Lucía Sánchez Saornil: Periodista y poeta anarquista, miembro de Mujeres Libres

Cronista de guerra, literata, anarcosindicalista, Lucía Sánchez dedicó su vida a transformar el papel secundario de la mujer, dentro incluso de las organizaciones obreras, gestando la primera organización anarcofeminista europea, Mujeres Libres.


Lucia Sánchez colaboró con la fotoperiodista húngara Kati Horna en la revista Umbral en octubre de 1937 en un interesante articulo: «La maternidad bajo el signo de la revolución». Un tema inquietante que hasta aquel momento jamás se había planteado en un contexto bélico. Un contexto de lucha antifascista en Europa acostumbrado a hablar de heroicidades o victorias militares y en el que destacan los adjetivos referidos a la masculinidad, a la valentía, el ardor guerrero, o el coraje. Pero las mujeres eran desde hacía siglos la parte secundaria de todas las guerras: madres, esposas o «el descanso del guerrero», es decir, una parte relegada a la retaguardia.

Lucía Sánchez y sus compañeras modernizaron el panorama cultural y político de su época, y rompieron el muro del silencio de las mujeres al aparecer, reclamando su espacio, en prensa, radio y demás medios de comunicación, como lo habían hecho al aparecer en las calles plantando cara a los sublevados de julio de 1936. Este espacio público, por primera vez, habla de mujeres, educación, niños, hospitales o casas de maternidad, milicianas y, como no, de un proyecto común de futuro equitativo integrado en el contexto de la revolución española, la única hasta el momento en que la clase trabajadora autogestionó la mayoría de aspectos de la vida cotidiana. Las mujeres fueron parte intrínseca y determinante de esta transformación social.

Una de las protagonistas de esta transformación fue Lucía Sánchez (1895-1970) que tenía tras de sí una brillante trayectoria militante ligada al anarcosindicalismo y rompió su particular techo de cristal, pasando de ser una empleada de la compañía telefónica madrileña a destacar como periodista en el Madrid de los años treinta. Su militancia obrera la hizo frecuentar mundos hasta aquel tiempo vetados a las mujeres: reuniones nocturnas, imprentas clandestinas, plenos de sindicatos, etc. Su juventud y su carácter decidido hicieron el resto: pronto se implicó hasta el final y poco a poco se gesta en su mente la decisión de crear una organización especifica de mujeres, ya que el atraso intelectual y ético del país se revela como un lastre del que hay que librarse si se quiere avanzar hacia la igualdad. El sindicato y la misma organización libertaria son su primer lugar de batalla. La lucha por la inclusión de la mujer en el debate sindical y laboral será una de las batallas emprendidas por las muchachas que gestan la primera organización anarcofeminista europea: Mujeres Libres.

Cronista y miliciana

Lucia Sánchez fue secretaria de redacción del CNT (1933-1934); antes había publicado en Ultra, Tableros, Plural y otras revistas madrileñas de literatura; participó en la gran huelga de Telefónica y fue duramente represaliada. Este y otros motivos la obligaron a trasladarse a Valencia (1927-1931) y fue readmitida en Telefónica en 1936. Aquel año participa con su organización, la CNT, en los combates callejeros del asalto al Cuartel de la Montaña y luego partió rauda al frente de guerra donde trabajó como periodista, lo que mejor sabía hacer: escribir la crónica de la lucha obrera. Ya en Valencia escribe en Umbral donde es jefa de redacción en 1937. De la ciudad del Turia pasó a Barcelona, reclamada por la organización, y realiza múltiples labores de educación y coordinación hasta que en mayo de 1938 se encarga de SIA (Solidaridad Internacional Antifascista), organización anarquista solidaria destinada a la ayuda a la población civil que proyectará su labor después de la evacuación de la población civil en territorio francés.

Lucia Sánchez también pasa la frontera y es internada en los campos de refugiados. En 1940 reside en París y más tarde en Montauban con su compañera de toda la vida América Barroso a la que había conocido en Valencia. Pasan clandestinamente a España gracias a las redes de evasión anarquistas y residen, sin papeles, en Madrid y Valencia. No legaliza su situación hasta 1954 y se ve obligada a desempeñar multitud de oficios precarios que la obligan a coartar su terrible creatividad que expresará a través del dibujo y de escritos que jamás verán la luz. Una vida truncada por la terrible represión franquista que planea siempre como una espada de Damocles sobre los militantes clandestinos. Lucía Sanchez murió en Valencia y solo algunos viejos militantes y buenos amigos conocían sus altas capacidades intelectuales y morales. Su vida discreta tuvo que ser rescatada años más tarde a partir, como no, de otras mujeres anarquistas, como Pepita Carpena, Suceso Portales, Antonia Fontanillas, Pilar Molina, Llum Quiñonero y algunas más.

Su labor más destacada es la que realiza dentro de Mujeres Libres, como explica muy bien la anarcofeminista Lola Iturbe en su libro pionero sobre las mujeres libertarias españolas editado en México en 1974 y que desvela por primera vez rastros y rostros de la lucha de las mujeres en el siglo XX. Mujeres Libres es una organización única en su tiempo de la que tomarán modelo otras organizaciones antifascistas y que pone en marcha multitud de escuelas de capacitación femenina, clínicas, cursillos, charlas y un largo etcétera; una labor que jamás se había emprendido en nuestro país, con uno de los índices de analfabetismo obrero, y de entre él el femenino, más altos de Europa.

Lucía Sánchez no estaba sola en esta lucha, secundan su idea la jovencísima doctora aragonesa Amparo Poch y la intelectual Mercedes Comaposada. A su alrededor se apiñan un grupo de obreras entusiastas, pero también maduras militantes de los años del plomo barcelonés en que los militantes se ven obligados a crear los grupos de defensa confederales en los cuales se implican compañeras, amigas y familiares. Todas ellas ponen en marcha una organización sin precedentes en la carca España que se abre paso ante la inquietud de la Iglesia Católica y del privilegio de los más cavernícolas que ven peligrar sus prerrogativas. Una organización que denuncia la doble opresión que padece la mujer. Teresa Claramunt lo había expresado a la perfección a finales del XIX: «La mujer obrera en España es la esclava del esclavo».

Ahora, una publicación se suma a las que van recuperando su trayectoria vital. Después de la antología de poemas compilada por Rosa María Martín en 1996, llega la recopilación de artículos escritos por Lucía Sánchez de la mano de Pau Martínez y Antonia Fontanillas que pacientemente los recuperó a lo largo de toda su vida y que ahora publica LaMalatesta. Una buena ocasión para profundizar en la trayectoria de una mujer libre. Pasado y presente conforman parte de la utopía cotidiana que día a día se transforma en futuro posible. ¡Va por ti, Lucía!

Dolors Marín