En las calles y no en los pasillos del
parlamento se decidirá nuestra suerte
“¿Euro o dracma?”, “¿Syriza o memorándum?”, “¿Austeridad o bancarrota?”…
Estos son algunos de los dilemas que prevalecen los últimos días en el debate público y en los medios de comunicación. Los
partidos que están a favor del memorándum optan por «el difícil camino de salvar al país dentro de Europa, con
medidas duras pero necesarias», mientras que Syriza «unirá al pueblo contra los memorándum de la
bancarrota». Ambos bandos hacen caso omiso de algo fundamental: en este momento no se está produciendo un ataque
contra el país en general, sino contra los asalariados, los pensionistas y los parados, es decir, contra el mundo del
trabajo.
odas las medidas que se han tomado a raíz de la crisis económica reducen el valor de nuestra fuerza de
trabajo, de forma directa (disminución del salario mínimo y del subsidio del paro) e indirecta (recortes en gasto público,
privatización de bienes y servicios públicos, liquidación de los convenios colectivos, etc.). Las medidas aprobadas son
propuestas que la organización patronal griega puso sobre la mesa mucho antes de la crisis, en aras de una vigorización de
la competitividad. Con ellas, la patronal sale ganando, ya que tendrá a su disposición una mano de obra más barata,
sindicatos debilitados y trabajadores más disciplinados y atemorizados por la amenaza del paro. No en vano una buena parte
de la famosa deuda se encuentra en bancos griegos y empresas griegas. Con el pretexto de la crisis, los trabajadores nos
vemos obligados a pagar la quiebra de los bancos y la burbuja de los préstamos hipotecarios.
Para los trabajadores, cualquier dilema que se plantee con el objeto de “salvar al país” es un falso dilema.
La cuestión no es cómo hacer que el país salga de la crisis, sino cómo pueden los trabajadores afrontar la versión de
gestión de la crisis que elijan los patrones. Ya sea en euros, ya sea en dracmas, la explotación es la misma. Lo que nos
debe preocupar es cómo construir empezando desde cero un nuevo movimiento sindical obrero que pueda frenar el ataque que
sufrimos como trabajadores. Es imposible que todos los griegos salgamos de la crisis. No tenemos los mismos intereses que
los empresarios griegos, que aumentan sus ganancias aprovechándose de las medidas y los recortes. Al contrario, tenemos los
mismos intereses que los trabajadores inmigrantes sin papeles, que de forma conjunta los partidos partidarios del
memorándum y la extrema derecha (Amanecer Dorado, etc.) muestran como el gran problema de la sociedad griega.
El estado griego, sea cual sea el partido en el poder, sigue una política concreta a conciencia, mediante la
cual todas aquellas personas que se ven obligadas a emigrar a Grecia son calificadas de ilegales. No es que el estado
quiera cerrar las fronteras a cal y canto. Es incapaz de hacerlo y necesita a los inmigrantes en el interior del país como
ilegales, para que los empresarios griegos puedan encontrar mano de obra barata y obediente. El racismo contribuye a la
devaluación de los salarios de esta parte de la clase trabajadora, una devaluación que empieza por los inmigrantes y por
supuesto se extiende hacia los trabajadores griegos. Al mismo tiempo, la condición de ilegales ayuda a que las mafias
locales los controlen más fácilmente. Es un círculo vicioso, en el que por un lado se crea artificialmente una situación de
ilegalidad que degrada el valor de la fuerza laboral de los inmigrantes y los empuja hacia las mafias, mientras que por
otro lado aumenta el racismo y la xenofobia, que contribuyen a su vez a una mayor degradación de inmigrantes y
griegos.
La organización Amanecer Dorado no es una fuerza política
antisistema. Todos los antiguos altos mandos de la misma (Kousoumvris, Androutsopoulos, etc.) la abandonaron acusando al
mandamás Mixololiakos de colaborar con la policía y de recibir dinero de los partidos PASOK y Nea Dimokratia. En el barrio
ateniense de Agios Panteleimonas, donde campa a sus anchas, vende protección en connivencia con la policía a bares y
comercios en los que naturalmente trabajan en condiciones denigrantes inmigrantes. Su objetivo real no es “deportar a los
inmigrantes ilegales”, sino que estos continúen siendo una fuerza laboral barata y obediente en un régimen de terror.
Amanecer Dorado pide en su programa electoral que los inmigrantes paguen a la Seguridad Social el doble que los griegos,
algo que no les viene nada mal a los empresarios. El movimiento obrero exige que los trabajadores no paguen ninguna
contribución a la Seguridad Social y que lo hagan únicamente la patronal y el estado.
Amanecer Dorado son los buenos chicos del sistema y como buenos chicos que son no se dedican a
hacer reenganches de luz a personas a las que se la han cortado porque no la podían pagar, ni a levantar las barras de los
peajes para que la gente pase, ni a promover la desobediencia civil en los medios de transporte, ni a invitar a la
población a negarse a pagar el nuevo impuesto de la renta, ni a participar en protestas contra empresas que despiden a
trabajadores. Están a disposición total del sistema y buscan desorientar, ocultándonos al verdadero enemigo. Nos dicen que
son los inmigrantes y así se quedan tan tranquilos los empresarios, los partidos en el poder, los memorándum y la policía,
que tan bien supo ayudar a que se votaran las medidas, protegiendo el parlamento contra la rabia popular. No es casual que
los policías voten en masa a Amanecer Dorado y que antidisturbios y nazis carguen juntos en las manifestaciones (lo hemos
visto más de una vez).
El sistema político que ahora denuncia a Amanecer Dorado como “elemento
extremista” por las peleas televisas del nazi Kasidiaris es el mismo que les encubre cuando hacen sus ataquen diarios en
los medios de transporte y en las plazas, apaleando y apuñalando a inmigrantes y a cualquier otra persona con un aspecto o
un corte de pelo que no sea de su gusto. En los últimos seis meses las organizaciones antirracistas han registrado 500 casos
de violencia racista y son 30 los inmigrantes cuyo paradero se desconoce. El sistema político ha adoptado totalmente el
discurso racista de los neonazis. Ahora denuncian periodistas y políticos a Amanecer Dorado como hacían antes con LAOS,
Boridis, Adonis Giorgiadis y Plevris, chusma que ahora nos presentan bajo la etiqueta de “fuerzas democráticas”. El papel
histórico de la extrema derecha siempre ha sido hacer el trabajo sucio de la clase empresarial, a pesar de su retórica
“anticapitalista”.
Como trabajadores es necesario que plantemos cara tanto a los fascistas de
corbata como a los fascistas con la cabeza rapada. Que formemos nuevos sindicatos que no estén controlados por los partidos
políticos y que admitan en su seno a los trabajadores inmigrantes, reivindicando para ellos igualdad de derechos y deberes.
Si no lo hacemos, las mafias (que, no lo olvidemos, tienen muy buenas relaciones con la policía y con la extrema derecha)
crecerán y el canibalismo social se extenderá. Es necesario que formemos en todos los barrios grupos de defensa de las
asambleas populares, que protejan a la gente tanto de los ataques de los neonazis navajeros como de la violencia antisocial
de las mafias, una violencia que ni Amanecer Dorado ni la policía quieren detener. Sólo un movimiento social organizado
desde abajo y que reúna a griegos e inmigrantes podrá hacer pedazos a las mafias, ya sean de griegos, de extranjeros o
mixtas.
Las elecciones, tanto si se decide participar en ellas como si no, no pueden
solucionar ningún problema real de los trabajadores. Al contrario, crean la falsa ilusión de que todos juntos, trabajadores
y empresarios, podemos unidos encontrar una solución para “salvar al país” (que es como decir la rentabilidad capitalista).
Si no cambia la verdadera relación de fuerzas en la sociedad entre los patronos y el mundo del trabajo, sea cual sea el
gobierno que salga, la política continuará funcionando en provecho de los empresarios. Como trabajadores tenemos cosas más
útiles de las que ocuparnos que de las elecciones: creación de sindicatos combativos autónomos, organización de huelgas en
los centros de trabajo, expansión de las asambleas de barrio, formación de comités antifascistas, creación de estructuras
sociales de solidaridad y de autonomía obrera.
Recibamos al nuevo gobierno como se lo
merece: ¡con huelgas y manifestaciones!
UNIÓN SINDICAL LIBERTARIA (ESE)
Unión Local de
Atenas