La sociedad brasileña se moviliza para saber el paradero de un albañil
desaparecido tras su detención por la policía en una favela de Rio de Janeiro.
¿Dónde está Amarildo? Desde hace un mes,
está pregunta pesa como una losa sobre las conciencias de la sociedad brasileña. Algunos, incluso, no dudan en ir más allá
y transformar el interrogante en una indignada interpelación a los poderes públicos: ¿Quién mató a Amarildo? Y es que el
nombre de Amarildo ha vuelto a poner de manifiesto en Brasil la siniestra actualidad un fenómeno que parecía olvidado en
las ya lejanas noches de las dictaduras latinoamericanas: las desapariciones
forzosas.
Amarildo de Souza es un albañil de 42 años residente en la Rocinha, una de las favelas más
populosas de Rio de Janeiro. El pasado 14 de julio Amarildo fue abordado sobre las 20 horas por cuatro agentes
pertenecientes a las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) que le consideraban sospechoso de colaborar en el tráfico de
drogas.
Una cámara
de seguridad registró más tarde el momento en que era sacado del retén donde fue inicialmente interrogado, e introducido en
un vehículo policial. También grabó a su esposa Elizabete acercarse hasta él corriendo al percatarse que era sacado de las
dependencias policiales. Luego el coche, con Amarildo en su interior, arrancaba con destino a la sede central de la UPP en
Rocinha. Son las últimas imágenes del desaparecido albañil. Luego su rastro se
desvanece, aunque las autoridades aseguran que tras ser interrogado en la central, fue puesto en libertad.
Para Ruchester Marreiros, uno de
los responsables de la policía civil carioca, el caso no tiene misterios. A su juicio, la información policial ponía de
manifiesto la implicación de Amarildo y su esposa en el narcotráfico, en concreto, dando cobertura logística.
Marreiros asegura
que el albañil, tras ser liberado, fue asesinado por los propios traficantes que le consideraron un confidente de la
policía. Incluso la policía tiene identificado al asesino, el joven Thiago Silva Mendes, de 22 años, actualmente
huido.
Pero hay dos
problemas. Por un lado que el cuerpo de Amarildo sigue sin aparecer. Por el otro, que las supuestas pruebas que
demostrarían la implicación de Amarildo y su esposa en el narcotráfico son, a juicio de
otros investigadores como Orlando Zaccone, muy inconsistentes. De hecho, la misma ministra de Derechos Humanos,
Maria do Rosário, reconocía que posibilidad de que miembros de la policía estuvieran detrás de esta desaparición, era una
hipótesis admisible.
Las desapariciones, un hecho habitual
Mientras se desvela la suerte corrida por Amarildo, la sociedad brasileña se
moviliza exigiendo respuestas para unos hechos que se hallan muy lejos de ser un caso aislado. El teólogo Antonio Costa,
fundador de la ONG Rio de Paz, recuerda al respecto que desde 2007 el número de personas desaparecidas en Rio de Janeiro
supera las 35.000, según los datos oficiales del Instituto de Seguridad Pública.
«Esa estadística no muestra todo el
problema», comenta. «El gobierno no tiene transparencia y tememos que muchas desapariciones se mantengan como tal en las
estadísticas, aunque luego se sepa que se trata de un homicidio», señala.
El 80% de
los casos son pobladores de favelas.
«Brasil, que es la sexta economía del mundo, es también uno de los países más desiguales del
planeta. Y la desigualdad social, en una sociedad de consumo como la nuestra, genera violencia. El problema es de raíz y
solo se resolverá con trabajo digno, educación y distribución de la riqueza», se lamenta.
Detrás de buena parte de estas
desapariciones se encuentran los enfrentamientos entre bandas rivales, los ajustes de cuentas dentro de las organizaciones
criminales, así como la propia policía o las milicias. Costa destaca especialmente las actividades de estos últimos. «Son
peores que el narcotráfico porque tienen connivencia con el poder público, con miembros del Parlamento, con policías
retirados y con policías en activo», dice.
Para el teólogo, se trata de una evolución de los grupos de
exterminio que operaban en los años 70 que ahora «valiéndose de la extorsión, la tortura y el asesinato exigen ser
pagados para garantizar la seguridad en los barrios bajo su dominio», comenta. En la actualidad, estas milicias ya controlan
en muchos casos el tráfico de drogas, así como los más variados servicios, desde el transporte público a la distribución
del gas, incluyendo la televisión por cable o internet.
Herencia de la dictadura
El sociólogo Fabio Alves Araujo considera que el actual fenómeno de
los desaparecidos es una de las herencias más siniestras recibidas de la dictadura. «Una de las herencias que quedó del
régimen militar fue la Policía Militar y todo un conjunto de prácticas autoritarias y violaciones de los derechos civiles
más básicos, por ejemplo, la inviolabilidad del cuerpo y la integridad física», afirma. «Esas prácticas están arraigadas no solo en la policía, sino de manera estructural en la sociedad
brasileña», subraya.
La brutalidad que presentan muchos de los restos recuperados de algunos de estos desaparecidos
ponen de manifiesto esta sádica herencia: miembros amputados, cuerpos disueltos en ácido, o cadáveres calcinados entre
ruedas de neumáticos, una cruel técnica con la que borrar identidades conocida como el «microondas». Todo un «arte macabro»
para hacer desaparecer cuerpos que Araujo ha analizado en sus investigaciones.
Es el horror que Brasil esconde tras la
autocomplacencia de los grandes números macroeconómicos y que el caso Amarildo ha sacado a la luz. Su historia ha llevado a
Caetano Veloso a recordar estos días los tiempos en que estuvo preso durante la dictadura. Recordaba los gritos que
escuchaba de otros detenidos, muchos de ellos simples presos comunes, que sin la fortuna de ser un conocido intelectual
como él, sufrían en sus cuerpos los desgarrados de la tortura. Rememoraba también la
lección que aprendió entonces: «el Brasil de la violencia cruel contra ciudadanos indefensos es digno de ser odiado». Un
amargo recuerdo del cantante, compartido estas semanas por los miles de brasileños que estos días, en las calles o en las
redes sociales, insisten en saber ¿Dónde está Amarildo?
JOSÉ MANUEL RAMBLA Brasilia