cabo dentro de los grupos una práctica libertaria, que corría paralela a la de otros grupos claramente anarquistas. Esta era la levadura que pronto potenciaría la reconstrucción y auge de la CNT. Los grupos autónomos florecieron hasta 1973, pero luego se produjo un gran fraccionamiento de tendencias, producto de los debates que habían proliferado en los últimos tiempos. Esto explicaría, al conlfluir la mayoría de ellos en el relanzamiento de la CNT, algunas de as tensiones que acompañaban esta nueva fase de la vida organizativa de la misma. Al final se dibujaron serios intentos reorganiativos, algunos de los cuales procedían del exilio y eran asumidos por núcleos del interior. De aquí surgió a poco la idea de celebración de un congreso para amalgamar todos los grupos y tendencias libertarias y anarcosindicalistas. Otros grupos con superior experiencia organizativa, más familiarizados con la vida sindical y más cercanos a los comités confederales existentes, propugnaban formas concretas de organización, como la creación de estructuras orgánicas clásicas, federaciones locales y comités de relaciones para el contacto con cuantos consideraban llegado el momento del relanzamiento anarcosindicalista.
Dentro de esta efervescencia, normalmente confusa, aparecieron grupos revolucionarios como el MIL (Movimiento Ibérico de Liberación) y el GAC (Grupos Autónomos de Combate) últimas manifestaciones de la guerrilla urbana, que eran rápidamente desarticulados. La represión se extendió a los núcleos autónomos preocupados por la reorganización confederal, originándose una nueva dispersión.
Pero la reconstrucción no estaba siendo nada fácil. Los sectores más duros del franquismo, cada vez más aislados de la sociedad que gobernaban y temerosos hasta de sus propios sacerdotes y militares, llevaron a cabo una represión policial que volvió a ensombrecer al país con la ejecución por garrote vil, el 2 de marzo de 1974, del anarquista y miembro del MIL, Salvador Puig Antich y del alemán Geor Michael Welel, ejecutado bajo la falsa identidad de Hein Chez.
En el verano de 1975, la sensación de desmoronamiento del régimen era omnipresente. En septiembre del mismo año hubo otro juicio, el de ocho miembros del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), condenados a la pena de muerte. Se terminarían ejecutando cinco de las penas, lo que aisló aún más al régimen internacionalmente. Quince países de Europa retiraron a sus embajadores, produciéndose protestas y ataques a las embajadas de España en la mayoría de los países europeos. Como reacción a aquél desmoronamiento, el 1 de octubre, Franco volvió al balcón de la plaza de Oriente y repitió ante la muchedumbre el discurso de siempre y una vez más, con una voz que la enfermedad hace aún más trémula, denunciaba en medio del fervor general de sus incondicionales el complot judeomasónico contra España y la subversión comunista-terrorista.
Finalmente, el dictador moriría en Madrid el 20 de noviembre de 1975.
Tras su muerte, los mecanismos sucesorios funcionaron como el dictador había dejado atado y bien atado y Juan Carlos de Borbón fue investido rey el 22 de noviembre del mismo año, siendo aceptado con escepticismo tanto por los adeptos al régimen como por la oposición democrática. Se inició así el proceso conocido como Transición Española y su -no tan mencionada- guerra sucia.