- La lucha por el derecho de vivienda y contra los desahucios no es un fenómeno exclusivo de la época actual. Hace ya más de un siglo, la sociedad comenzó a movilizarse en varias partes del mundo.
Los problemas derivados de la vivienda no son actuales. Con distintas variantes y situaciones, derivadas del contexto histórico, siempre han existido. En este trabajo nos acercamos a cómo los elevados precios de los alquileres llevaron a la movilización social en el pasado siglo.
Las huelgas de inquilinos surgieron a principios del siglo XX en diversas ciudades españolas, aunque, al parecer ya en 1883 en un congreso de trabajadores de Valencia se llegó al acuerdo de promover huelgas de inquilinos para que los propietarios bajaran los alquileres. En los inicios del nuevo siglo se observan en la prensa y en congresos obreros llamamientos para organizarse con el fin de que se rebajasen los precios de los alquileres. En Barcelona se creó la “Sociedad de inquilinos la Unión”. Dicha organización animaba a los obreros a unirse en todo el país para el fin propuesto, para evitar los desahucios y proponiendo la huelga de inquilinos para conseguirlo. El impago masivo de alquileres se podía convertir en un arma eficaz. Tenemos que recordar que la mayoría de la población española vivía en régimen de alquiler. El acceso a la propiedad es un fenómeno relativamente reciente de nuestra historia contemporánea.
Las primeras huelgas de inquilinos se desarrollaron en Baracaldo y Sestao en 1905, donde se llegó a paralizar la vida en esta importante zona industrial. En 1919 destacó la huelga de inquilinos de Sevilla. Ya en los años treinta se dieron dos grandes huelgas de este tipo: en 1930 en Barcelona y tres años después en Tenerife. Pero estas movilizaciones no fueron exclusivas de España porque el fenómeno se dio también en Europa, con ejemplos destacados en Budapest, en Viena o la muy importante de Glasgow donde se movilizaron veinte mil personas en 1915. También hubo huelgas de inquilinos en América, especialmente en Argentina. En 1907 se dio la que podría ser considerada la más grande de todas, ya que afectó a más de cien mil inquilinos.
Como ha quedado apuntado, estas huelgas consistían en dejar de pagar los alquileres colectivamente, como forma de presión para una mejora de las condiciones de vida. Se reivindicaba una bajada de los alquileres y también la construcción de viviendas públicas baratas. Además, los participantes en estas huelgas se organizaban para evitar desalojos. Las mujeres se destacaron en esta faceta de la lucha social. Las huelgas de inquilinos en España tuvieron cierta influencia del anarquismo y no tanto del socialismo. Tanta fuerza tuvieron estas movilizaciones que las autoridades se emplearon a fondo en su represión con intervenciones policiales para detener a los protagonistas y que se pudieran emprender los desahucios.
A corto plazo estas luchas fracasaron porque no pudieron bajar los alquileres ni que las autoridades reconociesen a los grupos o ligas de inquilinos como interlocutores, pero en una perspectiva más amplia, no cabe duda que contribuyeron a que se terminase por reconocer el derecho a la vivienda.