Los llamados «rescates» de países no están destinados, como cabría suponer, a atender las necesidades de una
población en apuros, sino a que el país «rescatado» haga frente al pago de los intereses de una deuda contraída con entidades
Esas «ayudas» están condicionadas a aplicar medidas de
ajuste que ahogan aún más a la población, e incluso, en el caso de Grecia, a contraprestaciones como la adquisición de
armamento, que no hacen sino incrementar el déficit. El dinero de los nuevos préstamos acaba así en manos de los causantes de
la crisis y de los fabricantes de armas. No son rescates, son estafas en toda regla.
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