Dolors Marín explica la historia y rastrea la herencia actual del anarquismo

Las cooperativas alimentarias, de bancos de tiempo, los ecologistas herederos de los años 60, los movimientos norteamericanos impulsados por King Mob o Noam Chomsky o los que piden el salario único son prácticas contemporáneas herederas del anarquismo histórico, según la historiadora Dolors Marín.
Marín, que acaba de publicar el ensayo «Anarquismo» (Ariel), ha explicado que en el libro no solo destaca las acciones ligadas al anarquismo como idea emancipadora ligada a las reivindicaciones obreras y las luchas sociales, sino todo un universo cultural, moral e ideológico.

Es «un universo poblado por propagandistas, filósofos, obreros, escritores, artistas y todo tipo de personajes singulares».
La idea anarquista, recuerda la historiadora, se fragua en los años de la Ilustración europea y americana para pasar rápidamente a las reivindicaciones de las clases trabajadoras a las que se unen sectores que defienden la independencia intelectual, el autodidactismo, el racionalismo o la igualdad absoluta de la humanidad.

La principal aportación del ensayo es que la autora ahonda en «el entramado de autores y proyectos del anarquismo del siglo XXI que aparece en algunas de las modernas formas de protesta urbana, y en los movimientos asociados a reivindicaciones ecologistas o mundialistas».
Atribuye el desconocimiento generalizado actual de la población hacia el anarquismo a que mientras «la gente de la transición española estaba altamente informada y era una lectora voraz de todo lo que antes había estado prohibido en España, desde Lautreamon a Fourier, el desembarco del surrealismo, el rock, el punk o el teatro experimental», hoy el mundo dista mucho de «aquella generación tan altamente politizada».

Marín da pistas sobre algunos personajes para que la historiografía pueda seguirlos en el futuro: «Se describen actitudes antiautoritarias que hasta hace poco fueron invisibilizadas como las de Kafka, Traven, Breton o Blake; y también se describen los hechos de Majno en Ukrania, las colectivizaciones españolas o los primeros opositores al naciente capitalismo como fueron ‘ranters’ o ‘diggers’ en el Reino Unido, o los seguidores de Ned Ludd».»Anarquismo» muestra también los llamados «experimentos societarios» del siglo XIX que poco más tarde se convertirían en las populares comunas en los años setenta del siglo XX y su irradiación en la cultura de su época.
Considera Marín que la leyenda negra del anarquismo se debe a la «no aceptación del anarquismo por parte de capitalistas y comunistas, partidarios de una organización jerarquizada del poder o de la ordenación económica más o menos centralizada». Sin embargo, reconoce la historiadora, también tuvieron culpa los propios anarquistas que «en determinados y puntuales periodos de su trayectoria histórica ligada a las luchas sociales utilizaron la acción directa en el ámbito sindical o el magnicidio como táctica política y propagandística», una táctica que los hizo muy visibles en las portadas de los medios de comunicación de finales del siglo XIX y los primeros treinta años del XX.

Tampoco les beneficiaron, continúa, las tácticas expropiadoras, o redistributivas de la riqueza que utilizaban los llamados «trabajadores de la noche» o los ilegalistas franceses.

La Guerra Civil española constituyó para muchos anarquistas de todo el orbe «un verdadero laboratorio práctico de sus ideas» y, así, por primera vez, se ensayaron las colectivizaciones agrícolas en Aragón y Valencia, industriales en Cataluña, se organizan milicias espontáneas de marcha al frente de guerra y se organiza un verdadero contrapoder a nivel local en muchos municipios de la península.

Otro ejemplo es la creación de las escuelas racionalistas que a imagen de la Moderna de Ferrer y Guardia proliferan en muchas regiones españolas. «Es increíble ver la imagen de un país en guerra que se preocupa tanto por el futuro de los niños en la retaguardia», subraya.

El declive, sostiene Marín, aparece de «las contradicciones mismas entre guerra y/o revolución y de la intervención decisiva del estalinismo en la guerra de España a partir de mayo de 1937 en que los anarquistas son apartados por la fuerza de las armas de la toma de decisiones en el marco republicano».

A partir del desastre final, los anarquistas fueron confinados a los penales y campos de concentración del interior de España o partieron al exilio francés.

Los años de la II Guerra Mundial fueron «terribles para los partidarios de la idea anarquista en que ven rotas todas sus esperanzas ilustradas y racionalistas con respecto a la bondad del ser humano».

Para la autora, lamentablemente se asocia aún el anarquismo con el estereotipo de la A y el círculo, o con cierta estética juvenil, pero «eso es solo la parte exterior de una idea filosófica, intelectual y moral con una trayectoria de larga duración que puede rastrearse en multitud de obras escritas desde Dostoievski a Koelster o al teatro de Dario Fo».