Después de un año y medio de trabajo de investigación, Josep Pimentel ha publicado recientemente su primer libro: “Barricada. Una història de la Barcelona revolucionària” (Ed. Centre d’Estudis Federica Montseny de Badalona), presentado en la librería asociativa La Repartidora (Valencia). El autor, diplomado en Relaciones Laborales, licenciado en Humanidades e historiador vocacional, adopta en el texto la perspectiva de los trabajadores manuales “de cuello azul”, quienes integraban las barricadas y luchaban en los barrios. Josep Pimentel no manifiesta ningún interés por los grandes liderazgos. Lo decisivo, entre julio de 1936 y diciembre de 1938 en Barcelona, fueron las colectivizaciones, las barricadas (un elemento fundamentalmente simbólico) y el funcionamiento de una sociedad obrera paralela a la burguesa, que se empezó a forjar en torno a 1870. El libro de 100 páginas tiene ánimo divulgativo, según el autor. “Pretende despertar el interés de quienes desconocen lo que pasó en la Barcelona revolucionaria”.
– Una de las tesis del libro es que las barricadas tenían en la Barcelona de julio de 1936 una función sobre todo simbólica…
Edificadas con piedras, las barricadas representan la rebeldía. No tienen una función estratégica. Se construyeron barricadas también en la Semana Trágica (1909) y de manera espontánea en la ocupación del edificio de la Telefónica (mayo de 1937). Hoy no sería posible levantar barricadas porque el asfalto ha sustituido a los adoquines.
-El libro comprende el periodo julio de 1936-diciembre de 1938. ¿Por qué eliges estas dos fechas?
La primera parte julio de 1936-mayo de 1937 es la que corresponde a la Barcelona revolucionaria. Entre mayo de 1937 (sucesos de la Telefónica) y 1938, se desvanece el “sueño” revolucionario por diferentes factores. En primer lugar a causa del hambre (si el pueblo no tiene la barriga llena, la revolución continúa pero pasa a un segundo plano). Además, en mayo de 1937 los líderes anarquistas piden a la militancia que abandone las barricadas. Por otro lado las fuerzas políticas burguesas, ERC y una parte del PSUC, intentan liquidar la revolución, aunque no lo consiguen por la fuerza del movimiento libertario. Otro factor son los bombardeos indiscriminados de la aviación franquista contra la población civil, a la que se trata de desmoralizar. Éste es un asunto poco estudiado. Barcelona es la primera ciudad europea en sufrir un bombardeo indiscriminado en el siglo XX. Sólo el 18 de marzo de 1938 murieron en Barcelona mil personas por efecto de los ataques aéreos.
-¿Qué punto de vista adoptas a la hora de escribir el libro?
El del obrero manual que vivió en primera persona la revolución. No me interesa en absoluto el fenómeno de los líderes, tampoco los de la CNT (en el libro sólo se cita una vez a Durruti, y de pasada). Para el texto realicé entrevistas a obreros anuales, sobre todo gente que eran niños o adolescentes en la época (hijos de estos obreros). El hilo conductor de “Barricada. Una historia de la Barcelona revolucionaria” es la memoria de Pedro García, hijo de inmigrantes de Almería que nació en el barrio barcelonés de Can Tunis.
-¿Consideras que este libro se inscribe en una forma de historiar la guerra de 1936 y la revolución distinta de la académica y convencional?
A la nueva historiografía, y particularmente a los historiadores jóvenes, nos interesa sobre todo lo que hizo la gente anónima y de base, no tanto los hechos de los líderes. En el Camp de la Bota (Barcelona) las tropas franquistas fusilaron a mucha gente, pues bien, el 70% de los militantes de la CNT enterrados eran obreros manuales que procedían de la inmigración. Éste es el perfil de la gente que investigué para el libro. Me interesa la perspectiva de quienes vivieron la revolución desde los barrios, no en un despacho. Aparecen en el libro unos 15 testimonios de estas características. También estudié los relatos de periodistas de la época de diferente filiación (liberales, republicanos, cristianos, socialistas o marxistas).
-¿Qué aporta el testimonio de Pedro García?
En la parte final del libro se publican 15 páginas de sus memorias. Vivió la revolución. De familia inmigrante, la mayoría estaban vinculados al anarquismo, bien por ideología bien porque la CNT les abrió puertas laborales o de acceso a la vivienda y la educación. El padre de Pedro García estuvo en la Columna Durruti y sus tíos en la columna Los Aguiluchos de la FAI. Pedro, que tenía 12 años en la época, estudió en una escuela racionalista y pasó por los espacios de sociabilidad obrera que existían en la época. Su testimonio transmite además una idea muy importante, la solidaridad. Cuando un obrero se hallaba en prisión, su mujer vendía ajos o verduras en la puerta del mercado. Los trabajadores le compraban solidariamente pues intuían que tenía un familiar preso. Esto le ocurrió a la familia de Pedro García.
-¿A qué atribuyes el triunfo de la revolución libertaria en la Barcelona de 1936?
El hecho que más me ha interesado es que con carácter previo se formara una sociedad paralela a la burguesa. El punto de origen es 1870, cuando las sociedades obreras se adhirieron a la AIT. A partir de entonces empieza a tomar cuerpo todo un entramado de escuelas racionalistas, cooperativas, prensa obrera, centros excursionistas, ateneos libertarios, salones de baile… Y la importancia de la calle, donde se desarrollaba buena parte de la vida. Las viviendas obreras eran de tamaño muy reducido, y todo el mundo en la calle se conocía. Por eso cuando se cerraban los sindicatos a causa de la represión o durante la dictadura de Primo de Rivera, la actividad sindical y solidaria continuaba.
-Citas una red de espacios de emancipación que conforman una sociedad paralela. ¿Estaban destinados exclusivamente a los militantes y afiliados de la CNT?
Eran manifestaciones cercanas al mundo anarquista pero que acogían a todo el mundo. Los locales de la CNT en Barcelona eran el primer lugar al que se dirigían los inmigrantes que llegaban a la ciudad. Allí se les ayudaba a buscar habitación, trabajo, a que los hijos ingresaran en una escuela racionalista o los padres en la escuela para adultos. La CNT era algo más que un sindicato.
-¿Cuáles fueron los principales logros de las colectividades en la Barcelona de 1936?
Uno de los ejemplos es la colectivización del metro, desde el 24 de julio de 1936 hasta el final de la guerra. Para el libro he podido trabajar con documentación original, de la contabilidad y las memorias de la empresa. Entre otros logros, se promovió un sistema tarifario integrado (el mismo billete servía para el metro, el tranvía y el autobús). Los alcaldes de Barcelona en los años 90 (del siglo XX) “vendían” esta idea como algo original, pero se puso en práctica ya en 1936. Además, de la empresa del metro se eliminaron 56 altos cargos de carácter “figurativo”, entre los que se hallaban marqueses y personajes de la burguesía. Los altos cargos cobraban en total 30.000 pesetas al mes (la suma de los 36), mientras el sueldo de un maquinista era de 250 pesetas mensuales. El precio del billete se rebajó de 10 pesetas a 0,15 y las personas con minusvalía, mayores, niños y heridos de guerra viajaban gratis.
-¿Qué otros casos de colectivización destacarías, además del metro?
Los comedores populares acabaron con la mendicidad en Barcelona. Se distribuyeron 50.000 raciones de comida diarias. Los trabajadores no sólo colectivizaron el Hotel Ritz (el número uno de Barcelona), sino que además lo convirtieron en un comedor popular. Testimonios de la época señalan que los trabajadores lloraban por el hecho de tener acceso a comida en el “templo” de la burguesía.
-Por último, ¿cometió errores la CNT?
Es muy fácil hablar pasado el tiempo. Por ejemplo, que en “Solidaridad Obrera” y la prensa anarquista se criticara que los obreros defendieran el edificio de la Telefónica, frente a la entrada del ejército de la República. Estos medios hicieron de “altavoz”, digamos, de los dirigentes de la CNT que se integraron en el gobierno.