- La llamada crisis de los refugiados ha creado en el último año una explosión de iniciativas solidarias desde abajo en Grecia.
Eleni Germani, bailaora griega y organizadora del Encuentro Flamenco Solidario que tuvo lugar en Sevilla, llevaba madurando esta idea desde el verano pasado. «Estaba en la isla de Simi –cuenta– y vi con mis propios ojos a la gente llegando en un estado terrible, durmiendo en bancos, justo enfrente a los yates de los turistas, fueron emociones muy fuertes».
Ya de vuelta en España, «seguía con la idea de que había que hacer algo, seguía la situación en la prensa, me sentía incapaz de ayudar desde aquí y culpable por no poder estar allí y echar una mano».
La idea de unir flamenco y una causa solidaria no es casual. «Tuve una respuesta muy buena por parte de los compañeros», explica. «Para mí es muy importante el hecho de que hayamos sentido la necesidad, a través del arte, de ser más activos a nivel social».
Germani critica la tendencia de «los flamencos» a vivir en su burbuja, alejados de la realidad, y el revendido papel social del arte en general, y del flamenco en particular. «Al fin al cabo, la historia de este arte es historia de pueblos nómadas, de racismo y exclusión social, de trabajadores de las minas, del campo, de marineros, de clase trabajadora e injusticias sociales».
Este pequeño evento es un ejemplo de lo que está pasando desde hace un año en Grecia, donde la llamada crisis de los refugiados ha creado una explosión de iniciativas personales y solidaridad de base. «A pesar de la difícil situación que hay en Grecia, muchísima gente se ha volcado en ayudar con una sensibilidad increíble», comenta Germani.
Caterina Amicucci, ex presidenta de Un Ponte Per, una asociación italiana que trabaja en Oriente medio, y voluntaria en Lesbos, hace la misma anotación y subraya la admirable solidaridad del pueblo griego y su espíritu de acogida en neto contraste con la escasa respuesta del gobierno.
«Cuando llegué a Lesbos el verano pasado, vi que no había los recursos normalmente destinados a emergencias de este tipo, no había nada, llegaban miliares de personas sin ningún tipo de sistema de acogida. Este tremendo vacío institucional ha sido paliado por la labor de los voluntarios que desde la espontaneidad de iniciativas personales y grupos autorganizados han creado una red internacional de solidaridad independiente».
Según Amicucci, que lleva años trabajando en asociaciones y movimientos de solidaridad internacional, lo que ha pasado es algo importante: «Nunca había visto algo así, una crisis humanitaria enteramente gestionada por voluntarios independientes es una novedad absoluta».
La novedad del fenómeno se debe también a que la crisis humanitaria sea en Europa, lejos de las zonas de conflicto bélico, favoreciendo así el acceso y la posibilidad de iniciativa personal sin necesidad de apoyo institucional.
Así, en unos pocos meses, en Grecia han nacido grupos de voluntarios autoorganizados que intentan dar una respuesta digna a la emergencia humanitaria. En el último año han ido voluntarios de todo el mundo, turistas que han vuelto a su país, han recogido fondos y han vuelto a Grecia, de manera autónoma, fuera de los circuitos de las grandes ONG, costeándose el viaje y el alojamiento, sumándose a algún grupo de trabajo existente o poniendo en marcha iniciativas personales.
Un ejemplo de esta forma diferente de hacer las cosas es Better days for Moria en Lesbos, un campo de tránsito autogestionado, creado con los fondos traídos por voluntarios independientes. Gestionado por un colectivo internacional sin miembros permanentes, formado simplemente por quien esté allí en aquel momento, funciona de forma completamente horizontal y asamblearia.
Este pequeño evento es un ejemplo de lo que está pasando desde hace un año en Grecia, donde la llamada crisis de los refugiados ha creado una explosión de iniciativas personales y solidaridad de base. «A pesar de la difícil situación que hay en Grecia, muchísima gente se ha volcado en ayudar con una sensibilidad increíble», comenta Germani.
Caterina Amicucci, ex presidenta de Un Ponte Per, una asociación italiana que trabaja en Oriente medio, y voluntaria en Lesbos, hace la misma anotación y subraya la admirable solidaridad del pueblo griego y su espíritu de acogida en neto contraste con la escasa respuesta del gobierno.
«Cuando llegué a Lesbos el verano pasado, vi que no había los recursos normalmente destinados a emergencias de este tipo, no había nada, llegaban miliares de personas sin ningún tipo de sistema de acogida. Este tremendo vacío institucional ha sido paliado por la labor de los voluntarios que desde la espontaneidad de iniciativas personales y grupos autorganizados han creado una red internacional de solidaridad independiente».
Según Amicucci, que lleva años trabajando en asociaciones y movimientos de solidaridad internacional, lo que ha pasado es algo importante: «Nunca había visto algo así, una crisis humanitaria enteramente gestionada por voluntarios independientes es una novedad absoluta».
La novedad del fenómeno se debe también a que la crisis humanitaria sea en Europa, lejos de las zonas de conflicto bélico, favoreciendo así el acceso y la posibilidad de iniciativa personal sin necesidad de apoyo institucional.
Así, en unos pocos meses, en Grecia han nacido grupos de voluntarios autoorganizados que intentan dar una respuesta digna a la emergencia humanitaria. En el último año han ido voluntarios de todo el mundo, turistas que han vuelto a su país, han recogido fondos y han vuelto a Grecia, de manera autónoma, fuera de los circuitos de las grandes ONG, costeándose el viaje y el alojamiento, sumándose a algún grupo de trabajo existente o poniendo en marcha iniciativas personales.
Un ejemplo de esta forma diferente de hacer las cosas es Better days for Moria en Lesbos, un campo de tránsito autogestionado, creado con los fondos traídos por voluntarios independientes. Gestionado por un colectivo internacional sin miembros permanentes, formado simplemente por quien esté allí en aquel momento, funciona de forma completamente horizontal y asamblearia.