Alfonso Domingo es de esos héroes anónimos que luchan por la memoria de los pueblos. De esos periodistas que estuvieron a pie de conflicto en Nicaragua o en el Líbano, que saben cómo silban las balas cercanas o como tiembla un edificio en un bombardeo. Hablar con él es hablar con un sabio de nuestro tiempo, tranquilo y humilde, que en otro país hubiera sido nombrado doctor honoris causa de alguna universidad de prestigio o tendría, al menos, ayudas para poder materializar sus proyectos. Pero aquí, en esta vieja Iberia sumergida, debe luchar contra los elementos para poder contarnos nuestra propia historia.
Ahora nos trae, junto a Jordi Torrent y Mireia Sentís, el documental Héroes invisibles; la vida de James Yates, uno de los 85 afroamericanos que vinieron a luchar por la República en la Guerra Civil. Aquí sucedieron hechos que jamás habían ocurrido antes como que un negro, Oliver Law, fuera el primer afroamericano en comandar una unidad de blancos en la historia de los Estados Unidos. «En España fue por primera vez donde, como hombre negro, me sentí libre», comenta Yates. Casi adolescente, vino para luchar por la libertad de un pueblo al que no conoce, un pueblo de blancos. Combate en Brunete, sufre los bombardeos de Madrid y conduce su camión hasta que cae herido en un bombardeo. Luego, en su regreso a EE UU, el peso, otra vez, del racismo y del anticomunismo, le golpea más duro que las bombas fascistas. El documental se estrena este mes de octubre en el Matadero de Madrid y promete hacer una gira por algunas ciudades y certámenes. Entre vino y vino charlamos un rato.
¿Cómo se atreve uno a ser documentalista en este país?
Pues con mucha inconsciencia, quizá con mucha tradición y la experiencia de muchos años. Como nada se paga y nada está valorado en este país, pues hago lo que siempre he hecho y siempre querido hacer… como El último mohicano. De todas formas, ahora estoy quemando mis últimas balas. Ya estoy terminando el documental sobre Melchor Rodríguez, «El ángel rojo», tu bisabuelo… y creo que ya.
¿Cuántas veces has dicho eso?
(Risas) Muchas, pero cada vez lo digo con la boca más pequeña y más convencido…
Siempre te atraen los perdedores vitales, los héroes anónimos que, no teniendo nada que perder, lo dan todo por una causa justa: los maquis, Billy el niño, Melchor, Yates…
En la vida tienes una serie de preocupaciones vitales o preferencias, como quieras llamarlo. Para mí, uno de los temas fundamentales en mi escala de valores es la justicia y, normalmente, los que buscan la justicia suelen ser los ajusticiados, la gente que primero cae bajo las garras de un orden injusto. Kipling decía que ni el fracaso ni el éxito son permanentes, y que no son la categoría esencial del hombre… Yo creo que el hombre se entiende mejor en el fracaso, en el fracaso con dignidad.
No sé si era Lincoln el que dijo: «Casi todo hombre soporta la adversidad; si quieres probar el carácter de un hombre, dale poder»…
Sí, en la adversidad se pueden expresar los demonios que llevamos dentro, pero lo que realmente es un ser humano, la esencia de uno aparece cuando está derrotado, cuando la vida está en suspenso. Las historias humanas se comprenden mejor cuando te vienen mal dadas. Me atraen los personajes que mantienen una actitud humana a pesar de todo y demuestran que el ser humano tiene solidaridad, el esfuerzo, mantener una actitud humana, demostrar que el ser humano es capaz de lo mejor.
Y de lo peor.
Ya, pero a esos los estamos viendo todos los días. Los personajes que me movilizan son los que tienen mucho que perder y pierden, y que cuando ganan no lo hacen para ellos sino para un colectivo, que casi nunca les da reconocimiento.
Tienes algo de Rick…
Bueno, no sé… No, creo, quizá eso es muy romántico. No hay que soñar por soñar. La utopía es aquello que tiene que estar en el horizonte. La utopía del apoyo mutuo.
¿Cómo te encontraste con James Yates?
Bueno, yo soy estudioso de la Guerra Civil, de los aspectos menos conocidos de la guerra. Mireia Sentís me presentó el libro de Yates en una cena y me encantó el tema. Me interesó el viaje, la epopeya. El viaje de los afroamericanos desde el sur al norte, luego a España y vuelta. Personajes como Oliver Law, Langston Hugues, Paul Robeson son interesantísimos en su lucha por los derechos sociales. Que la lucha de los afroamericanos a los que se les negaban la libertad pasara por la Guerra Civil española me parecía que necesitaba un documental.
Me llamó la atención que, cuando vuelven a EE UU, ellos ya no eran los mismos. Incluso los blancos de la Brigada Lincoln que volvieron. Eso de que hubiera un negro mandando blancos… ¿fueron un número suficientemente relevante, 85?
Los movimientos ya habían comenzado hacía años, y los que vinieron a nuestra guerra además eran del Partido Comunista, con lo que fueron minoritarios dentro del movimiento. Los que vuelven de la Lincoln se sienten manipulados y piensan que han sido carne de cañón. No les faltaba razón, porque para eso se les utilizó en la guerra. Les invitan a Moscú e incluso algunos sufren las purgas de Stalin y salen muy decepcionados del comunismo, aunque otros siguen militando. Ellos se habían sentido libres por primera vez en España y llevan esta experiencia de vuelta a su país. El problema es que son una isla dentro del extenso movimiento de derechos civiles, que se gestaba principalmente en las iglesias. Eran ateos y se habían afiliado al Partido Comunista. Ser comunista y negro en EEUU fue muy complicado y no les dieron trabajo, les espiaron, les hicieron la vida imposible.
Se habla mucho de la instrumentalización de las Brigadas Internacionales, sobre su utilización como carne de cañón del Partido Comunista.
Todo tiene su cara y su cruz… hubo unos 500 fusilados dentro de las Brigadas. Son personas muy idealistas, incluso pacifistas, que no tienen una disciplina militar y sufrían de la baja moral, huyendo a veces en medio del combate. Eso les condenó al paredón en muchos casos. Había unos comisarios políticos que controlaban todo lo referente al Partido y fueron utilizados como fuerza de choque dentro de la República. Me decía una vez un falangista que entrevisté que en nuestra guerra empieza a darse lo que luego se daría en la II Guerra Mundial: el soldado ideológico, que es mucho más valioso porque cree en lo que lucha y hasta la muerte. Los afroamericanos de la Lincoln eran exactamente ese perfil; creían en el comunismo y en el socialismo y pensaban que iban a cambiar el mundo. Pero fueron moneda de cambio entre Rusia y los nazis, con los pactos Molotov-Von Ribbentrop. Pero no olvidemos nunca que vinieron a perder la vida por una idea, por un pueblo y una tierra que no conocían y que casi no llegaron a conocer.
¿No hubo anarquistas afroamericanos?
Sí, pocos, hubo un par de ellos que se integraron en la columna Durruti. Dentro de esos negros había cubanos y puertorriqueños… pero eran pocos.
¿Qué falta por hablar de la Guerra Civil?
Hay muchas cosas que faltan, muchos personajes que hicieron cosas increíbles, personas que salvaron vidas en uno y otro bando, como Melchor Rodríguez, y que apenas se ha hablado de ellos.
¿La sociedad española es racista?
Yo creo que no, en general creo que no. Yates cuenta que la gente, cuando iban a un pueblo, venía a tocarles la piel porque no habían visto un negro en su vida. Lo cuenta como algo gracioso y luego comían, y cantaban, todos juntos en las Jornadas de Confraternización.
¿Todavía podemos aprender algo de nuestra guerra?
Sí, que jamás vuelva a repetirse. Es lo más destructivo. Nunca se puede imponer una ideología por la fuerza, hay que dialogar, hay que pactar e impulsar el diálogo como única manera válida. La guerra supuso una ruptura en este país que todavía no ha cicatrizado. Yo ya tengo que pasar a otros temas, que venga otra gente con otro enfoque. A nuestra generación nos fue hurtada la historia y tuvimos que investigar para saber de dónde veníamos. Ahora que tanto hablan de nombres y banderas yo voto por una unión, incluso con Portugal, y dejarse de conservadores de uno de otro lado que quieren solo el beneficio propio.
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Seguimos charlando un par de horas más, tomando vinos y hablando del mundo, pero eso me lo quedo. Tan sólo animaros, queridos lectores, a que vayáis a ver un documental diferente, hecho impecablemente desde la resistencia. Es gracioso, ahora que la burguesía conservadora de una y otra bandera discute sobre el significado de España, cómo este afroamericano bonachón y guerrero sintió la libertad por primera vez en nuestro país, como tantos otros hermanos suyos. Santos o peleles, lo cierto es que las Brigadas no fueron un cuerpo sino un conjunto de individualidades que se jugaron y perdieron la vida para que este país tuviera futuro y esperanza. Y esa esperanza no es más que solidaridad, apoyo mutuo y unión del pueblo frente a los desmanes de las clases dirigentes.