¿Fiestas cívicas o religiosas?

En España un 70 por ciento de las fiestas tienen un

carácter confesional, el autor plantea la necesidad de promover festividades cívicas que unan toda la

ciudadanía

Desde el 2006 el Parlamento Europeo

rinde homenaje a Mariana Pineda como símbolo de la lucha por los derechos y las

libertades/Manuel Navarro – Observatorio de la

Laicidad.

Quienes superan los cincuenta años no les será difícil recordar el calendario festivo del

franquismo. Estaba lleno de efemérides propias del nacional-catolicismo impuesto por el golpe militar y la dictadura militar

que arrasó el orden constitucional de la República. Aunque ahora haya quienes pretenden mantener en el olvido la memoria de

las víctimas de aquellos años.

Un calendario de

festividades que llenaban a partes iguales los eventos fascistas: Alzamiento Nacional, Día del Caudillo, Día de la Victoria,

Día de la Raza,… como las fiestas católicas desde la Purísima a la Asunción, pasando por Santiago, San José, San Pedro, el

Corpus, amén de las más significativas de Navidad, Reyes o la Semana Santa, donde la Guardia Civil se encargaba de mantener

los bares cerrados y el silencio y recogimiento propio de la celebración eclesiástica.

 
En efecto, no estamos en los años 60, pero la huella de la connivencia

del trono y el altar no parecen haber desaparecido. El propio desarrollo económico obligó a limitar tanta fiesta, y ante los

nuevos dioses, no hay religión que se le resista.

La

iglesia sigue manteniendo los privilegios otorgados por el Concordato de 1953, en pleno franquismo, desarrollados y

“adaptados” por los Acuerdos de 1976 y 1979, que cuando menos son preconstitucionales, pues se firmaron tan sólo unos días

después de aprobarse la Constitución de 1978. Algunos, incluidos juristas y expertos constitucionalistas, entendemos que son

claramente inconstitucionales y que deben derogarse directamente o conforme al Tratado de Viena si se pretende ser más

diplomático.

 
El Acuerdo sobre

Asuntos Jurídicos en su artículo III establece que de mutuo acuerdo se establecerán las fiestas católicas que serán festivas

a todos los efectos. Así el Real Decreto 2819/1981 que regula el calendario de fiestas laborales incluye seis fiestas

católicas obligatorias y otras cinco de segundo rango (Reyes, Santiago; S. José, el Corpus y S. Pedro) por si quedaran huecos

para completar las doce fiestas anuales de carácter general, aparte de las dos locales.

Resultado: en una sociedad plural como pueda ser la española del siglo XXI, las fiestas

religiosas superan el 60 o 70 por ciento, y si añadimos las locales, el porcentaje puede ser del 70 o el 80%. Algo más propio

de una sociedad medieval.

Sabemos que muchas de estas

fiestas no son más que la santificación por parte de la iglesia católica de las antiguas fiestas, que tenían un sentido de

alborozo colectivo para festejar los grandes acontecimientos vitales para las sociedades agrarias. Así el 25 de diciembre no

es más que la recuperación de las festividades al nacimiento del Sol tras el solsticio de invierno que celebraba el mitraismo. Y así se puede seguir con las de

primavera… Fiestas por tanto que tenían un sentido para toda la comunidad, que ensalzaban unos valores y aspectos con

repercusión para el conjunto de aquella sociedad.

 
Hoy, siglos más tarde, vemos como la mayoría de las celebraciones no están relacionadas con

hechos o eventos relevantes para toda la comunidad, o que traten de enaltecer los valores comunes. Porque no se trata de

incluir una festividad musulmana, judía, evangélica, budista o atea. Seguiría privilegiándose una opción particular frente a

los valores comunes de toda la ciudadanía: la justicia, la libertad, la solidaridad, la paz, la democracia,…

¿Qué sentimiento de unidad pueden representar los

dogmas católicos de la Asunción o la Inmaculada? Está muy bien, y los laicistas defenderemos su derecho a celebrarlas.. A

celebrarlas por todo lo alto si hace falta. Pero quienes crean en eso, al igual que otros puedan celebrar otras fechas y

acontecimientos también gratos para ellos, nunca como imposición a toda la ciudadanía.

 
Pues este nacional catolicismo es el que el Ayuntamiento de Granada, con

mayoría del PP, quiere imponer al aprobar mañana la fiesta local de la Virgen de las Angustias, rechazando una propuesta de

colectivos ciudadanos y la oposición para recuperar una fiesta cívica el 26 de mayo en que muere la heroína granadina Mariana

Pineda luchadora por la libertad, fiesta prohibida por el franquismo. Una fiesta que vendría a reconocer en

Granada, lo que desde el 2006 hace el Parlamento Europeo al rendir homenaje a Mariana Pineda como símbolo de la lucha por los

derechos y las libertades.

 

Una ocasión perdida para alejarnos del pasado y sus

lastres, y para construir una sociedad moderna y promover los valores cívicos colectivos que mejoren la convivencia

social.