Es lamentable como hoy en día, en la
universidad, se ha perdido el espíritu crítico. Dejando de lado el cariz elitista que ha tenido históricamente, y tiene, la
universidad; Esta quiere incidir en la disminución de la crítica en pro de la instauración de dogmas incuestionables.
la crítica constante de sus cimientos, para afianzarlos si son los correctos o derribarlos si son erróneos. Esta forma de
proceder se ha perdido, tanto en la universidad como en la vida. El mundo de hoy está configurado para la aceptación y
acatamiento de lo que viene desde arriba. No cuestiones, acepta.
sobre unas bases completamente subjetivas, no racionales. El capitalismo, el modelo empresarial, no ha sido fruto de una
evolución crítica; al contrario que la ciencia. Esta forma de organización social parte desde arriba, es completamente
vertical. En ella, un individuo con más autoridad y “conocimiento” que el resto de personas decide por ellas y dirige las
decisiones importantes de su vida. Este modelo de funcionar en el día a día está presente en la universidad también. La
figura del profesor es muy distante con respecto a la de los alumnos. El profesor es la autoridad en el aula, y muchas
veces no es reconocida como tal por los alumnos. Se trata de una autoridad impuesta desde la dirección de la escuela,
facultad, universidad; así como el gobernante en el país, impuesto por las clases dirigentes, empresas y lobbies
financieros.
Cuando somos pequeños, y aún no hemos sido contaminados por la dinámica de la inmediatez y la búsqueda del producto del
capitalismo, lo cuestionamos todo, queremos comprender y buscamos la última respuesta a los fenómenos que nos rodean.
Actualmente, el “porqué” ha quedado relevado al “qué”. Y un lugar el cual, en teoría, debería ser un centro de preguntas y
respuestas, como la universidad, se torna en un centro de premisas dogmáticas que deben ser aceptadas, aún sin ser
comprendidas. En vez de fomentar que nuestra mente funcionara como una red reticular, como un árbol, con una base sólida y
diversas ramas que a su vez se subdividieran en otras, de modo que siempre se pudiera acceder a aquello que tenemos
interiorizado; se nos pide que seamos esponjas, sin estructura de pensamiento definidas, simplemente que almacenemos
información, datos, fórmulas, que memoricemos demostraciones, teoremas y procedimientos. Como ya hacen los
libros.
se atrofia”. Conforme vamos creciendo, lejos de ganar curiosidad, de cuestionar más lo que nos rodea para hallar unos
principios firmes en los que basar nuestra vida; nos volvemos sumisos, aceptamos lo que nos viene dado como verdad absoluta
y nos limitamos a pasar por la vida, no a vivirla. Lo mejor de todo, la jugada maestra del sistema, es convencernos de que
esa pérdida de cuestionamiento es buena, es madurar, es crecer. Que el tiempo de cuestionar acabó, porque ahora que somos
mayores llega el tiempo de decidir.
poder con cuestiones en las que tenemos la ilusión de decidir: a qué equipo de fútbol animar, qué optativa elegir, a qué
partido votar… Pero no es una elección auténtica, fundamentada en la crítica y la reflexión, porque si lo fuera,
probablemente, elegiríamos no optar por ninguna de las opciones dadas y construir nosotros la respuesta que queremos. Pero,
claro, hace tiempo que perdimos esa dinámica. De acostumbrarnos a acatar que hay cosas que son y no importa por qué, dado
que no nos lo enseñaron, interiorizamos el mensaje de “las cosas son y siempre han sido así”. Y para saciar esa pequeña
necesidad de decisión que aún nos queda, surge la ilusión del Parlamentarismo, en la que se nos hace creer que aún somos
nosotros los que tenemos el control de la situación. Pero claro… ¿Qué democracia cabe en un sistema impuesto? ¿Por qué no
en vez de elegir entre opciones dadas dentro del sistema, no elegimos construir un sistema nuevo en el que seamos
completamente libres de decidir?