«DIÁLOGO»

Pedro no se pudo sobreponer al temor casi reverencial que, décadas de despotismo de los uniformados de todos los colores, se ha establecido (a veces enmascarado en una suerte de consideración por la “autoridad” completamente inmerecida), en nuestra sociedad.

Se quedó callado; atónito; perplejo y humillado; herido en su dignidad de ser humano. Y nos lo contaba en la parada, mientras comía el bocadillo del mediodía, porque, en estos tiempos, en realidad, como todos los días, como toda su vida de explotado asalariado del taxi, no hay tiempo para la comida decente; el momento reparador; el sosiego en el entorno familiar. ¡Para lo único que hay tiempo, es para intentar ganarse el miserable salario que caracteriza, entre otras cosas, nuestra actividad! ¡Sí!: ¡casi una seña de identidad!

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El episodio de desarrolló en el cruce de las calles Sorní y Colón. Tenía lugar, en ese instante, una de las tantas manifestaciones por innumerables y justos reclamos que se suceden a diario, pero que ya había rebasado el sitio que mencionamos.

En la esquina, en uno de los chaflanes, se encontraba un furgón policial. A escasa distancia, una funcionaria policial mantenía una conversación con un motociclista que, finalmente, se incorporaría a la calle Colón. Pedro, que avanzaba lentamente, esperaba una suerte de confirmación similar hacia él ( lleva un servicio público y la policía le veía de frente), o el gesto contrario que le permitiese, entonces, salirse a la izquierda por Jorge Juan.

Ni una cosa ni la otra y el coche en movimiento, Pedro dio por sentado que podía ingresar a Colón, para luego salir del sitio por Pérez Bayer. Pero no fue así.

Y este es el”diálogo”, entre una mujer del cuerpo de la Policía Local y nuestro compañero:

¿Pero a ti que te pasa?. ¿Qué? ¿Eres imbécil?

-¡Perdone!, simplemente es que….

¡Pero qué!, ¿Eres tonto? ¿No ves la furgoneta impidiendo el paso?

-¡No, perdone!. Es que he pensado…

¡Tu piensas demasiado y no tienes nada que pensar! ¡Anda, lárgate hacia atrás!

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PS:Aclaremos un punto que evitará malos entendidos: el valor al que aludimos como contrapartida (¡o la ausencia de él!), tiene poco que ver con la decisión de enfrentarse a puñetazos o apelar, como preámbulo, al insulto hiriente. Muchísimas veces estas son las “cualidades” del cobarde, aunque luego se jacte de su “destreza” para romperle la cara a un inocente.

El valor genuino, es el que nos hace posible decir ¡NO! a la arbitrariedad, la imposición y la violencia institucional.

¡Trabajadores Asalariados del Taxi!