La Universidad de Alicante organiza la exposición “Lápiz, papel y bombas” (1936-1939).
A un lado del dibujo, “los señoritos”: personajes con sombrero, cigarro puro, la bandera de España y una esvástica. En la parte contraria de la representación, los “camaradas”: la enseña de la República, la hoz y el martillo, la gente del pueblo dedicada a los estudios, al cultivo de la tierra o al deporte. Así veía el niño Manuel Bravo, de la Residencia Colonia El Alba de Ontinyent (Valencia), la guerra de 1936. Mercedes Comellas Ricart (13 años), del Centro Español Cerbère (Francia), representa del siguiente modo la evacuación durante el conflicto: un edificio con el retrete de “señoras” y “caballeros”, otro con la casa de la estación; y una señal que indica el camino del refugio, mientras un avión amenaza con descargar las bombas. “Quisiera vivir en esta barraca tranquila”, anhela Carmen Huertas, una niña de 9 años, en noviembre de 1937 en Alzira (Valencia). Es la leyenda que acompaña al dibujo de una alquería con la bandera de la República, animales de granja, un caballo y una palmera.
Componen la exposición “Lápiz, papel y bombas (1936-1939)” un centenar de dibujos infantiles, además de siete fotografías y tres paneles explicativos. Organizada por la Universidad de Alicante, la muestra puede visitarse hasta el 30 de julio en la sala de la Muralla del Col.legi Major Rector Peset de la Universitat de València. Agrupados en apartados temáticos (la guerra, la muerte, la huida, la añoranza, el exilio, la evacuación, la formación en la escuela y la vida cotidiana), las ilustraciones de los niños no sólo ofrecen un testimonio vital y cercano de la guerra, sino que constituyen un documento historiográfico de primer orden.
Se conservan hoy más de 2.000 dibujos que realizaron niños y niñas durante la Guerra Civil en las colonias. Las ilustraciones se encuentran repartidas por lugares muy diferentes. La Biblioteca Nacional (Madrid) cuenta con 1.172, la Universidad de California en San Diego con 617 y la de Columbia (Nueva York) con 153. Institucions del estado español, Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña también acogen dibujos. La asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE) y el Centro Español de Moscú (CEM) depositaron las ilustraciones de los niños evacuados a Rusia en el Archivo Nacional de Cataluña.
La exposición destaca el valor testimonial de las representaciones infantiles, “ya que no sólo muestran las vivencias y actividades diarias en las colonias, sino también los principios republicanos que los maestros inculcan a los escolares”, afirman los organizadores de la muestra. En España y otros países se organizaron exposiciones de dibujos para advertir de la barbarie y obtener recursos para el mantenimiento de las colonias infantiles. Las ilustraciones también hacen referencia a los ataques de la aviación franquista, del fascismo italiano y del nazismo, en el frente (por ejemplo en Madrid y Port-Bou) o contra la población civil. Los dibujos más entusiastas y militantes tienen como objeto la victoria republicana en la Batalla de Teruel, en el invierno de 1937.
Es lo que pone de manifiesto el dibujo con lápiz de M. Bosque, de 15 años, alumno del Instituto de Segunda Enseñanza La Gasca de Madrid. La composición tiene como protagonista a un miliciano, que en la palma de la mano derecha sostiene la maqueta de Teruel mientras con la izquierda agarra el fusil; Ocurre esto al tiempo que una araña con la esvástica en el centro aparece derrotada (“El ejército del pueblo arrebata al monstruo fascista la capital del bajo Aragón, Teruel”, dice la leyenda). De un expresionismo más acentuado es el dibujo “Así venceremos”, en el que una bestia con el nombre de “fascismo” en el vientre, y sobre el lomo una figura con sombrero (“el capitalismo”), sorprende con una cabeza de tres ramales: Franco, Mussolini y Hitler. Enfrente, dos soldados con un cañón (“unidad”) e identificados como CNT y UGT.
Una parte de la muestra de la Universidad de Alicante se dedica a la evacuación. Durante la guerra fueron numerosas las expediciones de niños que, huyendo de las bombas y la represión de los facciosos, se dirigieron a la costa mediterránea o al extranjero. Los traslados tenían lugar según iba evolucionando el frente de combate. Organizaciones como Socorro Rojo Internacional, Solidaridad Internacional Antifascista, Brigadas Internacionales, CNT, UGT, además de los comités solidarios de Suecia, Noruega, Francia, Reino Unido, Holanda, Cuba, Argentina o los cuáqueros de Estados Unidos colaboraron en las evacuaciones. La exposición recuerda, además, cómo a partir de 1937 el gobierno coordinó el éxodo mediante el Consejo Nacional de la Infancia Evacuada, que tuvo sede primero en Valencia y después en Barcelona.
En una composición titulada “Durante el viaje”, Rafaela Jover Rodríguez pinta el interior del tren con familias enteras en los bancos de madera. F. Sanz capta otro momento del proceso de evacuación: los mozos que cargan sacos y maletas en el tren Madrid-Valencia, antes de partir. R. Salgado (10 años), de la guardería Arco Iris de Villajoyosa, acompaña con el siguiente texto un dibujo de agradecimiento: “Si no fuera por la Cruz Roja se hubiran (sic) muerto muchos milicianos”. El 11 de noviembre de 1938 Ricardo Prat, de 11 años, pinta a “mi madre en la mañana de mi evacuación”. “Esta escena representa el día de la evacuación cuando al ir a subir al tren vimos a un avión que ya tiraba y tubimos (sic) de ir a un refugio de allí cerca”, glosa una niña de 13 años.
La ocupación de Cataluña espoleó la huida a Francia a través de los Pirineos. Hubo muchos menores que viajaron solos, con una tarjeta de identificación; otros salieron de España junto a sus familiares. En el periodo final de la contienda, 70.000 niños abandonaron el país. “Aunque buena parte de ellos fueron repatriados después, otros hicieron un prolongado exilio”, explica uno de los paneles. “Empezaba así un largo camino hacia el reencuentro con sus familias”. Y la añoranza de un tiempo pasado (el de antes de la guerra), que sin duda fue mejor. Así lo testimonia Inés Millán Romeo (13 años), de la colonia infantil de Bayona (Francia): “Esta escena (en referencia al dibujo) representa la alegría que sentíamos cuando mi papá (viajante) volvía a casa. Mi hermano y yo corríamos a abrazarle y a registrarle los bolsillos, para ver qué nos traía de otras ciudades”.
Iniciada la contienda, un menor de la colonia número 10 de Elda (Alicante) se hace eco del terrible presente: en “Octubre 1936. La venganza en el hijo” dibuja en varias fases a un agente de la guardia civil deteniendo a un muchacho. La primera parte de la muestra se centra en la guerra. Encabeza la serie de dibujos una fotografía lúdica y estremecedora: cinco niños disfrazados de soldados y posicionados en pelotón juegan a fusilar a otros tres, situados sobre una piedra. La fotografía capta el momento en que esperan la orden de ejecución.
Manuel Moreno, de 13 años, dibuja los obuses sobre Madrid. Aparecen en la ilustración los muertos en la calle, el camión de la Cruz Roja transitando y los milicianos que deambulan, en una atmósfera de caos y destrucción. En perfecta caligrafía y sobre papel pautado, Juanito Durán Gratacós (13 años), del Centro Español Cerbère (Francia), glosa de esta manera la barbarie: “Este dibujo representa el primer día de bombardeo y una casa y mujeres y hombres que están tirados en tierra”. “Refugiados en los árboles” (Josefa, de 8 años); “Bombardeos en la cola de la leche” (Rafael, de 13 años); “Huyendo de la muerte” (Manolo, de 12 años)…
La etapa formativa de los niños también tiene un espacio en la exposición. “La escuela, la maestra explica y los niños que escuchan”, dibuja Teresa, de 10 años. Santiago Carrana (14 años), de la Colonia de Nules (Castellón) deja constancia de “Mi examen de ciencias” ante un tribunal de tres miembros. Los andamios de una casa en construcción, con los obreros en el tajo, es un dibujo de Emilio Díaz que titula “Albañiles trabajando. Seré albañil”. Bombardeos, evacuación, exilio… Lejos del frente de combate, en las colonias, la infancia dibuja.