El economista y activista José Iglesias defiende el municipalismo como vía para la transformación social.
El riesgo de pobreza o exclusión social aumentó en España en un 4,8% durante la crisis, al pasar del 23,8% en 2008 al 28,6% en 2015. Según la agencia Eurostat, el estado español fue el tercer país de la UE con un mayor incremento tras Grecia y Chipre. Otra manera de medir el impacto de la crisis es con el número de perceptores de rentas mínimas de inserción: 789.6672 personas en 2015, una cifra récord y superior en un 28% al del año anterior. A pesar de los discursos triunfales del Gobierno, no es mejor el contexto vital de los menores. En noviembre de 2016 Save the Children informó de que el estado español ocupaba la segunda posición, tras Rumanía, en la tasa de niños que viven en hogares bajo el umbral de la pobreza, un 29,6% (2,4 millones); la media europea se sitúa en el 21,1%. Algunos de los contrastes se ponen de manifiesto en la Encuesta Financiera de las Familias del Banco de España (2017). Las ganancias acumuladas en el IBEX 35 durante el periodo 2011-2014 alcanzaron el 20%, mientras la riqueza mediana de los hogares mermaba un 22,1% en el mismo trienio.
Tampoco se avizoraba un futuro boyante a mediados de los años 90 para quienes se aproximaban a la renta básica, como posible remedio al paro y la pobreza. Entre ellos se encontraba José Iglesias Fernández, hoy un jubilado de 85 años que se define como cristalero de profesión y “con esfuerzo” economista. Forma parte de Coordinación de Luchas Baladre contra el paro, el empobrecimiento y la exclusión social y también del Seminario de Economía Crítica Taifa. José Iglesias ha impartido durante años conferencias, seminarios y talleres sobre economía y renta básica; uno de los últimos, el organizado por Baladre y el Projecte Au de l’Assemblea d’Aturades y Precàries de CGT-València. En los inicios, hace más de dos décadas, “la ‘izquierda oficial’ proponía el reparto del trabajo pero no el de la riqueza”, recuerda el activista. Entonces ya defendía en sus textos la renta básica en dos sentidos: como instrumento para la distribución de la renta en el corto plazo y, a largo término, como herramienta de lucha contra el capitalismo. Pasado el tiempo tal vez fuera más correcto referirse a las “rentas básicas”, por la pluralidad de modelos. Iglesias distingue entre “débiles” y “fuerte” o “de los iguales”.
Es autor de “¿Hay alternativas al capitalismo? La renta básica de iguales” (2006), “De la renta básica a la riqueza comunal” (2013), coautor de “¿Qué es la renta básica de los iguales?” (2012), que sirvió de base para la primera Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por la renta básica en Extremadura y coordinador en 2014 de “El final está cerca, pero el comienzo también. Desde el marxismo, reflexiones para la recuperación del ecologismo”, todos editados por Zambra y Baladre. En estos textos y otros desgrana su alternativa económica, que ha ido madurando y concretando. Por ejemplo, a partir de la Renta básica de las Iguales se edifica el concepto de Riqueza Comunal. Si el PIB per cápita en el estado español se situaba en 23.300 euros anuales en 2011, el umbral de la pobreza habría que cifrarlo en 11.650 euros al año, lo que supondría una renta básica de 971 euros mensuales. Pero más adelante Iglesias Fernández matizó esta idea, y propuso tomar como indicador no el “umbral de la pobreza” sino la “renta per cápita”, con lo que la cantidad percibida por cada ciudadano sería superior.
Además, un 80% se le entregaría a cada persona en mano, mientras el restante 20% se destinaría a un Fondo de Riqueza Comunal, gestionado por la comunidad. Ésta decidiría las inversiones del fondo en materia sanitaria, educativa, de transporte, vivienda, cultura, transporte o energía. Pero el modelo no se cierra en este punto, ya que se trataría de reducir progresivamente la “cantidad en mano” y aumentar la inversión comunitaria. ¿Un mero “parche” contra la crisis? José Iglesias niega que se trate de una estrategia aséptica y lenitiva. “Son repartos de la renta como herramientas contra la sociedad capitalista y de larga transición hacia la sociedad comunal”. Tiene claro además que los partidarios de la Renta Básica de las Iguales y la Riqueza Comunal navegan a contracorriente. “La ‘izquierda del mendrugo’ ya no condena el empleo capitalista como lugar de explotación y alienación, sino que reivindica la vuelta a la explotación del empleo ‘digno’ y el salario ‘justo’”. En alguno de sus libros se apoya en las ideas del “Manifiesto contra el Trabajo”, del grupo Krisis: la actividad laboral entendida como “dependencia servil” y la “adoración moderna del trabajo”, vista como “elevación casi religiosa”. O de acuerdo con el periodista uruguayo Raúl Zibechi, “en este momento de crisis civilizatoria, el gran desafío de los movimientos antistémicos es encontrar modos de producir y de vivir diferentes al capitalismo”.
Tal vez los textos teóricos de José Iglesias no se puedan desvincular de su biografía. Nacido en 1931 en Ourense, ha pasado más de la mitad de su vida con rentas que se acercaban a las de la pobreza severa, afirma en su página Web. Durante 25 años trabajó en oficios albañilería, pintura, cristalería y en el campo, y durante dos décadas en la industria química. Entre 1975 y 1987 fue profesor de Economía Social en la Escuela de Asistentes Sociales de Tarragona. Cuando publica artículos afila la pluma. Hace un año escribía en Kaos en la Red sobre “Los 12 ladrones más destacados del planeta”, de modo que viraba el sentido a los listados de las revistas Forbes y Fortune (además de “contar a estos ‘superladrones’ también se hacen ricas y famosas”). Mencionaba a Bill Gates (75.000 millones de dólares, Microsoft), Amancio Ortega (65.000 millones, Inditex), Warren Buffet (60.800 millones, Berkshire Hathaway), Carlos Slim (50.000 millones, América Móvil) y Jeff Bezos (45.200 millones, Amazon).
Después de trabajar durante más de dos décadas en la renta básica, José Iglesias se centra en la defensa del municipalismo, que observa como un proceso que ha de terminar en una sociedad comunal. Lo explica en “Común. Más allá de la propiedad, el poder y el capitalismo” (diciembre de 2016). Su vía no es la institucional, que equipara a “entrar en la casa del amo” y contribuye a “liquidar el poco poder popular que se generó en las plazas del 15-M”. La nueva sociedad echa raíces en los clásicos del marxismo y del anarquismo, por ejemplo en la defensa que Marx y Lenin (en las “Tesis de Abril”) hacen de la Comuna de París. También se apunta a la igualdad social de las comunidades primitivas, rurales y precapitalistas, destruidas –afirma el filósofo marxista Michael Löwy en “Marx, Engels y el romanticismo”- por el progreso, el desarrollo de los modos productivos, la civilización, el Estado y la propiedad privada.
Otro punto de referencia es el “Manifiesto de los iguales”, alumbrado por Sylvain Maréchal en 1796, en el que se reivindicaba la tierra, “que no es de nadie; queremos el goce comunal de los frutos de la tierra: esos frutos son de todos”. No se trata de huera erudición, sino de una ristra de antecedentes con los que Iglesias Fernández fundamenta teóricamente una sociedad nueva, con una distribución igualitaria y en la que se han abolido los salarios. También la “Utopía” de Tomás Moro, el pueblo citado por William Morris en “Noticias de ninguna parte” (1890) –donde no se compraba ni se vendía- o el comunitarismo de bienes y medios de producción que figura en los textos de Cervantes.
Uno de los textos de José Iglesias Fernández demuestra ya en el título la apuesta firme: “El municipalismo como un proceso contra el capitalismo” (junio de 2014). Elige este ámbito de lucha porque acoge de manera inmediata las relaciones de vecindario, laborales, culturales, asociativas, de producción y consumo. El autor señala el ejemplo de la Koordinadora de Kolectivos del Parque Alcosa, un barrio dormitorio del municipio de Alfafar (Valencia); la Koordinadora constituyó en 1987 una cooperativa social para la realización de trabajos de mantenimiento de los servicios públicos, limpieza y jardinería con personas en riesgo de exclusión. Estas iniciativas de economía social tienen el municipio su hábitat idóneo. Uno de los puntales del modelo es la gestión asamblearia y colegiada, con lo que desaparecería finalmente la figura del alcalde. Otro objetivo “irrenunciable” es la disolución progresiva del Estado. El economista y activista no esconde la fuerte componente utópica de la propuesta: “Es un desafío a los poderes del sistema”. Pero ha de entenderse –insiste Iglesias- no como un dogma cerrado sino como un proceso abierto en el que cada persona y colectivo decida su camino.
El largo proceso municipalista hacia la sociedad comunal requeriría mucha paciencia y fases de transición. Seguramente el punto de partida se ubicaría en la fase de mercado o con predominio del sector privado, en el que muchos de los bienes públicos operan como mercancías. José Iglesias Fernández distingue un segundo periodo, en el que los ayuntamientos recuperan las competencias y hacen posible “la reconversión de la mayoría del sector privado en público”. En la tercera fase, de transición al comunalismo, éste se convierte en dominante. Todos los recursos del municipio pasarían a ser propiedad comunal. Durante el camino, tanto la Renta Básica de las Iguales como la noción de Riqueza Comunal apuntarían a la transformación social. No menos importante es el aprendizaje de otras experiencias políticas. Iglesias destaca el libro de los periodistas Raúl Zibechi y Decio Machado, “Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo” (Zambra y Baladre, 2016), que introduce un mensaje para las izquierdas europeas, pues han tomado como modelo a los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil o Uruguay. “Los poderes de funcionarios, burócratas, técnicos, policías y militares continúan en activo; y mantienen –cuando no profundizan- los modelos ‘extractivistas’ de producción”.