ciudad”. Una frase con la que pretendía expresar la idea de la apropiación
del espacio como requisito para la condición de sujeto. Pues bien, transcurridas varias décadas,
atentos a las movilizaciones surgidas en distintas ciudades: Túnez, El Cairo, Atenas,
Estambul, Madrid, Rio de Janeiro, Sao Paolo, demostrativas del amplísimo rechazo social que ha suscitado el funcionamiento depredador de la economía de mercado, financiarizada, y de lasinstituciones políticas, se podría decir que aquellas palabras no han perdido vigencia.
este sentido, lo ocurrido en Turquía, concretamente en la Plaza Taksim y el Parque
Gezi, resulta sintomático. Lo que comenzó un 29 de Mayo de 2013 como protesta
pacífica de unos cuantos estudiantes y ecologistas, que se oponían a la remodelación de un
espacio público con fines especulativos, una de las pocas zonas verdes de Estambul- solamente el
2% de la superficie de la ciudad está catalogado como zona verde- tuvo como respuesta por parte
del Estado una durísima actuación policial, lo cual hizo que lo que
había sido un acto minoritario se convirtiera, finalmente, en un conflicto generalizado con múltiples
manifestaciones en todo el país. Unas protestas cuya magnitud
ha llegado a poner en jaque la estabilidad política del hasta ahora intocable TayyedErdogan, sunnista salafí ligado a los hermanos Musulmanes y defensor del neoliberalismo, y del gubernamental
Partido Justicia y Desarrollo .
un problema urbanístico o medioambiental, se haya convertido en algo extremadamente
grave. De entrada, no podemos omitir cómo la persistencia de la memoria histórica
crítica de Plaza Taksim, espacio social y culturalmente diverso en el que han convivido perfectamente armenios,
judios, árabes,.. ha posibilitado desvelar de qué modo los planes de la municipalidad, que comportaban la
destrucción del Centro Cultural Ataturk y la conversión en zona comercial de un antiguo cuartel
reconstruido, demolido en los años 40 dentro de los planes modernizadores de Prost, no solamente
constituían una operación urbanística, sino también, de paso, borrar las
huellas de una porción importante del bagaje cultural e histórico de la Turquía laica ycombatiente. Es preciso recordar, también, que fue aquí donde, en 1977, fueron
asesinados 40 activistas de izquierdas.
todo, hay algunas cuestiones específicas de fondo que nos permitirán
ahondar un poco más en todo esto. En primer lugar, no se puede afirmar que Turquía represente una
réplica exacta de lo que han sido los formatos dictatoriales en algunos Estados (Egipto, Túnez, Bahrein),
puesto que se trata de un país que, a pesar de haber sufrido golpes de Estado, y de la permanente
amenaza del poder del ejército ( al igual que en España o Reino Unido, por ejemplo), principalmente
desde 1998 se ha respetado en cierto modo el ritual democrático. No obstante, sí tiene algunos puntos en común con lasmovilizaciones surgidas en ciudades de otros Estados ( El Cairo, Túnez, Atenas, …); revueltas
en cuyo trasfondo estaría el descontento social por distintas causas (empobrecimiento,
corrupción, arbitrarias…; represión y autoritarismo gubernamentales). Otro de
los factores a tener en cuenta es el talante autocrático del Estado y de las
élites dominantes. Estado, por cierto, miembro de la OTAN, fiel aliado de las potencias
occidentales, principalmente de EEUU, y pieza clave en el equilibrio geoestratégico del
capitalismo global en Oriente Medio. Un Estado que ha aprobado la “Bag Law”, paquete de medidas
de recorte presupuestario precarizantes; que ha prohibido que los sindicatos celebraran el 1 de
Mayo en Plaza Taksim; responsable de que haya 2500 presos políticos; y, por último, que ha
prohibido el aborto y ha tratado de imponer la resislamización con la
anulación de los impedimentos al uso del velo, al introducir determinados
controles sobre el consumo de alcohol y mediante la obligatoriedad la obligatoriedad de las clases de
religión.
ser significativa la manera como se abordaron, desde un principio, las dificultades
económicas a raíz de la crisis 2000-2001. Efectivamente, en esos años, coincidiendo con su
llegada al poder, en 2002, el gobierno Erdogan acordó con el Fondo Monetario Internacional un conjunto de
medidas de ajuste y estabilización económicos que incluían: privatización de servicios y empresas
del sector público; retroceso en los derechos sociales y económicos; facilidades para las inversiones de
capital foráneo. Todo esto, aunque se ha podido traducir en términos macroeconómicos en un crecimiento del 8%
del PIB, en cambio, como ha señalado Nazanin Armanian, ha sido a costa del empeoramiento de las condiciones de vida de la
mayoría y del debilitamiento del propio sistema económico: el 16% de la población está por debajo del umbral de
la pobreza; el chabolismo ha crecido exponencialmente; el 25% de los alumnos no termina la secundaria; el 30% de los
titulados universitarios está en paro; y, por último, la deuda exterior es de 55.000 millones de dólares y la
lira se ha devaluado un 25% desde el 2010.
montañosas de Turquía, provocando la destrucción del ecosistema; construcciones efectuadas contra la voluntad
de la población autóctona, que se ha visto envuelta en un sinnúmero de pleitos y enfrentamientos con
la administración y con las empresas privadas. Un ingrediente a añadir a esta larga lista de desaguisados son
las operaciones de “gentrificación”: expulsión masiva de vecinos con ingresos bajos y
consiguiente demolición de las construcciones existentes para construir viviendas nuevas que se ofrecen a familias con
rentas altas. Es lo que sucedió, primero en Estambul ( Tarlabasi,
Surlukule), pero que después se ha extendido a otras ciudades. Ahora bien, donde el delirio alcanza su grado
máximo es con los megaproyectos: un tercer puente sobre el Bósforo en homenaje al
Sultan Selim I, llamado “El Terrible”, por la masacre de miles de alavíes ( musulmanes no sunitas) que provocó en el s. XVI;
disponer del aeropuerto más grande de Europa con capacidad para 100 millones de pasajeros; y un canal que
comunique el Mar Negro con el Mar de Mármara.
el precio que ha tenido que pagar la mayoría de la población de este país para que se
enriqueciera una reducida casta burguesa, musulmana y neo-otomana, que fantasea con unpasado imperial, la cual, a partir de la figura del primer ministro y de
algunos próceres, ha logrado tejer una perversa tela de araña que engloba
familiares y amigos. Tal ambición pone en tela de juicio, asimismo,
la solidez de las convicciones religiosas de que
hacen gala, cuando lo que prevalece, a la vista está, es el afán de lucro,
uno de los móviles más palpables de la cara oscura, corrupta, del
gobierno de Tayyed Erdogan.
circunscribirlas a la mera reivindicación de la democracia representativa ha contribuido a desvirtuar la
realidad. En primer lugar, no podemos considerar que haya sido, ni mucho menos, que aquel haya
sido un componente predominante de las movilizaciones. A este respecto, parece obvio que para una sociedad
familiarizada con la democracias parlamentaria, incluido el marasmo de contradicciones que acarrea, repetir la
misma escenificación no represente un incentivo. Máxime en un contexto en que las instituciones de la
democracia se hallan profundamente desacreditadas en gran medida por ese rasgo intrínseco que es la
no correspondencia, o mejor la divergencia entre los intereses de lo social y losdel sistema de los partidos. Además, es preciso tener en cuenta el carácter funcional
de este concepto- comodín llamado democracia, que ha permitido tanto describir el
simulacro de la participación política cuanto justificar, asimilar, golpes
de Estado, como acaba de ocurrir en Egipto con Mursi o en 1991 en Argelia, cuando no encajan las
piezas en el puzle imaginado por determinados círculos de poder supraestatales.
aquellas plazas y calles, era otra cosas. Era cólera, hartazgo, pero también otra manera de actuar e interpretar la realidad,
otros objetivos. Un decir basta a esta orgía desenfrenada de los ricos y poderosos- mezcla de
capitalistas, altos funcionarios, políticos y clérigos- que ha permitido y permite ahí y en muchos otros países llevar a cabo
“el gran saqueo”. Se trataría, pues, de prácticas y relaciones
autoorganizadas que han surgido semiespontáneamente.
destacadas de estas movilizaciones, protagonizadas por un magma
social de parados, ecologistas, feministas, estudiantes, obreros de fábrica, kurdos, militantes de partidos y
sindicatos, hinchas de futbol … que han comportado la okupación de diversos espacios de la
ciudad, ha sido, con muchos matices, su significación desmercatilizante y crítica con el
autoritarismo rampante que sobrepasa con creces lo que sería una simple petición
de relevo gubernamental. Movilizaciones carentes de jerarquías y líderes, dotadas de
estructuras flexibles, colectivas; formas de organización desde
abajo, no exentas de problemas, que permiten debatir y resolver las cuestiones derivadas de
la propia situación de conflicto: suministro de alimentos, dispositivos hospitalarios de campaña, mecanismos de
autodefensa, particularmente de las mujeres (frente a las agresiones sexistas organizadas), procedimientos de
movilización.
por otro lado, que estas experiencias han contribuido a enriquecer las concepciones y la
praxis críticos al indicarnos que no todo empieza y acaba en el binomio fábrica y trabajo. Nos evocan, con su singular visión crítica, lo que seinició hace varias décadas en los barrios obreros de los cinturones industriales de Barcelona
Madrid, etc..en que la gente se organizaba por sí misma para exigir aquellos derechos que el Municipio les negaba (transporte
público, escuela, ambulatorio, zona verde), en ocasiones al margen y contra las asociaciones de vecinos. O también ,
paralelamente, a los squatter ingleses y los kraker holandeses (okupas). Y, más recientemente, a
los amotinamientos de los jóvenes hijo/as de inmigrantes de los suburbios de París o de
Estocolmo. Hoy, podemos decir, aparece, re-aparece, una vez más, la ciudad o el espacio-ciudad
como ámbito relevante de explotación y de conflicto, rebelión .
invisibles
las cuestiones que estarían detrás de aquellas irrupciones. Explosiones sociales
que surgen, no de manera fortuita, en un país con una larga tradición de lucha. Protestas y
formas de cooperación surgidas en la calle, en la plaza, en el
barrio. Lugares en que se da la comunicación social, donde se vive o sobrevive, pero no necesariamente donde
está el puesto de trabajo, aunque no por ello debemos desdeñar este escenario – la ciudad-
que aparece, sin embargo, como vivero de un tipo de vínculos de los
que se nutre el mercado, pero también la confrontación. Espacio de relaciones sociales y de memoria que
comunican, a través de un hilo invisible, un presente renovado, cosmopolita y de problemáticas heterogéneas de
expolio (migraciones, proletariado multinacional, género, etnia) y conflicto, con un pasado de luchas obreras y
sociales.
lectura deformada de estas movilizaciones que nos presentan los medios de comunicación convencionales, lo que
nos revela lo acontecido en Taksim o en las calles de Sao Paolo, es algo ciertamente distinto a
lo que sería simplemente la indignación democrática. Se trata de con la okupación
una parte de la ciudad experimenta una metamorfosis; metáfora esta que describe la
mutación del espacio urbano, dado que las relaciones que en él se configuran no son, al menos por
un tiempo, las del mercado y el poder estatal, sino nexos de cooperación mediante los
que los expoliados, los “invisibles”, se hacen visibles. Okupación
basada en la noción del “derecho a la ciudad”, que implica necesariamente prácticas
de contrapoder, algo que ya se daba en la Comuna de Paris de 1871, y quesignifica, a fin cuentas, abrir espacios sin derechos de autor ni de propiedad.