En la edición de su periódico del 1 de septiembre
de 2012 dedican un titular de la portada y las dos siguientes páginas a la convención del Partido Republicano celebrada en
Tampa (EE.UU.), aunque ni tan siquiera recogen en secciones de interior asuntos de interés como las huelgas que se preparan
en enseñanza o Renfe, las marchas de parados en Andalucía y otras comunidades, las asambleas preparatorias del 25-S o los
numerosos actos de ese mismo día en solidaridad con las mujeres de Ciudad Juárez.
Esa gran cobertura a las elecciones norteamericanas demostraría que (según aquél popular dicho de la Transición)
seguimos siendo el estado nº 51 de la Unión. Pero no es la gran cobertura de El País a la representación teatral que
suponen las convenciones de los dos grandes y casi idénticos partidos estadounidenses lo que más sorprende; lo que a un
servidor realmente ha indignado y empujado a escribirles ha sido la calificación de “libertarios” que tanto su enviado
especial a Tampa (A. Caño) como el articulista Francisco G. Bastierra adjudican a Clint Easwood y al resto de seguidores de
Mitt Romney.
Seguramente que en la prensa gringa es habitual usar esa terminología para referirse a los
partidarios del capitalismo salvaje y el adelgazamiento del Estado (sobre todo en lo referido a los servicios sociales)
pero tratándose de un periódico europeo y de periodistas españoles, es imperdonable que se use una acepción tan errónea e
inadecuada de la palabra “libertario”.
El lenguaje común y el propio Diccionario de la RAE identifican el
término libertario con la filosofía y el proyecto anarquista que, como ustedes saben perfectamente, preconiza una sociedad
basada en la autogestión, la igualdad, la libertad y la justicia social; sin autoridad impuesta, sin explotadores y sin
propiedad privada de los medios de producción… entre otras propuestas igual de opuestas al sistema vigente.
Es
preocupante que diarios como El País y profesionales de la información como los mencionados arriba, y varios otros de
similar experiencia, caigan con tanta frecuencia en la mala práctica de no llamar a las cosas por su nombre y de intentar
ensuciar la imagen de aquellas ideas que presutamente no comparten. No me resisto a citar brevemente el recurso taimado de
llamar “anarquía” al desorden y la violencia que suelen acompañar a las invasiones “humanitarias” de USA/OTAN en países
como Iraq o Afganistán.
Si su periódico quiere hablar de libertarios en EE.UU. –que los hay, y muy valiosos- recojan
las ideas que sembraron Sacco y Vanzetti, los mártires de Chicago, Enma Golman, etc. o busquen las opiniones de Noam
Chomsky, Murray Boochin, Carlos M. Rama o, sencillamente, de Mumia Abu-Jamal y Leonard Poltier que, por sus ideas y
activismo, fueron injustamente condenados a muerte hace varias décadas.
Si lo que quieren es contarnos lo que
dicen los del Tee Party y compañía, entonces deben explicar que se trata de neoconservadores, racistas, integristas
religiosos o, llanamente, de fascistas. Esta claridad es lo menos que se puede esperar de un medio que se considera
referencia del periodismo moderno y que presume de tener su propio “Manual de estilo”.
Atentamente,
Antonio Pérez Collado