En los últimos años, mucho se ha avanzado en el conocimiento de la transición a la democracia en España. Las primeras interpretaciones, basadas en el protagonismo de las élites del reformismo franquista y de la oposición, han dado paso a análisis más completos que, sin negar el papel de los líderes políticos, destacan la importancia de la presión desde abajo tanto en las transformaciones sociales como en el cambio político.
La dictadura no terminó el 20 de noviembre de 1975. Fue la movilización en fábricas, barrios, universidades y calles el factor decisivo que impidió la continuidad del régimen una vez muerto Franco. Ante esta ola de protesta, sobre todo obrera pero también ciudadana, que no paraba de crecer y que la represión no conseguía eliminar, los sectores reformistas (donde se ubicaban entre otros el rey Juan Carlos y el presidente Adolfo Suárez), abandonaron su apuesta inicial por cambios menores y superficiales, y optaron por liderar una transición a una democracia liberal similar a la de los países del entorno. Los resultados del proceso distaron mucho de las esperanzas que habían albergado los sectores más movilizados, para quienes la transición desembocó en decepción, desengaño y desvalorización de la experiencia de la izquierda radical.
Fueron millones de hombres y mujeres los que se implicaron en las huelgas obreras, en las manifestaciones vecinales, en las protestas estudiantiles, en los actos feministas y en las actividades de otros movimientos más reducidos como el pacifista y antimilitarista, el de liberación homosexual, el de minusválidos, el de presos comunes o el ecologista. En su mayoría, estas personas no pertenecían a ningún partido ni sindicato, pero el torbellino de participación, que muchas veces tenía una dinámica autónoma, no habría alcanzado la misma dimensión sin los militantes de las organizaciones antifranquistas, disciplinados y constantes, cuya labor fue determinante para sobreponerse a la represión, sobre todo en la etapa de la clandestinidad, cuando más sacrificios exigía el activismo.
Las organizaciones decisivas en la extensión de la movilización que provocó el final de la dictadura fueron el Partido Comunista de España, principal fuerza del antifranquismo, y a continuación, los grupos de las diferentes tendencias de la izquierda radical (marxistas, libertarias, autónomas y cristianas anticapitalistas), un espacio político muy fragmentado pero con terrenos y posicionamientos compartidos en el que destacaron grupos como el Partido del Trabajo de España (PTE), la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), el Partido Comunista de España (marxista-leninista) (PCE, m-l), el Movimiento Comunista (MC), la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), las Comunidades Cristianas Populares, el grupo Liberación, la Unión do Pobo Galego (UPG), el Sindicato de Obreros del Campo (SOC), Langile Abertzale Iraultzaileen Alderdia (LAIA) o las organizaciones que posteriormente formarían la Unión del Pueblo Canario (UPC).
Queda mucho por investigar para poder evaluar la contribución de todo este conjunto de organizaciones y activistas a la construcción de la democracia. Para analizar las aportaciones de la izquierda revolucionaria al cambio social y político en la transición, estudiar sus limitaciones, reconocer el papel de su militancia en la lucha contra la dictadura, por el socialismo, y en la mayoría de los casos, por la democracia, en febrero de 2017 se celebrará en Madrid el Congreso “Los otros protagonistas de la transición: la izquierda radical y los movimientos sociales”, organizado por la Fundación Salvador Seguí con el apoyo de la Universidad Complutense de Madrid y la Asociación Internacional de Historia Oral (IOHA), así como el respaldo de numerosas fundaciones y archivos de organizaciones políticas.
Buscando el diálogo entre la pasión militante desde la memoria y el análisis crítico y contrastado de disciplinas como la historia, la ciencia política o la antropología, este Congreso abordará el periodo más decisivo de nuestra historia reciente con el objetivo de explorar los otros caminos posibles planteados por la izquierda radical durante el periodo comprendido entre la muerte del dictador en 1975 y la victoria del PSOE en las elecciones de octubre de 1982.
Desde el reconocimiento de los cambios sustanciales que supuso el paso de una régimen totalitario a una democracia similar a la de los países de Europa occidental, el análisis del papel de la izquierda radical y los movimientos sociales durante la transición no solo contribuye a conocer y valorar mejor este periodo histórico, también nos muestra que no se hizo “lo único que se podía hacer”: se siguió uno de los caminos posibles, el reformista, el que suscitó más apoyos; pero enfrente había otras alternativas, también posibles, aunque fuera parcialmente. Entre ellas destacan las defendidas por las distintas corrientes de la izquierda revolucionaria que, por encima de su diversidad coincidieron en reivindicar la ruptura democrática entendida como desmantelamiento del aparato de Estado de la dictadura (incluidos los cuerpos represivos), el fin de la subordinación de los mujeres a los hombres, una política económica dirigida a reducir la pobreza y las desigualdades sociales así como a mitigar el paro por medio de la creación de empleo público estable y con derechos, una estructura territorial respetuosa con las distintas identidades nacionales, y una democracia profunda que combinara la representación con la participación directa y que llegara incluso hasta dentro de las empresas, tanto públicas como privadas.
Cuestionando que la democracia salida de la transición fuera la mejor democracia posible, cuestionando la salida a la crisis económica —que desembocaría en los ochenta en el primer Estado del Bienestar en la historia de España, pero lastrado por una muy elevada proporción de desempleo y en la desindustrialización, y con el tiempo en la modernización neoliberal, la extensión de la precariedad laboral, las privatizaciones y la cultura del pelotazo— la izquierda radical aportó entre 1975 y 1982 mucha lucha, mucho trabajo y algunas ideas. Ideas que apuntaban a cuestiones centrales que hoy, cuarenta años después, vuelven a estar en el centro del debate político si es que alguna vez han estado realmente fuera de él. Es esta otra razón más para reconocer la labor de esta inmensa minoría que se enfrentó a la tortura, la cárcel e incluso la muerte para acabar con la dictadura. Otra razón más para analizar críticamente el papel de la izquierda radical en el cambio político y social.
Con estos objetivos se plantea el Congreso “Los otros protagonistas de la transición”, que tendrá lugar a comienzos de 2017, y en el que os animamos a participar con propuestas tanto de comunicaciones académicas como de testimonios, al correo congresotransicion2017@gmail.com, siguiendo las indicaciones que aparecen en la web https://congresotransicion2017.wordpress.com/, donde podéis seguir toda la información actualizada sobre la organización del congreso. El plazo para enviar propuestas ya está abierto y finaliza el próximo 30 de junio.
Gonzalo Wilhelmi (Fundación Salvador Seguí)