Melchor Rodríguez García (1893-1972), «El Ángel Rojo», como llegaron a llamarle por su intervención providencial y decisiva en el fin de matanzas. Como él mismo escribió:
«realizar una acción común que haga posible un cambio de sistema económico y social, en el que la justicia impere y la fraternidad humana evite tantos dolores y tantas angustias».
Así refirió los hechos un agente de Stalin en un informe interno:
«-¿Por qué Vd., siendo anarquista, salvó la vida a tantos nacionales en el periodo rojo?
–Simplemente era mi deber. Siempre me vi reflejado en cada preso. Cuando me encontraba en la cárcel, pedí protección a los monárquicos, a los derechistas, a los republicanos… a aquellos que se encontraban en el poder; entonces me consideré obligado a hacer lo mismo que había defendido cuando yo mismo estuve recluido en las cárceles, es decir, salvar la vida de estas personas.-¿Le resultó fácil?-Ahora puedo decir con satisfacción que a menudo me arriesgué a perder la vida propia por salvar las de otros. Muchas veces en mi propio despacho me apuntaron al pecho con el cañón de un revólver. Salía del problema echándole valor. Cuando regresé a Madrid después de haber salvado de la muerte a 1.532 presos en Alcalá, tuve que escuchar unos tremendos insultos y amenazas de jefes de relevancia que hasta llegaron a acusarme de ser un fascista.Durante la Guerra, tras ser destituido de su cargo en Prisiones, llegó a ser Alcalde de Madrid durante un tiempo brevísimo y fue él quien ofició el traspaso de poderes del Consistorio a las tropas vencedoras tras haberse negado a huir. Salió de la cárcel en 1944 y siguió participando de las acciones de su organización anarquista.Según la obra Esbozo de una enciclopedia histórica del anarquismo español, editada por la Fundación Anselmo Lorenzo, nuestro Melchor era un andaluz con ángel, nada amigo del comunismo prosoviético de entonces y partidario de un anarquismo pacifista y humanista. Director de Prisiones durante la etapa ministerial de Juan García Oliver, 5 de noviembre de 1936, sobresalió por su comportamiento humanitario hacia los detenidos por las «checas» estalinistas de Madrid, checas que denunció con riesgo para su propia vida, lo que le valió el calificativo de «quintacolumnista» por parte del Partido Comunista cuyos voceros siguen considerándolo un «traidor» junto con el coronel Casado y Julián Besteiro. Terminada la Guerra, fue detenido por el franquismo. No fue condenado a muerte debido a su comportamiento y estuvo poco tiempo en la cárcel dadas las circunstancias.