(AI) denuncia tortures d’Estat sota l’excusa de la lluita contra el terrorisme i la dissidència.

Amnistía

Internacional  lamenta la falta de medidas para investigar las denuncias por tortura en España, el país con el

régimen de detención “más severo de la UE”.

España, campeona en violar los Derechos

Humanos.

Amnistía Internacional (AI) tiene constancia de prácticas “generalizadas” de

tortura de Estado “a manos de las fuerzas de seguridad, Policía y otros agentes” que son justificadas por los Gobiernos

como una forma de actuación frente a “amenazas terroristas” o como táctica de represión contra disidentes, según un informe

publicado este domingo que señala a España como el país con el régimen de detención “más severo de la Unión Europea” y

donde la falta de medidas para tratar el problema de la tortura ha generado “un clima de impunidad”.

 AI entiende que, en la década que abarca los atentados del 11-S hasta las revoluciones árabes de 2011, numerosos

países han justificado el uso de la tortura a través de la aprobación de legislaciones que contradicen el derecho

internacional –caso de EEUU–, eximen a las autoridades cuando atacan la libertad de expresión o conciencia a través de la

declaración de estados de excepción permanentes –Egipto o Bahréin–, o fuerzan a terceros gobiernos como el español a operar

bajo una serie de débiles “garantías diplomáticas” sin validez alguna en casos como el traslado a sospechosos terroristas a

países donde se recurre a la tortura de forma “sistemática y generalizada”.

En un ámbito más amplio, AI expresa

su repulsa ante la falta de respeto total a los DDHH exhibida por países como China, Israel, México, Rusia, Brasil, o por

fuerzas de seguridad como la del movimiento palestino Hamás que “ni siquiera necesitan de una excusa para emplear la

brutalidad policial, las detenciones arbitrarias y otras formas de abuso para reprimir y castigar la disidencia y la

libertad de expresión”, con especial hincapié en “la discriminación de género” hacia la mujer, “humillada y degradada por

el mero hecho de serlo”, y de la que se abusa para “doblegar la voluntad de familias y comunidades”.
Por todo ello y

con motivo de la celebración este domingo del Día Internacional de Apoyo a las Víctimas de Tortura, Amnistía Internacional

denuncia estos comportamientos que violan “importantes sistemas de protección” como la Convención contra la Tortura,

adoptada en 1984 y firmada por 147 estados, y exige a los Gobiernos el cumplimiento de la misma, la puesta en marcha de

investigaciones independientes sobre las denuncias relativas a estas violaciones de los Derechos Humanos y que garanticen

una reparación plena a las personas que hayan resultado perjudicadas por ellas.

“ESPAÑA NIEGA LA

EVIDENCIA”
Parte del análisis de Amnistía sobre el caso español se insertan en el marco de la lucha contra el

terrorismo. En este sentido, AI manifiesta que “el Gobierno español continúa extraditando personas a países donde pueden

correr peligro de tortura” y cita específicamente el traslado a Marruecos en diciembre de 2010 del ciudadano belga-marroquí

Alí Arraas, acusado de delitos relacionados con el terrorismo, “donde corre el peligro de ser sometido a tortura, detención

en régimen de incomunicación y juicio injusto”.
En términos generales, y sin acusar en ningún momento a las

autoridades españolas de prácticas de abusos, AI sí que lamenta “la falta de medidas adoptadas por los sucesivos gobiernos

españoles para tratar las denuncias de tortura” derivadas del particularmente severo régimen de detención en España, “el

único país de la Unión Europea donde las personas detenidas pueden verse privadas de acceso efectivo a un abogado o médico

de su elección, y no tienen la posibilidad de informar de su detención a su familia ni a sus amistades”.
Amnistía hace

especial hincapié en la detención en régimen de incomunicación, “que puede alargarse hasta trece días sin que la persona

comparezca ante una autoridad judicial” en el caso de sospechosos de actividades terroristas.
En este sentido, la ONG

critica el rechazo del Gobierno español a las recomendación formuladas por Naciones Unidas en mayo de 2010 para abolir este

régimen de detención especial, que se suma a las “varias condenas” emitidas por el Tribunal de Derechos Humanos por no

investigar adecuadamente las denuncias de tortura, que generan un “clima de impunidad”, el cual a su vez “fomenta la

aparición de casos de maltrato año tras año”.

DIEZ AÑOS DE EXCUSAS
Desde los atentados del 11 de

septiembre de 2001, Estados Unidos ha abanderado una política de impunidad en los delitos de derecho internacional

cometidos en nombre de la lucha contra el terrorismo y que no ha variado significativamente desde la llegada a la Casa

Blanca de Barack Obama.
Los responsables de torturas durante la época de su predecesor, George W. Bush, “siguen sin

rendir cuentas”, la reparación por violaciones de derechos humanos cometidas en el marco del programa de detenciones

secretas de la CIA “es inexistente” y el centro de detención de Guantánamo, a pesar de las promesas de Obama, continúa

abierto. Allí aún permanecen encerrados 170 presos que se exponen a ser juzgados en desventaja por los tribunales militares

que se han restaurado recientemente.
Otros países implicados en la “guerra contra el terror” no están exentos de

críticas: en Irak, las fuerzas de seguridad “cuentan con un historial inequívoco de tortura”, con 574 denuncias presentadas

contra las autoridades en 2009; en Afganistán, los servicios de información, “continúan perpetrando impunemente tortura y

detención arbitraria”; en Turquía se tiene constancia de que “miles de menores han sido enjuiciados en virtud de una

legislación antiterrorista enmendada en julio de 2010, y existen datos “fidedignos” de que funcionarios británicos

colaboraron en la detención de personas expuestas a sufrir torturas en otros países.

LA PRIMAVERA DE LA

REPRESIÓN
Diez años después, y con la explosión de las revoluciones populares en el mundo árabe en 2011, Amnistía

Internacional describe el comportamiento de los gobiernos de Túnez, Egipto, Libia, Siria, Bahréin, Marruecos o Yemen bajo

el denominador común de la “represión”.
En todos estos países, los millones de personas que salieron pacíficamente a

las calles “hartas de los terribles abusos perpetrados por sus gobiernos” han sido objeto de un abanico de violaciones que

comprenden “persistentes informes de torturas” de las fuerzas de seguridad tunecinas o “abusos sistemáticos” durante el

estado de excepción declarado en Egipto y Bahréin, por no mencionar los delitos que pudieran derivarse de los conflictos

abiertos en Libia, Siria y Yemen.
En el caso de Marruecos, AI tiene constancia a lo largo de 2010 de informes de

tortura y malos tratos infringidos por la Dirección de Vigilancia del Territorio y por la Brigada Nacional de la Policía

Judicial, “casi siempre con impunidad”, y que culminaron con el asalto al campamento saharaui de Gdeim Izik el pasado mes de

octubre, en el que murieron 13 personas, 11 de ellas miembros de las fuerzas de seguridad, tras su intento de desalojo por

la fuerza.

EL FIN DE LA TORTURA
Es por ello que Amnistía Internacional concluye su informe exhortando

a los estados para que “dejen de socavar la prohibición absoluta de la tortura” y se abstengan con efecto inmediato de

recurrir a detenciones ilegítimas, tribunales especiales o militares, realizar traslados extrajudiciales de detenidos o

ampararse en legislaciones antiterroristas para justificar abusos contra los disidentes.
Amnistía exige igualmente la

puesta en marcha de investigaciones “independientes, complejas, exhaustivas y transparentes” ante cualquier denuncia de

violación de los Derechos Humanos, bajo las garantías de que los servicios de Inteligencia quedarán sujetos a la vigilancia

de una autoridad civil, y que el secreto de Estado jamás protegerá a los Gobierno del escrutinio público ante presuntas

violaciones de los derechos de las personas.
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