Los recién graduados o diplomados, los estudiantes en prácticas, los jóvenes que buscan un primer empleo, son vistos desde las grandes corporaciones empresariales como ganado fresco con el que engrasar sus pesadas maquinarias, una mano de obra gratuita, con la que rebajar sus costes y aumentar los beneficios a final de año. Tanto es así que, en estos dos últimos años, se ha detectado un nuevo fenómeno entre los inversores que buscan oportunidades de sacar réditos importantes: la compra indiscriminada de escuelas, principalmente centros secundarios y superiores de enseñanza privados.
Un joven ejecutivo que trabaja para un entidad bancaria de la que me pide no revelar el nombre para guardar su anonimato, me confiesa que durante los dos últimos años ha adquirido para su firma más de 300 escuelas de todo tipo y condición en Europa, mayoritariamente escuelas de comercio y negocios, pero también centros de enseñanza secundaria e incluso primaria. Este fenómeno no es una rareza del grupo para el que trabaja mi informador, son muchos los ejemplos de grupos financieros que adquieren centros educativos, principalmente grupos americanos. La EBS ( La European Business School), que cuenta con cerca de 1600 alumnos, ha sido una de las últimas escuelas en ser absorbida, en este caso por un poderoso grupo de inversión, el KKR (Kohlberg Kravis Roberts) , a través del prestigioso grupo Laureate International Universities.
¿Cuál es el objeto de este repentino interés por la educación de los grandes gestores financieros mundiales? Nada bueno como se pueden imaginar, la oportunidad de cerrar un círculo demoníaco que comprometa y esclavice al estudiante, y futuro empleado, de por vida.
Moritz Erhardt era un joven de 21 años de edad miembro de una familia exigente en cuanto a la educación de sus hijos, de aquellas machaconas que buscan la excelencia en el trabajo. Moritz entró a trabajar como becario en el Bank of America en Nueva York, para luchar por una plaza de trabajo, aparentemente todo un privilegio. Convencido de que el sacrificio en grado extremo le garantizaría un empleo cualificado, el pobre becario acabó sus días una madrugada del mes de agosto de 2013, al caer exhausto en la ducha, después de pasar tres noches en vela trabajando en un encargo plomazo y de naturaleza inhumana que le habían impuesto sus superiores. Su caso no es único. Son miles los estudiantes diplomados de todo el mundo, como Moritz, que intentan cada año ocupar las pocas plazas libres que ofrecen los bancos más prestigiosos de Wall Street. En Europa las condiciones de los becarios, de los estudiantes recién graduados que quieren acceder a un puesto de trabajo en la banca o en una empresa financiera, no es muy distinta. Jornadas que van desde las 7 de la mañana a las dos de la madrugada, en muchos casos mano de obra encubierta para cubrir puestos de responsabilidad a precio de saldo. En algunas prestigiosas empresas europeas, dedicadas a la gestión financiera, el número de becarios iguala al de asalariados, en un perverso equilibrio que no parece importunar a las autoridades, que tragan con lo que sea con tal de maquillar las escandalosas cifras de paro juvenil.
¿Por qué el sector financiero está interesado, pues, en adquirir centros educativos, si a la postre los estudiantes acuden a ellos deseosos de venderse a cualquier precio? Para que la dependencia de sus futuros empleados sea total. Los precios de los estudios de grado medio y superior están en alza en todo el mundo, y el acceso a una formación aparentemente competitiva y de calidad cuesta mucho dinero. ¿Quién dispone de ese dinero? Los bancos y las entidades financieras, que los prestan a los estudiantes con la concesión de créditos a largo plazo. Las entidades financieras que compran escuelas se garantizan un triple negocio: de un lado unos beneficios al alza gracias al constante incremento del precio de los estudios, del otro un interesante negocio crediticio para pagar esos costes y, para terminar, la guindilla que corona el pastel, un individuo hipotecado de por vida dispuesto a trabajar en las condiciones que sea para poder sufragar su deuda.
La educación se ha convertido en un lucrativo negocio, en una poderosa máquina de fabricar esclavos, un hecho que no les ajeno al gobierno del PP, que con la nueva ley de Educación se ha cargado algo tan poco productivo aparentemente como las asignaturas de humanidades.