Artículo de opinión de nuestra compañera Carmen Jareño de CGT y Secretaria del Sindicato Transportes de València, publicado en el diario Levante.
El pasado 18 de mayo, el sector del transporte profesional por carretera fue a la huelga. Convocada por el Sector Federal de Transporte por Carretera de CGT (SFTC-CGT) y en el marco de una huelga general de 24 horas, la movilización trataba de dar visibilidad al incumplimiento de un Real Decreto que, desde el 2011, establece la edad de jubilación de los conductores/as a los 60 años. Se trataba, además, de poner de manifiesto que se juega con las vidas de las personas trabajadoras de este sector, pero también con la ciudadanía que transita las carreteras de todo el estado.
La movilización era totalmente justificada y, a día de hoy, sólo suponía un paso adelante en la lucha por los derechos de la clase trabajadora que, desde CGT, no cesamos de defender con la acción directa. La valoración hecha en su momento fue positiva aun reconociendo desde las limitaciones y dificultades de partida, que se remó contra la desmovilización de otros sindicatos, el boicot esperado de la patronal y el silencio tantas veces cómplice de los medios de comunicación.
El 18 de mayo CGT se movilizó en València y se concentró en la céntrica calle de Colón para que se produjera esa visibilidad buscada que pretendía hacer llegar a la ciudadanía el conflicto y tratar de conseguir su complicidad. En dicho contexto de huelga general y ante una concentración numerosa, la manifestación se convirtió, de manera espontánea, en una marcha totalmente tranquila que discurrió por la citada calle Colón hacia la de Xàtiva para acabar en la plaza del Ayuntamiento a través de la avenida del Marqués de Sotelo.
Las fuerzas del orden acompañaron la marcha sin ningún problema. Cuando únicamente quedaba recoger las pancartas, parece que se dio la orden de identificar no sólo a quienes eran responsables de la convocatoria, sino a todos aquellos que sostenían la pancarta de cabecera. Identificar por parte de las fuerzas del Estado a manifestantes o a ciudadanas de a pie, hace ya tiempo que sabemos lo que significa: que no hace falta ni negarse ni cuestionar ni decir nada para esperar la sanción que llega tarde o temprano. Y desde CGT como desde tantos otros colectivos ciudadanos, sabemos muy bien que las cartas llegan.
Esta vez no ha sido diferente. En el fragor del tórrido verano llegaron 11 cartas con sus respectivas sanciones. Ha llegado el otoño, pero el cambio climático sigue haciendo tórrido el ambiente. La vida pública centrada en el escenario de los dimes y diretes políticos parece olvidar algunos asuntos que, sin embargo, afectan a un amplio espectro de la ciudadanía.
Entre tanta amnistía, ¿cuánta amnesia estamos dispuestas a aceptar? Porque la Ley Mordaza tiene demasiadas víctimas a sus espaldas y se la ha utilizado como bandera cuando ha interesado. De entrada era No, pero ¿de salida? ¿Se va a seguir amordazando la contestación social a base de miedo, represión y sanciones económicas?
La No derogación de la Ley Mordaza parece ser que no levanta las mismas ampollas que las recientes cancelaciones culturales o los movimientos de los partidos reaccionarios. Pero todo lo derivado de dicha Ley seguirá permitiendo censuras , cancelaciones y, sobre todo, amedrentar y reprimir la libertad de todas aquellas personas que quieran ejercer su derecho a una ciudadanía responsable capaz de tomar conciencia de que la calle no es de «ellos» ( dejemos los personalismos porque tristemente hay demasiados ), sino de que la calle es nuestra.
100 años del asesinato de Salvador Seguí. Decía que, en el sindicalismo, el único héroe es el colectivo. En la contestación social, también.