Pensar que las cosas son por casualidad en este mundo controlado todo él por las grandes corporaciones económicas y grupos de poder vinculados a ellas, fortalecidos por las puertas giratorias de la política a los consejos de administración y viceversa es tan infantil que nadie lo cree ya. Sucumbir al fatalismo y buscar acuerdos negociados con ese mundo autoritario y que no respeta las reglas democráticas es tarea imposible. Ellos y ellas han diseñado su mundo y van a imponerlo. Ante esto solo cabe la resistencia, la organización del Trabajo y el empoderamiento ciudadano. Sí, pero la única herramienta seria en mi opinión es la lucha de clases, puesto que en lo fundamental todo se basa en algo muy simple, la organización de la economía para obtener más beneficio y controlar a la gentes al objeto de que el planeta sea su gran centro de producción, finanzas y de su propiedad.
La precarización del trabajo es la lucha de la contra-revolución conservadora desde sus inicios con Reagan y Thatcher en los años ochenta del siglo XX. Acabar con los sindicatos, privatizar todo y libre circulación de capitales y mercancías, eso sí controlado todo por grandes bancos y multinacionales.
Trabajo cada vez más barato, en peores condiciones, para ganar más. Así de simple y así de sencillo. No hacer falta tener un doctorado.
Los sectores más combativos del movimiento obrero, deslocalizados, amenazados o bien precarizados. Los mineros británicos fueron la primera víctima.
En el estado español la Unión Europea desmontó la industria pesada y está cerrando la minería. La “reconversión industrial” le llamarón a despedir miles de obreros cualificados y sindicalizados, siderometalúrgicos en su inmensa mayoría.
Años después llegaron las reformas laborales y tras la de Rajoy la precarización se impone. Los nuevos sectores económicos compiten en precio y calidad, con personal joven tan cualificado como mal pagado. La pujante industria hostelera basa gran parte de sus beneficios en pagar mal a sus trabajadoras y trabajadores, además de tenerlos atemorizados con contratos temporales y sin derechos, gran cantidad de ellos en fraudulentos chanchullos de horas y días.
Ahora les toca a las estibadoras y los estibadores. Hay que precarizar los puertos, venderlos a grandes multinacionales y ofrecerles una nueva mano de obra precaria que esperan formar en cinco años (Véase el decreto Serna, que no es sino una reconversión salvaje) al objeto de imponiendo las ETT en los puertos ofrecer a las mafias y las grandes empresas del sector mano de obra barata. Como si en una actividad económica que amasa grandes cantidades de dinero y trabaja en paraísos fiscales y banderas de conveniencia, que es la marca de la casa, no pudiera pagar jornales decentes a trabajadores especializados y con grandes riesgos laborales.
Hace tiempo que se desarrolla una feroz campaña contra la clase trabajadora portuaria. Campaña mentirosa pagada por privilegiados capitalistas que tratan de convertir en “privilegiados”, valga la redundancia, a los estibadores. El problema es que haya papanatas pobres que crean a los ricos y ven en la estiba su enemigo. La huelga de la estiba portuaria, no se puede perder, pues si ganan las multinacionales, las ETT y el gobierno, todas y todos sufriremos sus consecuencias.
Margaret Thatcher sabía que debía vencer a los mineros británicos para doblegar al sindicalismo. En el estado español la resistencia emblemática que le queda por vencer al PP y los neoliberales es derrotar a los estibadores y precarizarlos. Precarizados ellos todos sufriremos. Por eso su huelga es nuestra huelga. Por eso esa huelga la debemos ganar.
Resulta indecente que un país que paga espléndidamente a sus directivos, grandes gestores bancarios y empresariales, futbolistas y pedorros improductivos de la salsa rosa profesional, vea mal que hayan obreros que reciban salarios dignos.
Resulta indecente que un partido corrupto que nos gobierna haga un decreto y logre validarlo, para la “reforma” de la estiba que la única consignación presupuestaria que tiene es para bajas, jubilaciones anticipadas y despidos. Es decir un ERE con toda la cuerda dada. Un gobierno de corruptos que no hace nada por crear empleo digno y de calidad, sino que se dedica a destruir el que hay o a liquidar a las y los trabajadores con salarios decentes. Todo lo cual y hay que decirlo bien fuerte pone en peligro, nuestra sanidad y educación pública, nuestros servicios públicos, pero sobre todo nuestras pensiones. Los y las trabajadoras precarias jóvenes cuando se jubilen (y todo llega) recibirán miseria y serán viejos pobres con hijos pobres.
Por eso hay que dejarse de monsergas y apoyar la lucha de los estibadores portuarios. La precariedad es la nueva esclavitud.