Ha muerto Enric Casañas i Piera. No, no ha salido en los telediarios. Nació en una familia de convicciones libertarias. Era sobrino de Simó Piera, uno de los fundadores de la CNT, un pequeño constructor que era el primero en convocar huelga para defender los derechos de sus trabajadores. Era uno de los que participaron en el mitin de Las Arenas, cuando la huelga de La Canadiense que consiguió la jornada de ocho horas. Algún día se había traído a comer a casa a Salvador Seguí.
Enric se puso a trabajar a los 13 años y por las tardes se iba a la escuela racionalista de Santa Coloma, donde conoció a Gregori Jover, compañero de Durruti y García Oliver, que dieron varias charlas en la escuela. Jover, Durruti y García Oliver fueron a América del Sur y expropiaban bancos para invertir los dividendos en financiar escuelas y bibliotecas. Tiene de maestro a José Berruezo, murciano, seguidor de Ferrer i Guàrdia, que sería alcalde de Santa Coloma durante la guerra.
La huelga general de octubre del 34 lo pilla con 15 años y aprovechando el descontrol para hacerse con unas cuantas armas que esconderán en la montaña por lo que pueda pasar. Al año siguiente lo trincan por participar en la huelga de tranvias con acciones de sabotaje y acaba incomunicado en La Modelo. De allí lo mandan al asilo Duran, una especie de casa del terror regentada por psicópatas en hábito religioso de la congregación San Pedro ad Vincula. Le caen hostias a manta. Por suerte su tío Simó consigue sacarlo y lo emplea con él.
El 19 de julio de 1936, mientras las sirenas de todas las fábricas de Barcelona llaman a parar al fascismo, Enric y su madre están entre los que toman al asalto el cuartel de Sant Andreu. Una semana después se va al frente enrolado en la centuria Ascaso con su amigo Josep Gatell. Tiene 17 años y va a chuparse toda la guerra. Formará parte del grupo Petróleo, guerrilla de sabotaje con nutrida presencia de Santa Coloma. Un día van y les levantan 3.000 ovejas en sus mismas narices a los fascistas, que hay mucha hambre. Otro día casi ni lo cuentan intentando volar un puente cerca de Quinto.
Siempre con Gatell, y ya militarizados, combate en Belchite y Teruel. Cuando la zona republicana queda partida en dos se acercan a Valencia para formar parte de la expedición que parte por mar a defender Barcelona. Los fascistas llegan primero y el barco no para hasta Palamós. Deben ponerse contentos de volver a pisar tierra firme, porque se van a patita hasta Ripoll para contactar con los soldados en retirada. Casañas y Gatell serán parte de esos soldados que se interponen entre las tropas fascistas y la población civil en huida bajo las bombas y la metralla.
Entrará en Francia sin noticias de la fraternité y con un extraño concepto de hospitalité que lo lleva a los campos de concentración de Barcarès, Argelès y una compañía de trabajo. Ocupada Francia por aquellos contra los que luchaban aquellos españoles confinados a los piojos y la humillación, Enric no dudará en colaborar con la Resistencia.
Acabada la II Guerra Mundial y con documentación falsa volverá a Catalunya para ayudar a reconstruir la CNT y ver cómo respira la cosa. La cosa está de derrame pleural de campeonato y en 1951 hace las maletas y se marcha a Brasil con su amigo del alma, Josep Gatell. El Centro de Estudios Sociales de Sao Paulo será el lugar de encuentro de muchos exiliados, como el maestro y pedagogo Joan Puig i Elias, el que fuera presidente del Consell de l’Escola Nova Unificada.
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Enric Casañas regresó a Barcelona tras la muerte del dictador, a seguir trabajando en la reconstrucción de la CNT, superando divisiones internas haciendo ejercicios de comprensión. Malos tiempos. Los buhoneros de la transición precisaban liquidar todo movimiento social y de disidencia. Casañas no se rindió y siguió viviendo. Consideraba el anarquismo un acto de vida. Más allá de una idea hermosa es algo que pervive en gestos, actitudes… Así que cuando usted ayude a alguien sin cargar el favor en cuenta, cuando entre en un abrazo o comparta una carcajada, sepa que está rindiendo un sentido homenaje a Enric Casañas y otros como él, aunque no los conozca porque no salen en los telediarios.
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