La EPA que cierra el año I de la pandemia constata la existencia de averías como un mayor volumen de horas extraordinarias y no remuneradas pese a la caída de la actividad y muestra cómo los daños del ámbito del empleo se concentran en las mujeres, los jóvenes y el precariado.
La pandemia de la covid-19 ha estimulado algunas de las infecciones más dañinas de las que el mercado laboral español no había logrado recuperarse tras la crisis de la pasada década: la EPA (Encuesta de Población Activa) del cuarto trimestre de 2020, el tercero del devastador primer año pandémico, ha constatado la intensificación de afecciones que ya venían cronificándose de antemano como la explotación y la precariedad al tiempo que sitúa a las mujeres y los jóvenes como los principales afectados por la destrucción del empleo y la caída de la actividad.
El 2020 se cierra con una pérdida global de 622.000 empleos y un aumento de 527.900 parados, lo que también significa que la población activa se ha reducido en más de 90.000 para cerrar con 19,34 millones de ocupados tras casi diez meses de altibajos desde mediados de marzo.
«La evolución ha sido positiva en el cuarto trimestre en términos de ocupación, de desempleo y de población activa», explica Antonio González, de Economistas frente a la Crisis, quien, no obstante, llama la atención sobre dos aspectos: «se está produciendo un aplanamiento de la curva de la recuperación del empleo en términos interanuales, que se está deteniendo en el entorno del 3 % por la falta de medidas de estímulo tras las compensatorias de la primavera», mientras, por otro lado, a lo largo del año «la ocupación ha caído en alrededor de 750.000 personas en el sector privado, lo que supone un retroceso del 4,5 %, mientras crecía en unas 150.000 en el público, con un crecimiento de 3,9 %» por el refuerzo de los servicios públicos.
Paralelamente, añade «la tasa de paro se ha estabilizado en torno al 16 % tras recuperar dos puntos» desde el parón en seco de marzo y abril. Mientras, con datos de media anual, la ocupación caía poco más de un 3 % cuando las previsiones apuntan a que la actividad lo habrá hecho en más de un 11%, por encima del triple.
«La tasa de paro está diez puntos por debajo de la de la anterior crisis con una caída mayor del PIB, y eso indica que los mecanismos de protección del empleo han cambiado la relación habitual entre el mercado laboral y la actividad, que iban en paralelo», señala González en referencia a las medidas del ‘escudo social’ como los ERTE o las inyecciones de liquidez mediante los avales del ICO.
«Si el paro se estabiliza ahí será más fácil la recuperación, aunque serían necesarias medidas de estímulo de la demanda», añade, al tiempo que la EPA pone sobre la mesa la existencia de averías, con cronificación previa y/o intensificación posterior a la pandemia en algunos casos, en el mercado laboral español.
Más trabajo gratuito cuando cae la actividad
Algunos registros de la EPA resultan desesperantes: mientras la media anual de horas trabajadas cada semana se reducía un 6,24 % para pasar de 627,5 a 448,4 millones, en un descenso más cercano al del PIB que el de la ocupación, el volumen de horas extraordinarias crecía un 6,3 % para alcanzar los 6,13 millones y, dentro de este, el de las trabajadas sin cobrar lo hacía en un 12,3 %, prácticamente el doble para llegar a 2,89 millones.
Este último registro, que llegó a alcanzar los 3,4 millones en el segundo semestre y que tuvo una especial incidencia en el sector de la enseñanza privada en esos meses, indica que mientras los ERTE han llegado a cobijar a más de 3,5 millones de personas las empresas obligaban a sus empleados a trabajar gratis el equivalente a más de 72.000 empleos de jornada completa.
«Algunas empresas están abusando de las horas extraordinarias al extender la jornada de sus trabajadores en lugar de contratar a otros, y eso es algo que desde el punto de vista de la solidaridad choca con medidas como los ERTE», indica David Pac, sociólogo y profesor de la Facultad de Empresa y Economía de la Universidad de Zaragoza, partidario de «un estudio detallado para ver si ese abuso ha ido en paralelo al de los expedientes de regulación de empleo».
González, por su parte, pone el acento en que «una parte de las empresas se ha aprovechado de la situación de incertidumbre provocada por la pandemia. En lugar de contratar optan por abusar de sus empleados, algo que está ocurriendo en muchos casos con el teletrabajo». «Se trata de excesos en detrimento del empleo a los que hay que poner coto», añade.
Ese repunte del trabajo gratuito y las prolongaciones de jornada comenzó antes de que hubiera transcurrido un año desde que el Gobierno convirtiera en obligatorio el registro de la jornada laboral en las empresas, una medida que inicialmente sirvió para atajar ese abuso , que lleva aparejado un fraude tributario y otro a la Seguridad Social.
La expulsión de las mujeres del mercado laboral
La evolución del empleo en la última fase del año ha paliado, aunque sin llegar a neutralizarlo, el proceso de expulsión del mercado laboral que comenzaron a sufrir las mujeres con la pandemia, entre otros motivos por ocupar puestos de mayor precariedad que los hombres y verse expuestas en mayor medida a la destrucción del empleo provocada por la crisis pandémica.
Así, en una situación que ha revertido los históricos niveles de acceso al empleo y abandono de las tareas domésticas que las mujeres españolas alcanzaron el año previo a la pandemia, los registros de la EPA indican que la media de personas en situación de inactividad aumentó en 603.000 personas. Nuevos pensionistas (69.000) al margen, casi la mitad de ellas (280.000) eran mujeres, la mitad de las cuales había pasado a engrosar el epígrafe de «labores del hogar», que en el segundo trimestre había llegado a superar las 3,7 millones de integrantes.
«En algunas ocupaciones las mujeres han salido del mundo del trabajo asalariado, el productivo, para pasar a lo que en sociología se conoce como el reproductivo, que sería el relacionado con las tareas domésticas dentro de la concepción patriarcal», indica Pac, quien, no obstante, apunta que la inclusión en ese apartado tiene que ver a veces con el hecho de que «a veces se interpreta el trabajo asalariado de la mujer como una extensión del doméstico, que es algo que no ocurre con los hombres, que no suelen verse como ‘amo’ de casa».
Los jóvenes vuelven a sufrir el ostracismo laboral
«Las políticas de empleo juvenil no están teniendo efectos positivos en ningún caso», recuerda Pac. Y eso, entre otras como la menor capacidad de emancipación o el desplome de indicadores demográficos como los de la natalidad , tiene entre sus consecuencias la mayor dureza con la que las crisis golpean a ese colectivo, algo que ha vuelto a ocurrir con la pandemia.
La tasa de paro de los menores de veinte años se ha disparado por encima del 54% tras un avance de más de nueve puntos en solo un año que le ha llevado a estar más cerca de cuadruplicar que de triplicar el índice general del país, que arroja una media anual del 15,53% tras haber oscilado durante el año entre el 14,41% del invierno y el 16,26% del verano para cerrar en el 16,13%.
Esa diferencia de casi 40 puntos equivale a retroceder entre tres y cuatro años, en una regresión similar a la sufrida, aunque con registros de menor entidad, por los veinteañeros, cuyas tasas de paro se sitúan, respectivamente, en el 35,17% para los de la primera mitad y en el 22,92% para los de la segunda. La pandemia ha marchitado sus débiles ‘brotes verdes’.
«Quienes tienen las trayectorias educativas más cortas sufren con mayor intensidad la escasez de empleo», explica Pac, que destaca cómo las brechas con la tasa general de desempleo se estrechan conforme avanzan los grupos de edad. «El hecho de tener mayores niveles de temporalidad hace que los jóvenes sean de los primeros en ser expulsados del mercado laboral» en épocas de crisis, añade.
La destrucción de empleo ya afecta a los fijos de jornada completa tras cebarse en los precarios
«La pérdida de empleo se está concentrando en los asalariados indefinidos de jornada completa» , explica González, que destaca cómo en el cuarto trimestre del año pasado se produjo una ligera recuperación de contratos temporales (107.000) mientras los fijos tendían a la baja, lo que tiró al alza de la tasa de temporalidad.
Esas tendencias llegan después de que en el conjunto del año la pérdida de ocupación se haya centrado en los empleados con contratos temporales con un retroceso en datos de media anual de medio millón de puestos que supone el grueso (más de uno de cada nueve) de los casi 550.000 destruidos en los ámbitos del trabajo asalariado, tanto privado como público. Ese impacto redujo del 26,25% al 24,04% la tasa de temporalidad.
«El empleo temporal es el primero en caer cuando cae el empleo, ya que los eventuales son los primeros en salir de las empresas«, indica Pac, en lo que se conoce como «la paradoja de la temporalidad».
El paro se instala en cerca de 190.000 por los hogares
La falta de empleo se está extendiendo a una velocidad inquietante por la sociedad española, en la que casi 190.000 hogares han pasado a tener a todos sus miembros en el paro, un indicador cuya tasa pasó del 7,49 % al 8,54 % entre el final de 2019 y el de 2020 para cerrar en el 8,85 %, lo que equivale a casi 1,6 millones de familias.
Paralelamente, la tasa de hogares en los que tienen un empleo todos los miembros en condiciones de disponer de él caía de 79,8 % a 76,89 %, un retroceso de casi tres puntos que supone que más de medio millón de familias dejaron de disfrutar de esa situación de pleno empleo a lo largo del primer año de la pandemia del coronavirus.
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