El motivo de que hace ahora una docena de años me decidiera a escribir el libro obedeció a una reacción espontánea, no a un proyecto premeditado. Ocurrió lo siguiente: invitado por la Universidad de Marburgo a dar una conferencia sobre nuestra incivil guerra, comprobé que el auditorio tenía una idea completamente desfigurada de lo que fue aquello, hasta el punto de que algunos asistentes al acto daban por supuesto que Andrés Nin, el líder del POUM asesinado por los estalinistas españoles o rusos, era un agente al servicio de Franco y el fascismo. Indignado y sin pensarlo un segundo, a la mañana siguiente llamé a la editorial Nautilus de Hamburgo para proponerles convertir mi ponencia en un libro. Año y medio después aparecía DIE LIBERTÄRE REVOLUTION- Die Anarchisten im spanischen Bürgerkrieg.
¿Cuánto de científico tiene la obra y cuánto de ensayo y/o opinión? ¿Cuáles son las principales fuentes que utilizaste para tu investigación?
En qué medida mi obra es «científica» o no, lo dejo al criterio de la crítica y de mis lectores. Dicho esto añadiré que el concepto de «científico» como sinónimo de objetividad y rigor profesional ha sido utilizado una y otra vez para deformar la realidad y servir a intereses ideológicos bastardos, como ha ocurrido también con una parte mayor o menor de la bibliografía sobre nuestra contienda fratricida. Mi obra es en primer lugar una obra de historia de corte clásico, pero a la vez narrada e interpretada desde mi perspectiva libertaria. Las 400 páginas del libro contienen un extenso aparato bibliográfico con alrededor de 700 citas en castellano, francés, inglés, alemán, catalán e italiano. Consulté también los archivos del Instituto Internacional de Historia Social de Amsterdam y otras fuentes escritas. Pero como insider y conocedor de primera mano y desde mi niñez de los entresijos del Movimiento Libertario y de mi trato personal o de mi amistad con los militantes más destacados de la CNT y la FAI, mi fuente de información más valiosa fue lo que aprendí de ellos, empezando por mi padre, compañero y amigo de Salvador Seguí, Juan Peiró o Ángel Pestaña.
Aunque no he leído el libro, sí que he leído y escuchado algunas entrevistas. En ellas afirmas que en contra de lo que apunta Hans Magnus Enzensberger, la revolución libertaria en España no fue un corto verano sino que empezó con la guerra y con la guerra acabó. ¿Cuándo crees que comienza a fraguarse el poderoso movimiento anarquista ibérico que alcanza su punto álgido en 1936-1937?
En su libro El corto verano de la anarquía Hans-Magnus Enzensberger traza un cuadro esencialmente positivo de la actuación del anarcosindicalismo español. Que eligiera este título más simbólico que real no me parece importante, aunque yo, en efecto, aluda a él en mi libro. Como movimiento orgánico, el anarquismo empieza a cobrar forma concreta tras la fundación en 1864 y en Londres, de la Asociación Internacional de Trabajadores, pero como movimiento de masas se consolida a partir de principios del siglo XX, como se desprende ya de la fundación de la Confederación Nacional del Trabajo en 1910.
Me comentaste durante nuestra charla telefónica que el libro es una obra histórica que ofrecía una mirada muy crítica con el papel del PCE en (o contra) esa revolución libertaria: ¿cuál crees que fue el mayor pecado de los comunistas españoles? Hay algunas voces que incluso acusan a los comunistas de haber mandado asesinar a Durruti, una condición de Moscú para seguir apoyando militarmente a la República…
Los comunistas del PCE y del PSUC combatieron a sangre y fuego no sólo las colectividades libertarias, sino todo lo que se oponía a las siniestras consignas de Stalin, como hicieron con los militantes del POUM o con Largo Caballero, que a la inversa de Negrín, tuvo la gallardía de enfrentarse a ellos y arrojar de su despacho al embajador ruso. Nunca me he preguntado cuál ha sido el mayor pecado cometido por los comunistas españoles, ya que siempre los he considerado, en conjunto, como un cuerpo extraño y contraproducente dentro de la tradición obrera de nuestro país. En cuanto a la muerte de Durruti y sus motivos de fondo carezco de la suficiente información fidedigna para emitir juicios de valor o perderme en conjeturas sobre lo que sucedió.
5. Sin embargo, muchos opinan que el excesivo utopismo o libertarismo de la CNT provocó que la República perdiese la guerra contra Franco. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Acusar al Movimiento Libertario de la derrota militar de la República a causa de querer hacer al mismo tiempo la guerra y la revolución significa identificarse con la tesis difundida desde el primer momento por Stalin y sus esbirros y cómplices en España, un tema del que en mi libro me ocupo in extenso. El bando republicano perdió la guerra porque carecía de las armas suficientes y porque Stalin impuso una logística cuya finalidad no era la de posibilitar la victoria, sino la de prolongar la guerra y diferir así el inminente ataque de Hitler a la Unión Soviética, otro de los aspectos cruciales que analizo a fondo en mi libro. Largo Caballero fue derrocado precisamente porque quería elegir una estrategia bélica totalmente opuesta a la que imponía Moscú.
¿Cuál crees que fueron los mayores errores del anarquismo español? Hay voces que apuntan al anarquismo como el principal responsable en el uso indiscriminado de la violencia y de la represión en la zona republicana: ¿estás de acuerdo?
El primer gran error cometido por los dirigentes anarcosindicalistas tuvo lugar en Barcelona y consistió en haber confiado ingenuamente en la solidaridad y la lealtad de grupos y sectores políticos hostiles que en poco tiempo lograron contrarrestar la hegemonía libertaria e imponer sus propios intereses y objetivos. Y su segundo gran error fue el del burocratismo y el ordenancismo de los innumerables Comités surgidos a lo largo de la guerra y su alejamiento de las masas confederales. No menos fatal fue que un personaje de rompe y rasga como Marianet, debidamente apoyado por Federica Montseny, dirigiera durante la guerra el Comité Nacional de la CNT, para no hablar de otras miserias humanas. Por lo que respecta a la violencia y a los crímenes cometidos en el bando republicano, una de las estratagemas comunistas fue la de hacer responsables a la CNT-FAI de todas las tropelías, excesos punitivos y actos de venganza que se cometieron en el bando republicano. No faltaron sin duda elementos advenedizos y pseudo-anarquistas que valiéndose de su carnet confederal y contraviniendo las instrucciones expresas dadas por los órganos libertarios repetidas veces, practicaron el pillaje y la violencia, incendiaron iglesias y mataron a pobres monjas y sacerdotes. Lo que la propaganda anti-libertaria calla es que los verdaderos anarquistas no sólo no participaron en los hechos de sangre sino que salvaron la vida de personas amenazadas, como hicieron Juan Peiró y mi padre en Mataró y Barcelona o Josep Alomá en Tarragona, para no citar si no ejemplos que conozco de primera mano. Lo que ni la CNT ni la FAI hicieron durante la guerra civil fue organizar checas y cárceles secretas para torturar y asesinar a sus rivales políticos, como hizo el mismo partido comunista que acusaba a los anarquistas de fomentar el desorden y el caos.
Autores como Noam Chomsky opinan que la revolución libertaria española fue única: probablemente la última auténtica revolución de fuertes bases morales y utópicas. En tu opinión. ¿qué elementos crees que hicieron posible esa revolución así como que el movimiento anarquista español alcanzase ese nivel de organización y vertebración social?
Noam Chomski tenía razón. A diferencia del carácter abiertamente totalitario y coactivo de la revolución bolchevique de 1917 y de la que implantó Mao Tse Tung en China, la revolución social llevada a cabo por los libertarios españoles se basó en el principio de autodeterminación y asociación voluntaria. Si esta hazaña fue posible se debio sobre todo a la importancia que los anarquistas españoles adjudicaron desde el primer momento a la educación moral y a la cultura, a su amor a la libertad, a su sentido innato de la igualdad y a su defensa de la dignidad humana. Es en este trasfondo ético donde hay que ir a buscar la clave de las colectividades libertarias y su alto nivel de organización. Pero estas apreciaciones quedarían muy incompletas si no señalásemos que la epopeya colectivista de los anarquistas españoles fue la encarnación moderna de los valores humanistas que nuestros grandes clásicos del Siglo de Oro expresaron en sus obras, a su cabeza Cervantes, como he subrayado en mi libro y mal que le pese a cierto tipo obtuso y resentido de comunista que cree que la ciencia universal fue inventada por Carlos Marx.
Se cumple ahora el centenario de la fundación de la CNT y muchas publicaciones repasan el movimiento anarquista. Sin embargo, da la sensación que lo hacen desde la simpatía hacia un movimiento o ideología que pertenecen al pasado, que ya no es válido como patrón social. Si observamos la poca importancia actual de la CNT como sindicato (casi residual), el movimiento libertario parece ser definitivamente cosa del pasado. En una época como la actual, en la que la crisis del sistema capitalista es más que evidente y en la que la catástrofe del actual sistema económico exige alternativas viables, ¿cuánto crees que ofrece de aprovechable el ideario libertario? ¿Crees que la autogestión es un valor con futuro?
Hay valores como el bien, la justicia, la amistad o la solidaridad que conservarán siempre su legitimidad intrínseca, también en períodos históricos o sociedades en las que a nivel cuantitativo desempeñen un papel marginal, como ocurre por desgracia en la actual sociedad tardocapitalista. Ésta es la gran lección moral que nos han transmitido los grandes maestros griegos, de los que en aspectos esenciales el anarquismo se nutre. Rechazar estos valores eternos implica caer en el relativismo, el historicismo, el formalismo, el oportunismo y el «todo está permitido» proclamado por Iván Karamazov. La mano de obra industrial y agraria de antaño ha sido sustituída en gran parte por el sector terciario de servicios y el trabajo de oficina, pero esta diversificación profesional y laboral no signfica en modo alguno que el principio de autogestión haya perdido su sentido original, como intenté demostrar hace años en mi libro «Sindicalismo y autogestión» y posteriormente en más de uno de mis libros en lengua alemana. Por lo demás, el anarcosindicalismo no es el único ideario o movimiento que haya perdido la fuerza que tuvo en España en la década del treinta. No menor o incluso más fulminante ha sido el descenso histórico del comunismo y el socialismo europeos, a menos, claro está, que consideremos como socialistas al PSOE de Zapatero, al laborismo inglés o a la socialdemocracia alemana, todos ellos fieles y devotos servidores de la burguesía y del imperialismo. Pero también el sindicalismo ha pasado a ser una pálida sombra del pasado, y ello empezando por sus bajos índices de afiliación, no sólo en Norteamérica sino también en nuestro país, en el que los llamados sindicatos mayoritarios CCOO y UGT son en realidad altamente minoritarios en relación a la totalidad de la población activa.
Tú llevas cincuenta años viviendo en Alemania, lo que algunos califican de exilio voluntario: ¿cómo ves a la España actual desde la distancia? ¿Crees que queda algo de ese hombre bueno y luchador que describe George Orwell en su libro «Homenaje a Cataluña» o, por el contrario, opinas que el dinero y el (falso) bienestar apoyado en el consumismo más vacío que ha sufrido la sociedad española desde la muerte de Franco ha acabado con esos valores?
España, a la que tanto he amado y por la que tanto he luchado en mis libros de habla alemana y en los foros públicos de mi país de acogida, me da pena. Y ello reza ya para la casta política que desde el fin de la dictadura gobierna el país, trátese de la derecha tipo Aznar o de las huestes de Felipe González y del actual inquilino de la Moncloa. En vez de solucionar los problemas endémicos del país –carencia de una economía sólida y de justicia distributiva- consagran sus mejores energías en insultarse mutuamente y en componer su imagen publicitaria. En el plano empresarial, España sigue siendo un país sin una burguesía digna de este nombre y consciente de sus deberes. Es más especuladora que creadora, lo que explica que a nivel tecnológico sigamos siendo una colonia de los grandes consorcios extranjeros. ¿Cabe mayor dislate que el de creer que el futuro de España depende del turismo y de la industria del ladrillo? Por todas partes incompetencia, corrupción, diletantismo, estériles peleas de gallo, promesas incumplidas. Existen sin duda minorías que no han perdido del todo el sentido de la vergüenza y luchan por una España mejor de la que tenemos ahora, pero el tipo de militante o de español que tanto impresionó a Orwell se ha convertido en un bello recuerdo del pasado. Lo que en general prevalece es la triste España de pandereta surgida en los infaustos siglos de decadencia.
El desempleo en España ha rebasado ya el 20 por ciento de la población activa y parece que la crisis económica que está sufriendo España es estructural y va hacer temblar las bases de un modelo económico que hace cinco años parecía incontestable, a pesar del enorme daño que estaba provocando en el medio ambiente y, sobre todo, en la capacidad de organización de la clase trabajadora. ¿Crees que esta crisis puede hacer reflexionar al trabajador y a hacer que recupere su conciencia de clase y su capacidad de autoorganización?
De momento, el elevado índice de paro, la creciente inseguridad laboral y los recortes salariales introducidos por el gobierno zapaterista han constituído un chock para los trabajadores y sectores sindicales que creían que el desarrollo del capitalismo salvaje no era incompatible con la continuidad del bienestar material de las clases asalariadas. La huelga de finales de septiembre ha sido el primer signo visible de que han empezado a abrir los ojos y a despedirse de sus ingenuas ilusiones. Pero de eso a recuperar la conciencia de clase en el sentido clásico de la palabra hay todavía mucha distancia. Para que llegue ese momento –si es que llega- será imprescindible un largo proceso de autoeducación ideológica y militante, lo que a su vez requerirá, como condición previa, liberarse del fetichismo consumista y hedonista que se ha incrustado también en el alma de muchos trabajadores y volver a las fuentes de la cultura genuinamente obrera.
Miramos al modelo soviético y al cubano, que fracasaron porque no supieron entender que la utopía no se puede imponer, que la sociedad nueva no se construye desde la imposición, la ortodoxia ni la dictadura, sino desde la participación voluntaria de las clases populares y desde la democracia bien entendida. Miramos al modelo chino, que hace del pragmatismo su seña de identidad y une a la perfección la dictadura política del partido comunista más férrea y la dictadura económica de mercado del carácter más duramente neoliberal. A estas alturas, ¿crees que hay una alternativa al capitalismo de mercado o del Estado? ¿Eres optismista y crees que el hombre todavía puede salvarse a sí mismo?