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Valencia, 9 de octubre de 2014
Estimado Agustín:
De entrada, no debería estar escribiendo este correo, habida cuenta de las exclusiones que propones ab initio en tu primera y, sobre todo, en la segunda y última advertencia. No me llega el cuerpo para ser erudito, ni tampoco me gano -en absoluto- ni pretendo ganar un euro con el devenir de la historia, lo que me dejaría ciertamente a un lado de esa adscripción despectiva que aludes en tu Introducción respecto de los “profesionales”, así como la repercusión orgánica que puede causar el ‘Cuaderno’ en sus almas. Fauna somos todos, pero mi salud física -la psíquica va a su marcha- y moral no solo NO se ha visto afectada por la lectura de la correspondencia cruzada entre ambos monstruos, sino complacida ante tu brillante desenpolvamiento de la ropa vieja que, en forma de correo postal, cruzaron un crepuscular “Joanet” y Diego Camacho, a lo largo de la década de los setenta. Simpatía tengo por el diablo y los situacionistas, sin que, salvo la etiqueta de intelectual ocioso, entiendo pueda serme aplicado ninguna de los envenenados encasillamientos personales que adjudicas a quienes no deben de leer tu reciente obra, de la que hoy hablamos.
Te equivocas, pienso. La lectura siempre es positiva, venga de donde venga, desde Víctor Alba hasta Arrarás. Y solo estamos con la ‘A’. Otra cosa es como te siente esa lectura, como la interpretes, si te parece interesante o vacía, si te aporta algo o no; y luego, las conclusiones personales que puedas sacar finalmente de ella, si crees que la obra o trabajo deglutido ha valido la pena. En ese sentido, tu labor de investigación ha sido excepcional, no tanto por el acontecer de la prosa de Camacho sino por volver a poner encima del machito lo que ha sido una constante en el anarcosindicalismo español: el cainismo imperante en el Movimiento Libertario y la dificultad e impotencia en analizar, de manera fría pero objetiva, la más importante de sus figuras en la mitad del siglo pasado: Juan García Oliver. Eso, y la actitud de los vencedores en el pacto de estado (la Transición) tras la desaparición del Ancien Régimen franquista es lo que ha colocado a los libertarios donde están hoy: en pocos o en ningún sitio. O al menos apenas se les oye. … Y hablamos de un Movimiento que movía millones de simpatizantes y afiliados, … disuelto como un azucarillo, tal y como los milicianos de Durruti se descomponían bajo la lluvia en las duras jornadas de noviembre… -“¿Son de azúcar?”- … le pregunta a Durruti Kolstov el día antes de su muerte, al ver que sus hombres se protegen de las inclemencias del tiempo en pleno frente de Madrid a pesar del chapuzón de balazos que se les venía encima…
¿Es hoy el Movimiento de azúcar? …
¿Será por el dulce recuerdo de ‘el Noi’?… ¿Las oportunidades perdidas? … Ese tiempo TAN feliz …
¿Alguien ha hecho algo efectivo de provecho por retornar a la posición de fuerza de antaño? … ¿O es simplemente que lo que queda, de entonces y hoy, es puritito veneno?, como se desprende de la mala leche que destila Juan tanto en sus memorias como en las epístolas con Camacho.
¿OJO! … y atentos a la correspondencia de aquel con Pepe Martínez, de la que próximamente espero dar reseña, y de la que tenemos un magnífico botón de muestra en la posmoderna obra de Albert Forment: José Martinez y la epopeya de Ruedo Ibérico. Ed. Anagrama, Barcelona, 2000. Se ha de tener paciencia, cariño y una posición dominante para hacer lo que hizo Pepe con El Eco: un monumento a la polémica y a la literatura (1). Muy distinto del tenor del cruce de misivas del exministro con Josep Tarradellas, cordialmente amistoso, paternal y condescendiente por ambas partes. A cada cual lo que le toque. “El más interesante de los exilados españoles”, que decía el retornado President del que fue el significado líder de los reyes de la pistola obrera de Barcelona.
Soy compañero tuyo de estudios (Contemporánea), aunque no de Universidad, y te sigo desde hace tiempo, valorando mucho tu trabajo independiente, de ahí mi asombro a que no quieras compartir (o al menos no se lo desees), en esta ocasión, el estudio del ‘Cuaderno’ con otros universitarios, siéndolo tú mismo. Todo esto me choca. ¿Es una cuestión de postura? … Si, si, ya se que hay muchos papagayos, no solo en Barcelona (como Ucelay-Da Cal, siempre tan vistoso), pero de ahí a recomendar la abstención del mismo a aquellos que mejor deben interpretar tu trabajo, la verdad, Agustín, no lo entiendo.
Llevo dos años con un proyecto de tesis doctoral en la UV sobre Juan García Oliver. Nada publicado hasta ahora, pero si escrita y expuesta la tesina: JGO, Un Ministro con Pistola. Espero leer mi investigación final en torno a noviembre de 2016, en el 80 aniversario del evento y en la misma sede donde ejerció su ministerio: el Palacio de Malferit, cuyos hermosos restos, sitos en esta bella y borgiana (2) ciudad del Turia que me vio nacer, hoy albergan un maravilloso Museo de soldaditos de plomo (con dioramas ¡hasta de la FAI!). Como sabes, no hay ninguna reseña individual monográfica sobre él, al menos en castellano, salvo la obra de Cillero antes referenciada (3) . JGO es el perejil de todas las salsas pero no tiene receta. No hay quien se atreva -o quien quiera-redactarla. Le pasa como a Belmonte. No hubo ningún Registrador de la Propiedad que se atreviera a inscribir en directo los terrenos que pisaba en el albero el Pasmo de Triana. Ante ello, ante la pregunta de porqué no la había, la académica Susana Tavera me soltó un día que, con las 917 páginas de El Eco, ya teníamos bastante. No me quiso responder el porqué de su trabajo sobre la Montseny, a pesar de la previa existencia de “Mis primeros 40 años”.
Como mi curiosidad no tiene límites me enganche al tema y ahí estoy. Fascinado. Fascinado con Juan y agradecido al frescor del agua de la fuente que me sirves. Por eso te aseguro que, a riesgo de las actuaciones del equipo de Justicia en las tres o cuatro primeras semanas de noviembre del 36 -entiéndase como la dura realidad de los fusilamientos en masa-, espero no recaer en la categoría excluida de plagiarios que no podemos (o no recomiendas) leer tu trabajo en Balance. Porque lo pienso citar. Y pienso ir al AEP a contrastar las huellas de Juan con las pisadas de Pepe, tras previo paso por Ámsterdam, esa ciudad con tanto vicio, cualidad intrínseca e inherente al espíritu libertario del Sr. Martínez, al que tanto y tanto debemos.
Por eso, y por la gracia que me hace empezar una correspondencia epistolar contigo, de seguirla, al albur de lo leído (excuso decirte, como recopilador de los textos, el tenor del cruce ético, político y dialéctico entre ambos protagonistas del artículo), estoy a tu entera disposición para lo que quieras, si quieres algo de mi.
Indícame, si yo lo quisiera, si tengo línea abierta contigo.
Saludos,
Leonardo Mulinas Pastor.
abogado.mulinas@hotmail.com
PS. El encuentro entre ambos (Camacho y Juan) se describe en las páginas 59 y ss. del libro de Abbate. No tengo seguridad respecto a las fechas reales.
Excepcional la reseña que haces en el trabajo respecto a la encuesta de Bolloten, de la Hoover Institution Archives, tan difícil de localizar, texto que, junto a la explosiva entrevista de Freddy Gómez en el ‘77 conforman un silencio -de más de veinte años- cuyo eco hace astillas.
(1) Vide, a tal ejemplo, la tesis doctoral de Megías Cillero, José Ramón: El plano autobiográfico, el problema de la expresión y los territorios en “El eco de los pasos”, de Juan García Oliver, publicada en 2002 por la Universidad de Granada.
(2) Por los Borja, de Canals (Valencia), pedanía cercana a Xátiva, de donde era el padre de Juan.
(3) Está, en italiano, la curiosa obra de Fulvio Abbate: Il Ministro Anarchico, Baldini Castoldi Dalai, Roma, 2004, y la de Lluis Alegret, en catalán, JGO, Retrat de un revolucionari anarcosindicalista, Portic, Barcelona, 2008; pero esta última no aporta, desdichadamente, nada, pues se conforma con ser un breve resumen literal de El Eco, sin ninguna alteración formal o de fondo a la obra publicada en su momento por Ruedo Ibérico. Todo ello sin perjuicio de biografías puntuales del de Reus incluidas en obras y trabajos colectivos, cuyo cuestión no se centra exclusivamente en él, por lo que pecan de incompletas o ciertamente limitadas.