La llama de la Rebeldia, un articulo de Enric Tarrida.

La Confederación General del Trabajo (CGT), en su más de cuarto de siglo de existencia y más atrás

en cuanto sus orígenes, ha estado manteniendo una férrea lucha para sobrevivir y crecer como organización opuesta al sistema

imperante.


Desde sus procesos de debate y decisión ha ido tejiendo un claro

mensaje sindical y social opuesto radicalmente a los sindicatos llamados mayoritarios y a las organizaciones políticas

parlamentarias. Pero lo más importante es que sus mujeres y hombres han demostrado con la práctica diaria una coherencia

organizativa que pocos tienen. Por ello hemos pagado y se paga un alto precio, despidos discriminatorios, persecución a

nuestros candidatos, discriminación sindical, e incluso en algunos casos como hemos visto en los últimos tiempos, acoso

jurídico – policial y privaciones incomprensibles de la libertad de algunos de nuestros militantes.


Y esto no ocurre en actuaciones descabelladas sino simplemente en el justo ejercicio de defensa de

los derechos de los trabajadores y trabajadoras, en no aceptar la lógica capitalista, oponernos a un modelo de sociedad

basada en la competencia salvaje entre los seres humanos, en la explotación del hombre por el hombre, en la desigualdad y la

acumulación de la riqueza en unos pocos. Modelo social que nos lleva al actual estado de cosas, a la pérdida de nuestros

escasos derechos, a una mayor depauperación de los más débiles, al incremento si cabe de las desigualdades entre las personas

y también entre mujeres y hombres.


De nuevo hay que recordar

que no participar de este modelo, ser la mosca cojonera del sistema, no ha salido gratis, como es normal y, mientras otros

se beneficiaban de recursos económicos y prebendas, a la CGT se la ha intentado mantener en el ostracismo más absoluto, se la

ha intentado asfixiar por todos los medios y contando en muchas ocasiones con la colaboración, entusiasta, de otras

organizaciones supuestamente llamadas de clase.


También nuestra

independencia teórica (forma parte de nuestros estatutos) y real, puesto que lo demostramos en la práctica, nos ha granjeado

no excesivas simpatías con organizaciones de izquierda con las que al menos coincidimos en buena parte de sus discurso, pero

que no ven con buenos ojos nuestra autonomía organizativa y nuestro funcionamiento horizontal, opuesto a liderazgos y/o

elites dirigentes.


Por tanto, si somos asamblearios, participativos, independientes

de gobierno, partido u otra organización, si en la práctica diaria nos oponemos a las brutalidades e injusticias del sistema

imperante, si nos sentimos el paradigma de la lucha y de la acción directa ¿por qué tenemos tan escasa incidencia en lo que

está ocurriendo en la calle? ¿por qué hay, después de más de un año de vida, tan poca simbiosis entre la CGT y el 15 M? Estas

cuestiones se podrían hacer extensibles al resto de organizaciones libertarias las cuales creo que comparten con nosotros

parecido diagnóstico.


Razones para que esto ocurra

hay diversas, las de carácter externo a dichas organizaciones que van desde el desconocimiento de nuestra existencia por

muchos de nuestros conciudadanos debido en gran parte al intencionado silencio mediático tejido a nuestro alrededor y a

nuestro mensaje, a los ya atávicos prejuicios antianarquistas de la acomplejada izquierda de nuestro país, a la también

evidente voluntad desde el poder real de mantener al anarcosindicalismo sin capacidad de incidir en la realidad social, e

incluso a la incomprensible falta de unidad de todo el movimiento libertario, aderezado a veces con vergonzosas,

reaccionarias y difamatorias acusaciones a nuestra organización que sin duda generan una imagen externa completamente injusta

con la trayectoria del anarcosindicalismo y dan apariencia de una desunión que ningún análisis medianamente lógico puede

soportar.


También sufrimos los tópicos generalizadores, “los sindicatos”

(cuando se refieren a los mayoritarios), “todos son iguales” (cuando se pretende desautorizar su actuación), reforzados por

parte de los argumentos anteriormente expuestos y que representan una injusticia sin precedentes hacia la CGT y hacia quienes

la conforman, y por los cuales, justamente por actuar de modo distinto, pagan un alto precio.


Una gran parte de la población nos juzga y condena por los delitos ajenos, mientras los esfuerzos y

sacrificios realizados nunca son reconocidos ni tan siquiera por quienes deberían ser hermanos de lucha. Es cierto que una

importante minoría más conocedora de nuestra actividad nos mira con respeto, pero también desde una distancia prudencial,

como si la CGT fuera un ente abstracto, y sin la “pureza ideológica requerida”, como si no necesitara de personas para

funcionar y como si los recursos de la organización cayeran del cielo cual maná. Para esta parte social puede ocurrir que un

día se den cuenta que la CGT ha muerto de éxito y de agotamiento.


También existen razones

internas que hacen posible, o como poco nos pueden ayudar a entender, por qué hoy la CGT no es referente en la calle. Por

otro lado, a nadie se le escapa que son muchas las compañeras y compañeros de CGT que participan activamente en movimientos

sociales, vecinales, el 15 M, etc. No es poco el peso que pueda tener para que esto sea así una saludable voluntad de

respetar la independencia de todo aquel que se mueva, a diferencia de algunas organizaciones de izquierda que sin el menor

rubor han intentado llevar el agua a su molino. Pero también en lo negativo son evidentes algunas reticencias a un movimiento

tan heterogéneo como es el 15M, a la vez que también una al menos aparente generalización del “todos son iguales” no han

ayudado a compartir con más entusiasmo un movimiento social tan próximo en las formas de actuar y en muchos de los contenidos

reivindicativos.


No pretendo con esto decir que la CGT y el movimiento libertario

en general debieran intentar copar, absorber, integrar al 15M, ni mucho menos. Al contrario, lamento que no haya una mayor

simbiosis entre unos y otros, un enriquecimiento mutuo, una generosa utilización del trabajo de cada uno en busca del interés

general, de la transformación social. Es decir, desde el anarcosindicalismo, deberíamos sin complejo alguno, ser aquello que

siempre hemos dicho ser: una herramienta al servicio de los trabajadores y trabajadores, al servicio de los más débiles, en

contra de las injusticias, y por tanto al servicio de la necesaria rebeldía, a la vez que el anarcosindicalismo en general y

la CGT en particular necesita de nuevas gentes, de sangre fresca que renueve e impulse, y que a la vez se nutra del legado

libertario.


Para que ello sea posible, requerimos también de un importante

ejercicio de autocrítica, de una revisión de nuestros errores o simplemente de nuestras carencias. Desde la CGT no hemos

sabido o no hemos podido llegar a los sectores más desfavorecidos, no aglutinamos a los millones de parados, ni llegamos a

los jóvenes y estudiantes, no somos un referente de lucha para ellos ni somos capaces de elaborar y diseñar el modo de vida,

el modelo de sociedad alternativo que haga posible aquello que anhelamos, un mundo mejor.


La CGT está

en todas las batallas, en todos los frentes, sigue creciendo en el ámbito sindical mientras la mayoría de sindicatos pierden

delegados y afiliación, pero de modo muy escaso teniendo en cuenta la que está cayendo. Pues bien, éste debería ser nuestro

reto y nuestro regalo a nuestra sociedad, abrir la CGT sin complejos, dar la calurosa bienvenida a todo aquella persona,

asociación y organización de buena voluntad, que de forma honesta y leal, con generosidad y solidaridad esté dispuesta a

defender nuestros derechos, a recuperar aquello que hemos perdido y a permitir un futuro digno a las futuras

generaciones.

En esta batalla cabemos casi todos, todos aquellos que no aspiren a coger cacho, a tomar el bastón

de mando, cambiar para que todo siga igual.


En pocos lugares, en pocos

países cuentan con un movimiento libertario como en el nuestro, ni con su experiencia histórica, ni con las gestas que

realizó en la transformación social, en el terreno de las ideas pero también en la práctica, en las luchas laborales, con las

colectivizaciones, las escuelas libres, el cooperativismo, el ecologismo, etc., etc., etc. Esto es patrimonio de todas y

todos, es herencia de nuestros antepasados que con entrega y esfuerzo lo hicieron posible, es el tesoro de aquellos que lo

perdieron casi todo menos la dignidad. Aquí está, ahora es el momento, no lo desperdiciemos, seamos generosos y pensemos en

nuestros hijos, en los hijos de todos. Pongamos manos a la obra, es hora de desbordar al sistema imperante, de tejer fuertes

complicidades, de organizarnos al margen de “su sistema”, de romper su lógica y dejar sin sentido su estrategia del shock.

Decían los antiguos anarquistas “llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones” ¿y nosotros?


Salud y

solidaridad


Enric Tarrida, Secretario General de

CGT-Valencia