Vivió cómo eran los sindicatos en dictadura y cómo evolucionaron hacia la democracia. Estuvo en Comisiones Obreras, la CNT y, después de “todas las purgas”, terminó en la CGT, donde coordina ahora el Grupo de Trabajo Recuperando la Memoria Histórica y Social de Andalucía.
Trabajó durante muchos años para el Grupo Rockefeller desde la planta de la Gillette de Sevilla. Lo intentó también como taxista durante cinco años, de cuatro a seis de la madrugada. Hasta que el médico le dio a elegir entre el taxi o su riñón. Vivió cómo eran los sindicatos en dictadura y cómo evolucionaron hacia la democracia. Estuvo en Comisiones Obreras, la CNT y, después de “todas las purgas”, terminó en la CGT, donde coordina ahora el Grupo de Trabajo Recuperando la Memoria Histórica y Social de Andalucía. A Cecilio Gordillo hay poca gente que no lo conozca y menos aún que no digan que es incansable. “Yo llevaba un pañuelo rojo grande siempre. Y me decía un hombre: ‘Cecilio, ay que ver el por culo que das con el pañuelo rojo. Con 16 años, en la JOC, le llevaba las notitas bajo cuerda al cura [Eduardo Chinarro, el que fuera responsable del la sección Laboral de El Correo de Andalucía]”, cuenta. Uno de los primeros libros que editó en su nueva etapa al frente del grupo de memoria, estaba dedicado al convenio colectivo de la construcción: “Ese donde se firmó una jornada laboral de 36 horas. Los tres autores, Antonio Miguel Bernal, Manuel Ramón Alarcón y José Luis Gutiérrez, analizan lo que fue aquel convenio en aquel momento y la gente, cuando lo conoció, no se lo creía. Aquello fue una clase práctica de qué coño es el sindicalismo. La guerra civil estalló estando Madrid en huelga por ese convenio. Y eso no lo saben los currelas”.
¿Cómo tiene que ser un sindicato del siglo XXI?
Muy diferente a como es hoy. Aunque parezca mentira, y no tiene nada que ver con mi vinculación con la memoria, el sindicalismo actual todavía está muy ligado al franquismo. Las estructuras del funcionamiento de la representación, que es el sistema en el que se basa el sindicato actual, es una continuación del sindicato vertical. Las elecciones sindicales, los enlaces… ¡que todavía hay alguno que habla de los enlaces sindicales! y todas estas cosas dejan sobre el tapete que no se ha roto con aquel sistema en todos los aspectos. Ni en el modelo de representación ni en la dinámica de formación interna de lo que es una formación sindical. Muchos que hemos tenido representación en la estructura de los sindicatos hemos visto que lo que faltaba realmente era formación. No se conocía la historia del sindicalismo, ni de las propias organizaciones en las que tú estabas. Se cambiaba de sindicato como el que cambia de moneda, no implicaba ningún compromiso de ningún tipo. La cuota sindical era casi una limosna que se daba, no se valoraba en su justa medida lo que es una cuota sindical y, en este sentido, todavía llegamos hoy a situaciones como las siguientes: te vas a Canal Sur y hay un programa sindical que antes se llamaba Sindicados y ahora Empleados. Sindica-dos. Emplea-dos. ¿No sería mejor Empleatres o empleacuatro? Lo que ocurre es que ese espacio es inamovible como pago del servicio del Estado a dos organizaciones, al sistema, que son sus organizaciones. Eso lo hemos llevado nosotros a la calle, a las instituciones y no hay manera.
¿Y cómo se cambia esa estructura?
Hay que hacer un cambio de fondo, pero también de forma y pasa por una participación más activa, con un estar más pendiente de los trabajadores que de las instituciones. Ahora mismo los sindicatos están más pendientes de lo que dice el gobierno de turno que de la negociación colectiva. Y las alternativas que algunos nos atrevemos a hacer, porque el movimiento sindical tiene que dar alternativas a muchas cosas y a los problemas de la sociedad, son rechazadas. Recuerdo que en Construcciones Aeronáuticas (CASA) había una crisis y era cuando empezaba a hablarse de los incendios forestales y no había aviones. Nosotros dijimos que por qué Construcciones Aeronáuticas no podía hacer aviones contra incendios forestales. Y no fue posible. Las alternativas siempre han sido marginadas, rechazadas fundamentalmente por los otros sindicatos, ojo. Yo me reuní con altos responsables de la empresa porque entonces era el responsable de Sevilla de la CGT. Llevamos al Parlamento andaluz la propuesta, que se aprobó por unanimidad y al final el Gobierno no apretó lo suficiente. Algo similar pasó con los aerogeneradores, que al final se lo dio a una empresa pública vasca, que tenía que partir de cero cuando CASA ya tenía la infraestructura necesaria. Los sindicatos no pueden estar solo para que suban tres pesetas el salario, sino para meterse en camisa de once varas. Así tienen que ser los sindicatos del siglo XXI porque ya lo fueron los del XX y XIX. Ha habido una brecha (la guerra civil y la dictadura) que se ha comido todo el movimiento creativo que tenía el movimiento sindical en los años 30.
¿Habría que cambiar el sistema de representación?
Por supuesto. A los sindicatos se les “regala” una representación por decreto ley basada en los resultados las elecciones sindicales a niveles de CCAA y nacional que otorga el título de “más representativo”. Pero es que los jornaleros, por ejemplo, no tienen representación sindical directa, elegidos por ellos. No hay elecciones sindicales entre los jornaleros, entre los pensionistas… ¿Quién los representa? Tú puedes tener miles de afiliados en el campo, pero como no se hacen elecciones tú no negocias el convenio colectivo del campo, sino el sindicato con mayor representatividad. Y hay un gran desconocimiento de todo esto. Hubo un intento de pagar una cuota especial por negociación. Había que suscribir casi individualmente el convenio para que te quitaran la cuota y nos la quitaran también a nosotros, los afiliados de otras organizaciones. Aquello se paró, pero lo intentaron en vez de convencer para conseguir afiliación.
¿Cómo debería ser el sistema de financiación?
Como se vive de la transferencia económica del Estado, para qué quiero el dinero de los afiliados. Eso hace que no se valore de donde viene. La mayoría del dinero que el Estado da a los sindicatos no es de subvenciones, es la cuota que corresponde por delegado sindical elegido en las elecciones. En cada negociación hay dinero de por medio, en el caso de la Administración esta paga con liberaciones… Se compran voluntades. Yo era de las Comisiones Obreras del metal (Comisión de los 100 durante la clandestinidad). Cuando se convierten en CCOO no aceptan mi afiliación y me meto en la CNT. El pago de las primeras elecciones fue el patrimonio sindical, respaldo institucional y quien no se presentara a las elecciones quedaba sin respaldo, sin garantías y, por lo tanto, despedido. Esa fue la primera purga. Luego vino otra con las reconversiones industriales. Había que despedir a sindicalistas si se quería hacer. Nos mandan a las cloacas. Mucha gente termina muy mal, de psiquiatra, de irse al monte. Incluso años más tarde las políticas de exclusión siguieron. A nosotros vinieron trabajadores de la fábrica de uranio en Andújar (Jaén) diciendo que no sabían por qué sus compañeros se estaban muriendo de cáncer. Nos entrevistamos con la entonces Agencia del Medio Ambiente, vamos al Parlamento… ¿Y qué pasó? Que les dijeron que tenían que afiliarse a UGT y romper cualquier relación con la CNT o la CGT. Era una práctica habitual cuando tenía que ver con asuntos delicados. el amianto, los vertederos industriales (Nerva), contrabando de gasóleo…
¿Qué hay que resolver de manera más urgente?
Se está perdiendo hasta el término clase obrera. Lo tiene más claro la alta burguesía. Nosotros no decimos ya la clase burguesa. Se pierden conceptos porque interesa. Los sindicatos tienen que cortar amarras con la Administración porque es contaminante y deriva en corrupción. Si te das cuenta, funcionamos como si fuésemos parte de la Administración en cuestiones tan simples como ‘ese día no trabajamos porque no trabaja la Administración’ o ‘nos vamos a las dos en los días de Semana Santa como la Administración’…
Fuente Lamarea.com