Ana es un nombre ficticio, pero su
historia es real, y es posible que alguna Ana se sienta identificada.
Titulada universitaria, entró a trabajar hace cinco años en una empresa de
informática. Con muchas horas extra a sus espaldas, varios cambios de proyecto y de clientes, cada día se siente una extraña
en la oficina. Comparte mesa y trabajo con veinte compañeros de seis empresas diferentes. Sólo su jefe y alguna otra
persona son de la empresa en la cual trabajan. El color de la tarjeta que les sirve para pasar los torniquetes y de la
cinta con la que se la cuelgan al cuello es la única diferencia apreciable.
Algunos de sus compañeros y compañeras de
proyecto ni siquiera están en ese edificio, ciudad o país. Todos los días trabaja con personas de la India, de Venezuela,
de Argentina; en un proyecto para una multinacional.
Ana tiene su vida personal, cuando puede, con sus problemas y alegrías; pero también tiene sus
problemas en la empresa. No, no en la que trabaja: en la que está contratada. A veces le racanean con las dietas, las horas
extra… pero está mejor que su compañero Luis, al que tienen contratado con una categoría muy inferior para pagarle menos.
Luis está en otra empresa distinta, pero se sienta al lado de Ana porque son compañeros. ¿Son compañeros?
Las empresas les hacen pensar que no. Los
problemas de Ana con la empresa no son los mismos. Hace poco Luis estuvo a punto de perder su puesto de trabajo por un ERE.
Al estar diseminados por distintos clientes no se conocen entre ellos y eso hizo difícil organizar una huelga. Sólo se ven
en diciembre, en el ágape en una discoteca de moda donde el empresario canta las alabanzas de la facturación. Otro
compañero, Federico intentó organizar a los trabajadores de su empresa, pero no encontró ayuda. Federico quiso hacer un
reparto en la puerta y los seguratas del polígono no le dejaron pasar. Él no se vio afectado por el recorte, pero dejó la
empresa.
Ana ha visto que para protestar hay que estar organizados. Sabe que la causa de sus compañeros
tiene que ser también la suya, y que su causa debe ser la de ellos. Es consciente que esta división en los trabajos
mediante la subcontratación está pensada para dificultar que los trabajadores planten cara, por lo que hay que crear nuevos
lazos independientemente de la empresa en la que estemos.
También ha leído los últimos meses que en empresas de su sector como HP, Alten, CapGemini o Atos la
gente se está organizando y luchando. Hasta ella han llegado rumores de personas que se reúnen en asamblea sin importar su
empresa, de protestas que van saltando en cada vez más consultoras y pymes tecnológicas, de un run run cada vez más difícil
de ignorar por los hasta ahora seguros directivos.
Y ha decidido unirse y participar.
Texto propio originalmente publicado en
La Marea http://www.la
marea.com/2013/08/27/combatiendo-la-subcontratacion-ana-y-l…