El creador Rubén Uceda presenta la novela gráfica “El corazón del sueño” en las jornadas libertarias de CGT-Valencia.
Mujeres en el frente. En una de las viñetas aparece la miliciana Casilda Méndez, que se presenta ante el lector sujetando un rifle. “Somos verdaderos ignorantes en las cuestiones de la guerra… Pero nos invade una pasión enorme creyendo que realizamos una acción indispensable para la Revolución”. Afirma en el siguiente dibujo: “Por eso estamos aquí; sin otro remedio que improvisar en todo y actuar de manera impetuosa… Desgraciadamente el enemigo está preparado… y ha fraguado sus planes…”. En el dibujo contiguo puede verse a la guerrillera en el frente, en medio del estallido de las bombas: “La guerra es un duro aprendizaje”. Mientras dispara con el rifle al hombro -apoyado en una trinchera- se lamenta porque son muy pocas las milicianas combatientes. En el gorro se la puede identificar como “Mendeku”.
En otra ilustración, mujeres campesinas lavan la ropa y unos jornaleros laboran los campos en una colectividad anarquista. Probablemente sea el verano de 1936 en Aragón, Castilla-La Mancha o el País Valenciano. El texto explica que ha desparecido el dinero y, por tanto, los egoísmos; sí que hay, en cambio, mucho entusiasmo: se trabajan las tierras requisadas a los terratenientes junto a otras incultas y abandonadas. Todos aportan su pedazo de tierra, aperos y animales. Los campos, antes yermos, ahora exhiben olivos, viñas y almendros.
La novela gráfica de 230 páginas “El corazón del sueño” se ambienta en el verano y otoño de 1936. El autor del guión, diseño e ilustraciones en blanco y negro, Rubén Uceda, ha participado en las XVIII Jornadas Libertarias de CGT-València, dedicadas al 80 aniversario de la revolución social en España. Editado por Solidaridad Obrera, la primera edición del libro vio la luz en mayo de 2014. El protagonista del cómic, colectivo, reúne a 15 personajes: Durruti, Cipriano Mera, Antoine Giménez, García Oliver, Simone Weil, Soledad Estorach, Casilda “la miliciana”, Félix Likiniano, José Villanueva, Joaquina Dorado… Se trata de “trabajadores con anhelos revolucionarios”, resume el autor. En “El corazón del sueño”, Uceda ha realizado una tarea previa de documentación en una veintena de libros, principalmente de memorias y biografías, como “Durruti y la revolución española”, del “histórico” anarcosindicalista Abel Paz; o las memorias de Cipriano Mera (“Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista”). Otra de las fuentes de “El corazón del sueño” son los ensayos: “La revolución de los comités”, de Agustín Guillamón, o “Pioneras y revolucionarias”, de Eulalia Vega. A partir de los textos, explica el creador, hace como el cirujano que intenta extraer pequeñas “perlas” de una concha marina: “Un relato global a partir de las experiencias vitales y las anécdotas”.
Una de las ideas que el libro pretende transmitir a militantes y activistas es que las experiencias autogestionarias no están exentas de conflictos y contradicciones, pero “hay todo un recorrido previo que se hizo en las colectividades de 1936 –en Cataluña, Aragón o el País Valenciano- y que hoy nos puede servir”. En cambio, “en Madrid se entró en el Gobierno”, explica Rubén Uceda. Entre los quince protagonistas de la novela destaca a uno, Cipriano Mera, a quien el creador considera un “atleta de la moralidad”. Quiere decir con la expresión que este obrero de la construcción y militante anarcosindicalista, que empezó a trabajar a los 11 años, “nunca te engañará, y cuando no te cuenta algo es porque realmente no puede”. Con todos estos mimbres, el texto ilustrado suma unas 40 presentaciones, sobre todo en Ateneos impulsados por la CNT. Además, el sindicato de camareros griegos ha realizado una edición de 500 ejemplares, lo que implica “multiplicar por mucho esta cifra en número de lecturas”, según ha constatado el autor de “El corazón del sueño”.
Mientras compone los libros ilustrados, Rubén Uceda, de 44 años, se gana la vida como trabajador forestal del área de incendios en TRAGSA. Está afiliado a la CGT. “No soy un profesional del cómic”, aclara, pero puede expresar, contar y tiene la libertad de elegir los contenidos; de hacer una labor militante, que contribuya a la transformación social. Pero esto no significa que no quiera dedicarse profesionalmente a la novela gráfica: cada libro, de entre 120 y 200 páginas, es el resultado de tres o cuatro años de trabajo. Antes de “El corazón del sueño” alumbró novelas como “El decapital. Tratado sobre el divino consumo” (La Oveja Roja, 2012), que pone de manifiesto el cambio de la cabeza y el corazón por una tarjeta de crédito.
En otro cómic, “Vahídos” (2008, Klinamen), un alegato de la vida sin máquinas y fuera de la urbe. En “Versoñetas”, comparte sus viñetas con los versos del filósofo y poeta Jorge Riechmann. Otra de las novelas de Rubén Uceda aborda los “nudos del camino” que representó la Transición española, entre 1969 y 1981. No se trata de un trabajo complaciente: dedica ocho apartados al “atado y bien atado” y siete a poderosos funcionarios o “pretorianos”. Pero también a las asambleas de mujeres, la autonomía obrera, los hechos de Vitoria-Gasteiz, la Barcelona libertaria, las comunas, el militante comunista o “Nuklearrik Ez”.
El lector de “El corazón del sueño” puede recrearse en las viñetas de Durruti en un mitin en Barcelona, entre pancartas de la CNT, la FAI, las Juventudes Libertarias y otras que representan al ramo (anarcosindicalista) de la construcción. El camarada Buenaventura Durruti arenga a las masas: “¡Vuestra presencia en este mitin y la mía en esta tribuna! “¡Debe mostrar claramente a estos cabrones de la burguesía y el Gobierno…!” Uceda destaca cómo en 1936 se produjo un “vacío de poder” en la zona republicana, y florecieron las colectividades. “Hasta los años 70 no se empezó a hablar de ‘autogestión’”, aclara en las XVIII jornadas libertarias de CGT-València. Se refiere a las colectivizaciones en el campo, la industria y los servicios, también su novela ilustrada sobre la revolución de 1936 es “coral”; sin embargo, alumbrar un cómic recarga los esfuerzos en el autor, en el trabajo individual. Antes de su dedicación a las novelas ilustradas, Rubén Uceda participó en proyectos colectivos como “Bajo el asfalto está la huerta!” y otros. En la época escaseaban las iniciativas de agricultura autogestionada y sostenible, que hoy proliferan. Pensó entonces que muchas veces “estamos en nuestros pequeños chiringuitos… y nos hace falta dar un salto colectivo; además tenemos discusiones y enfrentamientos en nuestros espacios”. Estas experiencias avivaron la necesidad de encontrar “referentes”. Y apareció el 36…
Pese a las limitaciones y contradicciones, “se demostró que el modelo de autogestión puede extenderse a toda la sociedad; en los años 70 se promovió la recuperación de estas iniciativas, pero después el proceso se estancó”, explica en la mesa redonda titulada “Se hace la revolución caminando”. El ilustrador quiso contarse esta idea y –mediante el cómic- difundirla a otros. Así podía, además, configurar un relato diferente al de quienes controlan el poder, que a través de películas, ensayos y novelas transmiten la imagen de los “violadores, borrachos y caóticos” colectivizadores anarquistas. El problema es que más de una vez los activistas libertarios se han “comido” el retrato oficial, advierte.
Así, frente a los discursos de la criminalización, se planteó dos objetivos: una mirada “larga”, “que nos permita cargar las pilas y respirar”; y también emocionar, porque Rubén Uceda reivindica la función tradicional del arte: “Si uno ha de contar el colapso ambiental o financiero, puede hacerlo ‘a palo seco’ o de mala manera, pero el arte te permite que lo hagas con belleza”. De lo contrario, “no llegamos ni a la vuelta de la esquina”. Se trata de relatos (gráficos) que buscan la verdad “revolucionaria” (siempre lo es), como alternativa a los que genera la izquierda keynesiana y desarrollista. “Necesitamos esa otra perspectiva, tras 5.000 años de guerra y patriarcado”. Pero matiza, “hay muchas cosas que contar, no sólo la revolución anarquista”. Coincide con el revolucionario anarquista Salvador Seguí, cuando afirmaba que sólo vive quien lucha, porque las lagunas estancadas están muertas: las ideas, como la sangre viva, siempre han de estar en circulación…