Vamos a asumir que un leninista particular, Lenny, y una anarquista particular, Ana, acuerdan amigablemente buscar una sociedad en donde la gente controle de manera cooperativa y colectiva sus propias vidas sin que nadie sea propietario de bienes productivos u ocupe una posición social que transmita un poder desproporcionado o riqueza.
Lenny y Ana son ambos anticapitalistas, antisexistas, antiracistas y antiautoritarios. Ellos no desean que un puñado de personas se encuentren en el sillín mientras la mayoría son cabalgadas. Y Lenny y Ana son antisectáreos. Pero, Lenny y Ana tienen grandes diferencias que proveen el enfoque de este ensayo.
Lenny dice: «Yo busco la no existencia de clases, la participación y la autogestión. Pero no puedo ignorar los centros económicos, sociales y el poder político de hoy. En nuestro movimiento, veo buenos objetivos, perspectivas y números potenciales, pero también veo que tenemos un tremendo equipaje en forma de ideas residuales horriblemente destructivas, hábitos, prejuicios, pasividad, hostilidad, y así sucesivamente.»
Continúa Lenny: «Necesitamos profundizar nuestras percepciones y expandir nuestra solidaridad. Necesitamos ampliar nuestros números y energías. Dada la situación actual, sin embargo, creo que no podemos alcanzar esta tarea de la misma manera serena como si nosotros vamos a vivir en un mundo humano futuro. En lugar de eso, debemos luchar incesantemente, siempre buscando ganar. Nuestra elección de medios para hacer que las cosas sucedan tienen que ajustarse a nuestras condiciones.»
Lenny concluye: «Es por estas razones que aunque odiemos las estructuras autoritarias, yo sin embargo abogo para que nuestros movimientos asciendan a unos cuantos líderes avanzados en posiciones de prominencia o poder especial. Necesitamos una autoridad central que genere disciplina y unidad, esencial para la acción coherente contra un enemigo implacable. Favorezco el establecimiento de una vanguardia, no sólamente porque algunas personas acumulen mayor sabiduría y capacidad, y por consiguiente han desarrollado una intuición de la cual todos nos podríamos beneficiar, sino porque la mayoría de nosotros necesitamos dirección, si queremos escapar del cautiverio de nuestros residuos de malas creencias y malos hábitos. Entonces no me critiquen de promover la dictadura, la jerarquía o el dominio de clase, odio todo eso. No me llamen macho, sexista o racista. Odio todo eso. Estarían en lo correcto si dicen que acepto, con gran pesar, la necesidad del uso temporal de alguna de las herramientas del amo para escapar no sólamente de él, sino del sistema que crea amos en cualesquiera de sus formas.
Ana, en contraste, dice: «Yo busco la no existencia de clases, la participación y la autogestión. Pero no puedo ignorar los centros económicos, sociales y el poder político de hoy. Veo nuestros buenos objetivos, perspectivas y números potenciales, pero también veo que tenemos un tremendo equipaje en forma de ideas residuales horriblemente destructivas, hábitos, prejuicios, pasividad, hostilidad, y así sucesivamente.»
Continúa Lenny: «Necesitamos profundizar nuestras percepctivas y expandir nuestra solidaridad. Necesitamos ampliar nuestros números y energías. Dada la situación actual, sin embargo, creo que no podemos alcanzar esta tarea de la misma manera serena como si nosotros vamos a vivir en un futuro mundo humano. En lugar de eso, debemos luchar incesantemente, siempre buscando ganar. Nuestra elección de medios para hacer que las cosas sucedan tienen que ajustarse a nuestras condiciones.»
Ana concluye: «Es por estas razones que apoyo el activismo diverso, la militancia, el estudio y la organización, orientada incesantemente para ganar, aunque yo también rechazo contundentemente a que unos pocos líderes avanzados ocupen posiciones de especial prominencia y poder, con falsas esperanzas de proveernos con la disciplina necesaria para alinearnos y desarrollarnos. En cambio, favorezco los mecanismos de autogestión. Yo, por supuesto, veo que algunas personas se desarrollan de manera desigual y acumulan mayor sabiduría y capacidad, y por consiguiente han desarrollado una intuición de la cual todos nos podríamos beneficiar. Pero me dí cuenta que esto tiene que ser utilizado de manera que asegure que encontraremos medios para escapar del cautiverio de nuestras malas creencias y malos hábitos, incluyendo la pasividad y obediencia, algo que las élites nunca obtendrán desde sus posiciones de dominación, ni el resto de nosotros desde una posición de subordinación. No me señales como promotora del caos y la violencia. Odio esas dos acciones. No me llames antiestructura, la favorezco. Estarían en lo correcto si dicen que prefiero abordar las dificultades que nuestro bagaje nos impone, sin crear alguna autoridad que suprima las cosas negativas. Evadir dicha autoridad es la única vía por la cual podremos escapar no solo del amo, pero también de todos los sistemas que crean amos en cualesquiera de sus formas.»
¿Qué conflicto entre líneas divide a Lenny y Ana? No son los principios. Es la visión del mundo actual y lo que se necesita para cambiarlo.
Lenny piensa que el equipaje que todos acarreamos en nuestras visiones y hábitos es tan destructivo para nuestra unidad que debe ser contrarrestado por la enaltación de personas que logren trascender la mayoría del bagaje en cuestión, a posiciones de poder desde donde podrían guiarnos, remolcarnos, y hasta ordenarnos pasar no solamente los centros externos de poder, sino también nuestras propias deficiencias. Pero, Lenny reconoce que esta opción es peligrosa. Él sabe que el nuevo poder que elevemos podría erigirse hasta convertirse en un intratable enemigo de la justicia. Él sabe que la misma existencia de este nuevo poder puede repeler a muchos que desean una libertad plena y que no obtendríamos los números deseados. Para Lenny, estos son riesgos que tenemos que tomar, porque está seguro que nuestro propio egocentrismo, pasividad, agresividad, dudas, arrogancias, prejuicios e ignorancia -de dejarse sin control- podrían fragmentar, desmoralizar y socavarnos hasta destruir nuestras posibilidades.
En esencia, Ana ve el mismo rompecabezas: ¿cómo avanzamos hacia un mejor futuro a pesar de conllevar los malos hábitos del presente, y a pesar que tenemos que sobrepasar un enemigo implacable? Pero, cuando Ana sopesa los méritos y débitos relativos, le llega la respuesta contraria. Para Ana, con lo arriesgado que es tratar de instaurar relaciones futuras en el presente con personas viciadas, quienes en ocasiones entrarán en conflicto, denigrarán, traicionarán y abandonarán la lucha -sería incluso más arriesgado consagrar a las pocas personas «avanzadas» a posiciones que supriman algunas dificultades pero que distorsionen a otros a resultados aún peores.
Las dos posiciones son cada una plausibles. Cada una está bien motivada. Cada una podría ser correcta. Depende en el mundo donde vivimos, incluyendo nuestras propias actitudes y hábitos. Las peores visiones que se escabullen en este debate, sin embargo, se tornan muy malas.
El peor leninista -polarizado por el deseo de defender el acto de abogar por un centro de poder e influencia- empieza a perder la trayectoria de la simple verdad: que los centros de poder e influencia son un problema. Él empieza a extender su apoyo al poder de la élite como recurso temporal para verlo como un bien permanente.
El peor leninista esta tan preocupado sobre las deficiencias populares que distorsionan las iniciativas populares y la creatividad, que empieza a detestar no solamente las innecesarias diferencias centrífugas, pero a temer a la iniciativa y la creatividad per se. Él empieza a etiquetar las opciones libres de la gente libre, el caos y la deslealtad, el utopismo y la ingenuidad.
El peor anarquista -polarizado por el deseo de defender el acto de oponerse a los centros de excesivo poder e influencia, comienza a perder el trayecto del hecho que la desunión y la falta de claridad en la lucha es un problema. Empieza a ver los acuerdos entre diversos actores como una pendiente resbaladiza hacia la obediencia de muchos actores, iniciativa para la toma de la autoridad, iniciativa ejercida como intento de establecer jerarquía y visiones compartidas de presagiar los sin sentidos. Rechazar el poder centralizado se convierte en el rechazo a las creencias compartidas, agendas, disciplinas y hasta la eficacia.
Un intento de resolución ha sido reclamar la virtud de combinar el centralismo con la democracia. Este enfoque fue concebido enfermo, incluso cuando significaba sinceridad, porque el centralismo no se encuentra en el lado positivo del espectro de decisión de cualquier evento, y la democracia esta lejos de ser un valor universal de toma de decisiones si a ella se le adhiere. Pero en el intento de encontrar un camino, sin embargo defectuoso, plantea la posibilidad de tratar de hacerlo mejor.
¿Qué resultaría si combinamos tres cosas en vez de dos?: 1) priorizando alimentar el disenso sin denigración, 2) priorizando alcanzar la coherencia informada sin la conformidad, y 3) priorizando la utilización colectiva y la autogestión sin fetichizar herramientas particulares de decisión.
La primera prioridad implica que cuando existen los desacuerdos en un movimiento que comparte objetivos y principios generales, todas las partes deberían respetar y buscar entender las razones de la discrepancia, para así encontrar las vías del respeto mutuo y la exploración de las distintas visiones.
La segunda prioridad implica que los movimientos deben esforzarse en desarrollar la participación para establecer y usar los conceptos que guiarán la práctica y en especial la participación en la definición de la visión y el programa, y que esta participación debe basarse no en seguir órdenes, más bien en la seria consideración y la deliberación.
Y la tercera prioridad implica que no hay un procedimiento correcto para lograr todas las decisiones, pero existe una norma de guía correcta en los participantes deben -en la medida plausible y caso por caso- tener una voz proporcional en las cosas que les afectan.
¿Pueden Lenny y Ana reunirse -aunque no siempre trabajen cerca uno del otro? ¿Podrían ser parte de un amplio bloque de esfuerzos, con respeto mutuo, si ambos se subscriben a estas tres prioridades y acuerdan en las estructuras de apoyo para completarlas? ¿Pueden ambos, Lenny y Ana trabajar para mitigar y revertir las peores inclinaciones entre sus respectivas comunidades de activistas -leninistas y anarquistas?
En resumen, ¿podrían Lenny y Ana -y otros- reconocer la necesitad de llegar a un tanto nuevo conjunto de conductas y prácticas, incluído el abandono de algunas visiones pasadas que defendían?. Ojalá que cada Lenny y Ana sientan que vale la pena investigar esta posibilidad.
Si observamos, alrededor del mundo, hay más Lennys en algunos lugares y más Anas en otros. Pero la importancia está en reconocer que hay muchos de cada uno, y el respeto mutuo y la cooperación pueden ser muy constructivos.
Claro, la solidaridad integral puede sobrepasar solo el rompecabezas metodológico resaltado arriba. Hay también temas en cuanto a priorizar aspectos particulares de la vida contra preferir el enfoque de abarcamiento, y quizás hayan otros asuntos también, de vision actual. Pero sospecho que si el rompecabezas mencionado podría ser trascendido, el resto también.