Explicación de la importancia que tenía el Congreso de la CNT celebrado en vísperas del golpe de estado de julio de 1936, que desató la Guerra Civil y la Revolución social.
El 1º de Mayo de 1936 se inauguró el Congreso Nacional de la CNT en Zaragoza, ciudad que en ese momento acogía al núcleo más fuertemente organizado del anarquismo fuera de Cataluña. En el Congreso de Zaragoza se aprobó que los Sindicatos de la Oposición, los “treintistas”, se reincorporaran a la CNT, suponían unos 60.621 de los 550.595 sindicalistas representados, siendo la estimación de militantes de la CNT de 1.500.000.
De esta forma la CNT quedaba unificada, hecho que causó una profunda emoción en el Congreso. Entre otros “dictámenes” se aprobaron el referente a la Reforma Agraria y el dedicado al “Concepto Confederal del Comunismo Libertario”, donde, entre otras cosas, se le dio un repaso a lo que se entendía por “amor libre”. No obstante, lo fundamental en aquel momento, viendo que se avecinaba un golpe de estado que era vox populi y que la propia prensa anarcosindicalista ya había alertado sobre él, era la cuestión de las alianzas entre las organizaciones del movimiento obrero para retomar el ejemplo de la victoriosa Alianza Obrera de 1934 en Asturias, que sólo había resultado derrotada por haber quedado aislada ya que esto le había permitido al Estado concentrar allí sus fuerzas represivas.
Pero en vez de llamar a las organizaciones proletarias a profundizar la experiencia asturiana con un plan insurreccional bien elaborado para adelantarse al golpe de estado y conquistar el poder, la CNT resolvió la transcendental coyuntura llamando exclusivamente a una alianza entre la CNT y la UGT, lo que era inhabilitarse a sí misma como potencial centro aglutinador del proletariado combativo.
Eso sí, la cuestión se había tratado en el Congreso, de manera no muy elaborada pero tratada, tanto que García Oliver había propuesto organizar un “Ejército revolucionario” pero salió derrotado e inclusive mofado por compañeros como el recio albañil Cipriano Mera, que exclamará con sorna “¡Que nos diga el compañero García Oliver de qué color querrá que sean los galones y entorchados!”.
Cipriano Mera terminó siendo el comandante en jefe, teniente-coronel, del IV Cuerpo del Ejército del Centro del Ejército Popular y no precisamente por oportunismo político, ya que Mera concluyó su vida trabajando como albañil, sino por un analfabetismo político que demostraba la incultura teórica de bravos brazos proletarios. Así, el Congreso de Zaragoza no decidió preparar la insurrección con las otras fuerzas del movimiento obrero sino plantear en el “Dictamen sobre Alianzas Revolucionarias” este llamado: “Considerando que es ferviente deseo de la clase obrera española el derrocamiento del régimen político y social existente y considerando que la UGT y la CNT aglutinan y controlan en su seno a la totalidad de los trabajadores organizados en España, esta ponencia entiende: Que la Confederación del Trabajo de España debe dirigirse oficial y públicamente a la UGT, emplazándola para la aceptación de un pacto revolucionario”.
Por lo tanto, esta declaración informaba que la CNT estaba incapacitada para tejer una alianza del conjunto de las organizaciones del movimiento obrero con un plan insurreccional revolucionario. Si bien la CNT era en los hechos la vanguardia social de la clase trabajadora española porque era su parte más aguerrida, más combativa, demostraba una vez más que no era su vanguardia política porque no tenía la capacidad de diseñar una estrategia para aglutinar a todas las fracciones políticas de la clase trabajadora, y eso que estaba en la cabeza de todos el conocimiento empírico de la Alianza Obrera de Octubre de 1934 en Asturias.
Este Congreso hubiese sido transcendental si la CNT tuviese una teoría de la conquista del poder. La tragedia de la clase trabajadora española será que las direcciones de sus dos grandes movimientos de masas, el anarcosindicalista y el socialista, no tenían ni idea de qué hacer, de qué camino tomar, en una situación revolucionaria. En el campo comunista estaba el POUM, ya que el PCE era la sede del stalinismo en el Estado español y el PSUC aún no existía, aunque cuando se cree, días después del golpe de estado de julio de 1936, también pasará a formar parte del campo stalinista, en este caso en Cataluña. Pero el POUM no sólo no tenía la implantación social del PSOE-UGT y de la CNT-FAI sino que por sus indecisiones políticas se quedó siempre a la zaga de anarquistas en Cataluña y de socialistas en Madrid, aunque aquí poco podía hacer por su más que modesta implantación.
Hará unos análisis más profundos que anarcosindicalistas y socialistas pero no terminará de tener la determinación política de luchar contra viento y marea por la conquista del poder para la clase trabajadora ya que se plegará en los hechos al proceder de la CNT-FAI en Cataluña, donde tenían los poumistas su mayor fuerza.
Fuente Antonio Liz Kaosenlared.net