Las ultimas entrevistas de JOSEP TERMES.

Muere a los 75 años el historiador del obrerismo catalán Josep Termes, aqui sus dos ultimas

entrevistas publicadas en dos periodicos, sobre su ultimo trabajo relacionado con el anarquismo y el movimiento obrero.

LA ÚLTIMA LECCIÓN: Antes de las

vacaciones, Josep Termes repasó con este diario su último libro, su síntesis de la historia del anarquismo español, en una

entrevista que este diario tenía previsto publicar este fin de semana.

Josep Termes publicó justo antes del verano el remate de toda una vida

académica dedicada al estudio del obrerismo y el catalanismo popular: Historia del anarquismo en España. 1870-1980

(RBA / L’Avenç). 110 años de historia de un movimiento cuyas maneras de hacer, opinaba el historiador, han rebrotado en las

movilizaciones de las plazas de los últimos meses. Termes, ya enfermo, conversó sobre su libro-testamento en su piso de la

calle de Nàpols. Ya sin el grueso de su biblioteca, camino del Museu d’Història de Catalunya, para quedarse solo con los

necesarios para hacerle compañía, y a pocos metros de la bodega del barrio del Camp d’en Grassot donde nació en el año en

que empezó la guerra y en la que creció escuchando conversar a los trabajadores durante el primer franquismo. Este origen

popular, al que no renunció, le hacía hablar con algo más que ironía de la izquierda académica de la zona

alta.

¿Desde cuándo lleva trabajando en esta historia?

-Yo ya estudiaba el anarquismo en 1958, recogía libros y folletos, hasta 30.000,

hablaba con gente en Toulouse y París… Aunque la redacción de este libro me ha llevado los últimos cuatro años. Intento

explicar las cosas de otra manera. La narración es siempre la misma: se organizan, hacen un congreso, una huelga, detienen

a unos, hay otra huelga… He intentado ir más allá de la historia más externa de la organización y tratar la historia

ideológica y cultural.

-Pero de todas formas, usted explica que la evolución

ideológica del anarquismo tiene menos importancia que la acción.

-El

doctrinarismo anarquista es muy reiterativo y retórico. Como todos, porque el marxista, también… El anarquismo gira

siempre alrededor de cuatro temas, lo que hace es actuar y provocar acción y reacción. Moverse al margen de la política, no

hacer un partido sino otra cosa, una acción sindical apolítica pero política , y a partir de aquí enfrentarse continuamente

a la patronal y al poder de una manera muy loca. Prefiero hablar de movimiento anarquista que de anarquismo porque hay

elementos muy variados. Hay un protoecologismo, pero por otro lado a estos Peiró les llamaba «los adoradores del sol y la

cebolla». Está la educación sexual, la simpatía por el naturismo, el anticlericalismo… Muchas cosas al lado de lo básico:

un sindicato obrero, llevado por obreros.

-Es la historia del anarquismo es España

pero incide en Catalunya.

-He respetado las proporciones reales del movimiento.

Fue aquí 10 veces más fuerte que en el resto de España. Un poco Andalucía, Aragón…

-Porque su tesis es que el anarquismo es un fenómeno obrero y urbano, y que el anarquismo

rural ha sido sobredimensionado…

-Es un movimiento obrero que se proyecta desde

aquí a toda España. Barcelona es el foco, el eje, la sustancia. Los grandes dirigentes son catalanes o vienen a Catalunya.

La historiografía marxista, como el cretino del marxista-leninista de cátedra que es Hobswam, que también es un cretino

cuando habla de los nacionalismos, ha buscado negar el anarquismo, cuando la resistencia obrera real era anarquista tanto o

más que marxista. Lo dibujan como un movimiento agrario milenarista y utópico, mientras que ellos son los científicos.

¿Pero el socialismo no lo era? Y los anarquistas no entendían el campo, lo idealizaban. Cuando van a colectivizar sale un

churro porque no tienen ni puta idea.

El libro no es complaciente.
-No, es crítico. Parto de un fondo de simpatía por ese mundo mundo obrero que es el mío. Nací

a 50 metros de aquí y vivo aquí, mi vida está entre Nàpols 275, 270 y 268. En cambio, muchos de mis amigos progres, mucho

hablar de las raíces pero viven en Pedralbes. Pero describo las barbaridades que hacen porque mi oficio de historiador me

obliga a buscar la objetividad y la verdad y huir de la politiquería y el tópico. Yo entré en el PSUC en 1957 y me fui

peleado con Manuel Sacristán, que era un retórico, porque me decía que no se podía hablar del asesinato de Andreu Nin

porque no había una resolución del Comité Central. Así no podía ser historiador.

-¿Qué cuota de responsabilidad se le debería adjudicar al anarquismo en el fracaso de la

República?

-Similar a la que tienen todos. La República acaba mal porque la

derecha es montaraz y golpista y la izquierda es inmadura. ¿Y Largo Caballero, que la considera un paso a la dictadura del

proletariado? ¿Y García Oliver, que estaba sonado, diciendo que la República se tiene que superar? ¡Y tanto que la superó,

Franco! No se debe olvidar que desde los años 20 toda Europa está en una dialéctica entre revolución y contrarrevolución. Y

aclarémoslo: no son todos iguales. Unos son mejores, defienden una ética, el progreso, defienden al pueblo. Pero la vida no

es un tebeo de blanco y negro. Tenemos que explicar los hechos, y la parte alicuota de errores de cada uno. Esto me ha

costado muchos disgustos y me he quedado como un francotirador porque no reproduzco el discurso buenista.

-¿Y cuál es su punto de vista de la relación entre anarquismo y catalanismo?
-Tema clásico. Si el anarquismo decía no a la política, claro que no podían ser catalanistas.

En los años 18-20, la amistad de Seguí con Layret y Companys estuvo a punto de consegir un acuerdo entre una izquierda

catalana con filosofía afín al obrerismo y un sindicalismo que haría acción social y colaboraría bajo mano. Salió mal. Pero

era gente de una enorme catalanidad. Buscan la fórmula de los pueblos de Iberia…

-Aunque usted también desmiente a los que esconden la relación entre la FAI y la

inmigración.

-Está clarísimo. En el libro le pego un garrotazo a los

historiadores mestretites que creen que esto no se ha de explicar. En los años 30, la inmigración de los años 20 era

la base, gente muy radical que pasaba de la miseria total a la revolución total, que empujaba a los dirigentes y se apuntaba

a la opción más gritona.

-Demos un salto a la transición. ¿Por qué fracasa la

reconstrucción del movimiento anarquista?

-Porque el anarquismo era un continuo,

la transmisión de una fe, de una cultura, de una organización, en los barrios y los pueblos. Esa transmisión se rompe,

todos se van al exilio, entre los años 40 y 60 toda la propaganda internacional es socialcomunista, en España las

condiciones de vida cambian y el tipo de enfrentamiento con la patronal ya no puede ser el mismo. Son una reliquia del

pasado, exiliada, vieja, pobre. Y les quedó la etiqueta de la violencia en la guerra, de la que fueron más culpables que

los otros pero no los únicos, porque todos metieron mano en la sangre y el robo. No tuvieron la sutileza de hacer un

sindicalismo más pragmático. Pero ya ha visto cómo ha acabado este sindicalismo, y cómo se ha visto desbordado por las

protestas de los últimos meses.

-¿Encuentra paralelismos entre el 15-J y el

anarquismo?

-Evidentísimamente se parece mucho más al anarquismo. Si todo este

movimiento huele a algo es mucho más al barullo anarquista que a otra cosa. Espontaneísta, variado, contradictorio, un día

una cosa y un día otra, no se ponen de acuerdo, no encuentran formas de organización, maldicen al Parlamento y a los

bancos… Sí que se parece. Si esto dura más podría hacer estallar a la izquierda y dar lugar a una izquierda diferente que

tendría más a ver con esta variedad compleja del anarquismo.

El Periódico de Catalunya 
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En esta su última entrevista con EL PAÍS, realizada el pasado 23 de julio, el historiador Josep

Termes, fallecido ayer, pasa revista a uno de sus temas favoritos, el anarquismo. «Que canciones como Mi jaca o

Soy minero hayan sido escritas por un anarquista, Ramon Perelló, rompe todos los marcos teóricos sobre el tema»,

afirma sobre el movimiento rojinegro al que dedicó 52 años de estudio. El último libro de Termes, Historia del movimiento

anarquista en España (RBA; L’Avenç, en catalán), es una summa de 700 páginas sobre el asunto.

Pregunta. ¿Por qué se da en España, y en particular más en Cataluña, un movimiento

anarquista tan fuerte cuando en Europa, excepto en los países escandinavos, se impone el comunismo?

Respuesta. Es un gran enigma de la historia. En cualquier caso, Cataluña vive una de

las revoluciones industriales más importantes de Europa y eso genera un frente obrero fortísimo, con un contraste brutal

ente ricos y pobres, lo que da a luz un movimiento duro, radical, violento, que busca el enfrentamiento directo tu y

yo con el poder establecido. Ese contraste también se da en Andalucía: en buena parte gracias a la maldita

desamortización, una hijaputada: vendieron la tierra a los nuevos ricos y así el campo andaluz pasó de la pobreza del XVIII

a la miseria absoluta del XIX. En esos contrastes tan salvajes estaría la clave.

P. Sorprende que en seguida el anarquismo genera un modelo de vida, una cultura

determinada que, por ejemplo, no alimentarán otras ideologías…

R. Sí, pronto

entrarán con temas como el esperantismo, el naturismo, la práctica de lo vegetariano, la educación sexual…

P. Pero sin elementos intelectuales: no se les unen como sí harán con el

marxismo.

R. Sí, es curioso: proponen la revolución para todo el mundo, desde

médicos a obreros, pero se tiene al anarquismo solo por obrero; los máximos dirigentes del marxismo serán intelectuales; los

del anarquismo, nunca, siempre obreros. El anarquismo no encontró nunca a sus intelectuales y eso que los buscaron. A los

intelectuales les dio miedo el radicalismo anarquista. Eso se vio claro en uno de los pocos momentos de contacto, durante

el Modernismo… Antes decía lo de los núcleos escandinavos; no, lo que se da allí, como en EE UU, es un intelectual

liberal radical en la teoría, individualista y aislado, muy idealista, con nieblas mentales sobre el tema, un perfil que

acaba dando memos ilustres, todavía hoy, como Noam Chomsky. Es una imagen boba del anarquismo ofrecida por gente que vive

en un mundo ideal y que no sabe lo que es un obrero.

P. Recrimina la

incapacidad del anarquismo de bajar a los problemas concretos…

R. Es que no

tienen metodología, esa visión por etapas para alcanzar el objetivo final, eso tan típico del socialismo de ir logrando

diputados, minorías, pactos y pensar que por ese camino la revolución ya llegará… No, ese planteamiento los anarquistas

son incapaces de hacerlo: es el aquí, el hoy y la revolución ya. Eso les hizo fallar. También es cierto que quien debía

proponer esos pasos intermedios era más el anarcosindicalismo que los anarquistas, pero fue un gran fracaso, como

demostraron nombres como Ángel Pestaña y Salvador Seguí, el Noi del Sucre, que fue asesinado.

P. Nunca se había manifestado tan claramente sobre que el extremismo anarquista

creciente que se da en Barcelona en las décadas de 1920 y 1930 viniera provocado por la emigración, con una cultura más

violenta.

R. Hace muchos años que sabía que era así pero no lo tenía

documentado. Ahora, ya sí. En buena parte esa es la razón: la inmigración que llega a Cataluña es inevitablemente poco

preparada y radical; es gente, además, muy joven y acabará imponiendo su virulencia, que desborda a los sindicalistas de

mayor tradición.

P. Paul Preston, sobre el episodio de Paracuellos en la

Guerra Civil, aseguraba hace unos días que la matanza no fue tanto culpa de Santiago Carrillo como de los servicios secretos

soviéticos y de los anarquistas.

R. La orden de liquidar a toda esa gente es

soviética, viene desde Moscú, del bolchevismo extremo; Carrillo es culpable de controlar mal, de dejar hacer, y los

anarquistas ahí no pintaron nada de nada; a pesar de que Preston es un buen historiador, este es el típico caso de echar las

culpas a los pequeños, que no tienen detrás a sectores intelectuales potentes para defenderse.

P. Pero es un ejemplo de la mala imagen que tiene el anarquismo, especialmente durante la

Guerra Civil.

R. En parte la culpa fue del mismo anarquismo, que dejó que le

entrara de lo peor de la sociedad.

P. ¿Qué grandes errores ha cometido el

anarquismo a lo largo de su siglo y medio de historia?

R. El primero ese, no

saber distanciarse de la violencia, que acabaron apadrinando y justificando en muchos momentos; después, un exceso de

ingenuidad, de idealismo y una tendencia a la radicalidad interna, que les fue minando hasta desmontar el movimiento, algo

que le pasó a toda la izquierda obrera, por otro lado.

P. ¿Y

aciertos?

R. Que eran valientes como pocos, que quisieron hacer de la cultura

el eje de la vida y que mostraron una ortodoxia moral y una dignidad por el trabajo que no atesoró ningún otro

colectivo.

P. ¿Qué lleva, durante la Transición, a la práctica disolución del

anarquismo en España?

R. En realidad, el anarquismo acaba en 1939; es un

movimiento que casi pasa de padres a hijos; entre gente del barrio… y el franquismo rompe esa continuidad; a ello se unió

que el fenómeno no ha tenido la ayuda internacional que permite dar cobertura a sus miembros o publicidad a sus actos,

circunstancia que sí se dio en los socialistas y comunistas.

P. ¿Cómo ha

cambiado su visión del anarquismo desde que empezó a estudiarlo a principios de los sesenta?

R. No mucho, pero sí en un par de aspectos: he visto que su violencia era una tendencia

interna del anarquismo mayor de lo que creía; que entre 1931 y 1939 hubo quien dentro del anarquismo lo hizo mal adrede,

como García Oliver, al considerar que la República era una dormidera, y que en la guerra se hincharon de violentos que no

eran anarquistas y destruyeron el proyecto. Una pena.

El Pais