No, no nos referimos a las convocadas por UGT y CC.OO. que han tenido una amplia cobertura en todos los medios y cuyos principales dirigentes, Pepe Álvarez y Unai Sordo, han dispuesto de todos los micrófonos y todas las cámaras para no decir prácticamente nada; bueno, algo sí han dicho: que un año de estos tendremos -se supone que gracias a su saber estar en las negociaciones- pleno empleo, mejores salarios y menos horas de trabajo. Una buena noticia… si no fuera porque intencionadamente se olvidan de reconocer que han sido los recortes, reformas y convenios que han firmado estas dos organizaciones en las últimas décadas los que nos han llevado a estos niveles de precariedad en el empleo, moderación salarial y retraso en la edad de jubilación.
Y visto que la comitivas del sindicalismo oficial se han visto con profusión, de lo que se debería hablar un poco es de las manifestaciones que no hemos podido ver; al menos en los grandes medios, esos que son paradigma de la pluralidad de pensamiento y la defensa de los valores democráticos. Lo primero que se podría pensar (si fuera la primera vez, que no lo ha sido) es que se trata de manifestantes invisibles, con banderas y pancartas inmateriales. Pero no es así porque muchos medios alternativos (incluso algunos comerciales de esos que no se consideran del progresismo) sí que las han visto y lo han contado a su público.
Han sido más de cincuenta las manifestaciones protagonizadas por el sindicalismo alternativo y los movimientos sociales, en varias ciudades con miles de participantes y unos lemas bastante más contundentes que los de los sindicatos de Sordo y Álvarez. Es cierto que no ha habido ministros ni políticos de renombre en esos cortejos olvidados, pero trabajadores indignados y secciones sindicales de empresas en conflicto no han faltado. También se ha gritado y mucho contra la guerra, por los derechos de las mujeres, por una vivienda digna o contra el racismo.
Es cierto que ya deberíamos estar acostumbrados a ese sistemático silencio de los grandes medios, puesto que lo sufrimos el resto del año respecto a los comunicados, huelgas y demás actividades que realizamos de forma creciente. Sin ir más lejos, estos mismos días nadie (o casi nadie) ha querido enterarse de que un centenar de sindicalistas de la CGT ha ocupado la sede de la patronal catalana Foment del TreballNacional, que las trabajadoras de atención domiciliaria de Sevilla llevan casi un mes acampadas para exigir mejoras, que las de la cadena H&M han iniciado una huelga indefinida, etc.
Se nos podrá objetar que “esto es el mercado, idiotas” y que las empresas de comunicación tienen libertad para informar de lo que quieran e ignorar lo que no les guste a sus directivos. Es discutible, pero de hecho así ocurre. Pero es que los llamados medios públicos hacen exactamente lo mismo y esas televisiones y radios se pagan con el dinero de todos; de los que no somos afiliados ni entusiastas del sindicalismo mayoritario también.
No es admisible argumentar que se habla siempre de los mayoritarios porque son muy grandes, puesto que muy probablemente son mayoritarios justamente por el valioso apoyo que desde la patronal, el gobierno y los medios afines se les proporciona sin mesura. Incluso ya se pude objetar que esa mayoría no es tal en comunidades como Galicia, Euskadi o Navarra, y que en Cataluña -a pesar de tener más representantes sindicales- hace años que han sido superados por sindicatos alternativos en los conflictos laborales y la movilización social.
Por tanto, y como contribuyente forzoso a los presupuestos de Estado, me gustaría que los medios públicos admitieran y respetaran la pluralidad sindical de nuestro país y dejaran de comportarse como si fueran el Pravda o el Gramma del gobierno español.
Antonio Pérez Collado
CGT-PV