reflexión pero, para ello, se hace necesario tratar de comprender qué es lo que esta pasando. Lo que ocurre no es,
evidentemente, una revolución pero tampoco es una manifestación ciudadanista mas. El proceso se parece mas bien a alguna
forma de catarsis colectiva un “darse cuenta”, hasta cierto punto, de un sector de la población que se identifica con la
Democracia, el Estado de Bienestar y el Capitalismo. Este sector de población se siente frustrado por los cambios que se han
ido produciendo en los últimos tiempos a raíz de la crisis y el enésimo proceso de adaptación y reajuste del sistema.
El malestar social por el endurecimiento de las condiciones de vida solo podía
llegar, de momento, hasta donde ha llegado. Es un indicador de la inmadurez política respecto de la situación actual: el
aislamiento en el que vivimos, la fragmentación de la conciencia y de las luchas, el ciudadanismo y la ideología
socialdemócrata imperante limitan las posibilidades actuales de desarrollo de un movimiento realmente luchador y
transformador. Los antecedentes de la actual situación los podemos encontrar en el decaimiento de los partidos y sindicatos
tradicionales de la izquierda, también en las manifestaciones y acampadas contra el plan Bolonia de los universitarios, los
movimientos antiglobalización o las movilizaciones de los sindicatos alternativos. De este contexto surgen los
acontecimientos de los últimos días con todos sus límites y carencias.
Hay sin embargo dos aspectos positivos que
se están dando. El primero es la toma de la calle para comunicarse a pesar de las legislaciones y resoluciones vigentes. El
otro es el cambio de actitud de la resignación borreguil a la indignación de quien se siente estafado en sus aspiraciones:
indignación entendida, eso si, como un primer paso para desarrollar una percepción mas clara de la esencia autoritaria y
explotadora del sistema democrático actual y una actuación consecuente con la misma.
Al desarrollarse estos
acontecimientos en sectores de la izquierda y ser el gueto parte de ésta, el proceso también nos alcanza a nosotros lo
queramos o no. Esencialmente pone al descubierto nuestra falta de un proyecto de intervención en el contexto actual, nuestras
dificultades para desbordar teórica y prácticamente al ciudadanismo y a la izquierda organizada en movimientos sociales.
Las manifestaciones y acampadas se han convertido en rituales de agregación colectivos. Estas formas rituales tienen
más capacidad de remover las emociones respecto a la frustración por las condiciones de vida que otros rituales de moda hoy
como los deportes, los espectáculos, las festividades o incluso los rituales políticos oficiales como las elecciones.
Una catarsis es un acontecimiento de purga y limpieza que libera tensiones emocionales y sirve para adaptarse a las
situaciones cambiantes. En las catarsis se abre la posibilidad de acercarse a los propios límites que uno mismo se ha ido
imponiendo, de comprender sus causas y de desplazarlos un poco más allá. Se abre la posibilidad también de acercarse a
aquellas decisiones que no se quieren tomar por miedo al error, a la autodestrucción o al propio miedo. Por eso posibilitan
un cambio de percepción y de hábitos.
Los procesos catárticos se dan cuando las emociones reprimidas son
reestimuladas en un contexto en el que se han equilibrado la tensión del pasado con la auto-confianza del momento. Entonces
se desbloquean algunos esquemas y junto a cierta claridad mental emergen en cascada emociones reprimidas.
Las
catársis arrastran consigo ciertos riesgos que limitan su potencial transformador, su potencial de toma de conciencia. El
primero es el egoísmo, el excesivo interés por uno mismo, su vivencia del momento y el centrarse en los propios problemas
puede bloquear el proceso camuflándose de humildad y altruismo. El segundo riesgo es engreimiento de los que se “han dado
cuenta”. Su nueva situación les impediría desarrollar la autocrítica necesaria y evitarían así mismo prestar atención a las
opiniones “incómodas”. El tercero es, a raíz de lo que se ha descubierto, uno se acomodaría en la autocomplacencia
vanagloriándose de su nueva situación. Un último riesgo es el delirio puro y simple fruto de la liberación de las emociones
antes aprisionadas. Este delirio puede tomar forma de un enganche con el acontecimiento vivido, de creencia en los parques
temáticos para jóvenes descontentos o cualquier otro asunto que sirva para evitar la vuelta a la normalidad gris.
Creo que la principal utilidad que podemos sacar de todo lo que está ocurriendo es la de comprender nuestros propios
límites y carencias. La falta de un proyecto de intervención en sentido revolucionario se ha hecho claramente visible si uno
se fija en las actitudes de quienes provenimos del gueto militante, okupa o el que sea. Unos han confiado en que aportando su
esfuerzo y sus críticas constructivas conseguirían hasta cierto punto reconducir en algunos aspectos el asunto,
convirtiéndose en mano de obra de la izquierda como siempre. Otros observan desde la distancia y, a veces con cierta
arrogancia típica del gueto, lo que ocurría a su alrededor como espectadores pasivos. A otros, entre los cuales me incluyo,
nos ha hecho aflorar la sospecha de que no estamos preparados para afrontar una oportunidad como esta (mucho menos otra más
contundente) y hemos basculado confusos en la duda. Este texto es un intento de salir de esa situación para poder comprender
y aprovechar lo mejor posible este u otros acontecimientos que se puedan darse. Creo, sin embargo, que es importante señalar
que nuestras carencias tienen consecuencias graves sobretodo en el día a día, ocurran o no acontecimientos espectaculares. En
los momentos en que aparentemente no ocurre nada llamativo seguimos atascados sin poder actuar de forma eficaz y coherente
contra una realidad que no deja de ser insoportable.
Para poder aprovechar las situaciones que cotidianamente se
nos presentan hay que ser muy crítico con la realidad que vivimos pero creo que ésa crítica debe saber detectar también los
aspectos interesantes sobre los que se puede uno apoyar para impulsar los propios proyectos. Sino se corre el riesgo de
reproducir el discurso del sistema (y de la izquierda de éste) que afirman que el apoyo mutuo, la autogestión de las luchas y
la autonomía son bellas imposibilidades.
La crisis del sistema de dominación capitalista hace que éste necesite
reajustar su modelo de gestión y control cada cierto tiempo. La izquierda y los movimientos sociales ciudadanistas son la
vanguardia creativa que se presenta voluntaria para éste proceso. En éste sentido están haciendo su papel colocándose a la
cabeza de las protestas para imponer su mensaje y legitimarse como gestores legítimos del descontento. El sistema necesita
ciudadanos activos para transformarse y evitar explosiones de descontento incontrolables. Los movimientos sociales necesitan
del Poder y de los manifestantes para erigirse como interlocutores y por eso sus textos y debates manejan el lenguaje del
Poder (democracia, iniciativas legislativas, etc.). Una casi inexistente perturbación del orden público y una nula
obstaculización de los intereses económicos parecen garantizar que este movimiento sirva como válvula de escape que prevenga
males mayores.
Los dos pilares sobre los que se apoya el sistema de dominación y explotación capitalista son la
Democracia y el Estado de Bienestar. Y esto es así porque son éstos los que mejor se adaptan a sus necesidades mientras que
otros modelos mas rígidos como el fascismo o el estalinismo sirven solo en períodos concretos y limitados de especial
agitación o descontento. Querer mejorar la Democracia es, en mi opinión, contribuir a perfeccionar el sistema opresivo y
explotador al que estamos sometidos.
A pesar de todo lo dicho creo que el momento actual puede ser interesante
para tratar de desarrollar algunos asuntos pendientes.
El primero de todos, y mas importante creo yo, es el de
tomar conciencia de lo poco preparados que estamos. La situación actual muestra las carencias del gueto y que estas no son
muy distintas a las del resto de la población. Hace visible también la alienación en la que vivimos y nuestra inexperiencia
en intervenciones fuera de los límites de nuestro propio gueto. Visibiliza al mismo tiempo nuestra falta de preparación para
participar en un contexto en el que la recuperación no viene tanto de la mano de organizaciones izquierdistas tradicionales
sino de un ciudadanismo abanderado por los movimientos sociales con los cuales todavía no hemos marcado las diferencias
necesarias. La autocomplacencia con la que nos cocemos en nuestro propio ambiente se ha hecho evidente al ver como se ha
reaccionado ante este acontecimiento sea como mano de obra, como espectador crítico o con confusión y descoloque.
Otras posibilidades con menos probabilidades de avance y aprendizaje pero no por ello deshechables serían tratar de, en las
asambleas con un tamaño razonable, impulsar la intervención en asuntos que realmente tocan a la gente en su vida cotidiana.
Se trataría de, alejándonos de las chorradas que se dicen en los manifiestos y puntos reivindicativos, y sometiendo a una
crítica contínua los presupuestos ciudadanistas centrarnos en temas concretos y limitados. Así se podría tratar de parar
desahucios y desalojos partiendo desde una perspectiva de lucha contra la mercancía y por la imposición de nuestras
necesidades sobre su negocio. En la misma línea tratar de impedir los cortes de agua, luz o gas desde la lucha contra la
mercantilización de los recursos básicos. Fomentar el saboteo masivo de máquinas expendedoras de billetes para defender la
libre movilidad. Otra línea podría ser defenderse de la explotación contra las reformas laborales, de pensiones desde una
posición de rechazo del trabajo asalariado que es la única coherente. Una más podría ser la lucha contra los planes
urbanísticos desde una crítica del desarrollismo y el urbanismo como negocio y disciplina de control territorial de la
población.
Soy un poco pesimista con las posibilidades de experimentar realmente estas otras vías en el momento
actual visto el carácter cívico, domesticado y buenrrollista que se huele en la plaza del Ayuntamiento (de Valencia). Sin
embargo si no es ahora tendrá que ser más adelante cuando debamos plantearnos como afrontar estos temas desarrollando al
mismo tiempo un proyecto que nos permita superar el gueto político, a los movimientos sociales y a la izquierda en
general.
Valencia, mayo del 2011
Escrito anonimo publicado en «alasbarricadas».