Cada vez más músicos se preguntan cómo es posible que aún no se haya sindicado un gremio que mueve tantísimo dinero. Analizamos con ellos la situación este 1 de mayo.
«Un día, en el Festival Do Norte, hasta arriba de todo, propuse montar un sindicato. Todos me miraron en plan: ‘El Luque está loco’. Y yo dije: ‘Pues vale, yo estoy loco, pero tú eres gilipollas, así que prefiero estar loco». Así recuerda Antonio Luque, alias Sr. Chinarro, su fallido intento de sumar fuerzas para afrontar las injusticias del negocio musical. «Estaba empeñado en que teníamos que hacer un sindicato y empecé a comerle la oreja a uno y a otro, pero al final todo se quedó en agua de borrajas», lamenta.
Tal vez no encontró la mejor hora, el mejor lugar ni la oratoria más convincente, pero cada vez más músicos se preguntan cómo es posible que en 2016 aún no se haya sindicado un gremio que mueve tantísimo dinero. Hemos reunido a una docena de artistas para hablar del este asunto: además de Luque, Guille Milkyway (La Casa Azul), Enric Montefusco (Standstill), Guille Galván (Vetusta Morla), Adriano Galante (Seward), Javier Rivera (Pony Bravo), Marta Fierro (alias Eme DJ), Lalo López (Fundación Tony Manero), los cantautores asturianos Nacho Vegas y Pablo Und Destruktion, el catalán Cesc Freixas y la vasca y experta en propiedad intelectual Ainara LeGardon. También David García Aristegui, estudioso del sindicalismo en las industrias culturales y autor del reciente análisis ‘Sin mono azul. Breve historia del sindicalismo en el trabajo cultural en España (1899-2015)’.
¿Qué imagen tienen los sindicatos en tu entorno?
Guille Milkyway: Una de las muchas consecuencias del deplorable devenir del sistema liberal es haber fomentado una corriente de opinión contraria a la labor de los sindicatos. Hace años, en el bar, cuando había una huelga en la Delphi, se podía sentir una solidaridad del conjunto del barrio. Hoy oyes “que se pongan a trabajar como el resto y se dejen de tonterías”. El discurso de la individualidad y el sálvese quien pueda liberal ha hecho un daño casi irreparable. Es lo que perpetúa el poder de la élite. El pan y circo posmoderno incluye manifestaciones, caceroladas y protestas de índole popular. Y mientras, que vaya desapareciendo el poder sindical.
Nacho Vegas: En Asturias se tiene un gran respeto al sindicalismo debido a nuestra historia reciente. En mi entorno laboral, la cosa cambia, porque el mundo de la música está básicamente formado por autónomos y precarios, en una generación en la que la conciencia de clase se ha ido difuminando y a la lucha sindical se la contemplaba como cosa exclusiva del obrerismo.
Pablo Und Destruktion: Tras el 15-M, la política recuperó el contacto con la cultura popular, pero no tanto con los sindicatos. Y así sigue. Nos hemos rasgado las vestiduras con la política, la casta y ha nacido Podemos, pero no se ha dado lo equivalente en lo sindical. Soy anarcosindicalista y creo que los grandes logros sociales han llegado a través de la lucha sindical.
Cesc Freixas: Los sindicatos hoy están tan deslegitimados como la política porque son estructuras que viven de las subvenciones y, en definitiva, de pactar soluciones con la patronal. Para dar respuesta real a los trabajadores, no son una alternativa en el siglo XXI. Pero eso no puede ser una excusa. Hay que hacer un esfuerzo para actualizar el discurso y la estética de los sindicatos, pero para mí es muy importante conservar su etimología.
Lalo López: En mi entorno, el sindicato no tiene ninguna imagen porque el 90% de los músicos cree que no existe tal tipo de organización en el sector de la música popular. De hecho, el concepto de colectivo, entendido como un grupo con autoconciencia que defiende unos derechos comunes frente a los empresarios, es algo muy abstracto. Yo provengo de una familia con tradición sindicalista y siempre he visto esto como una carencia tremenda.
¿Cuándo has necesitado el apoyo de un sindicato?
Enric Montefusco: Nunca he tenido ese pensamiento. Muchas veces he necesitado apoyo, información y guía, pero en este país antes piensas en que ‘ya te lo había advertido tu madre’ que en sindicatos.
Pablo Und Destruktion: Varias veces. Desde que empecé en esto, todo ha sido una lucha contra la precariedad y la tomadura de pelo generalizada. En disputas que he tenido con sellos y promotores, y ha habido varias, me habría ido bien tener un sindicato. También en la última, con AtresMedia y la SGAE, en la que terminamos demandando y acudiendo a la CNT.
Guille Galván: Más que un sindicato, hubiera agradecido un espacio información compartida. Cuando empezamos con Vetusta Morla nos dimos cuenta de que había un agujero negro tremendo, no solo con respecto a los músicos y su trabajo, sino con muchos sectores de la industria. Cualquier grupo joven que empieza tiene miles de dudas sobre quién es quién y qué retribuciones, obligaciones y derechos puede obtener por su trabajo, tanto en el ámbito discográfico, editorial y digital como en los conciertos.
Lalo López: En la época en que las discográficas movían el cotarro, la indefensión jurídica y económica de los artistas era casi total. Hablamos de chavales de 20 años a merced de contratos draconianos tanto discográficos como editoriales. Se aprovechaban de la inocencia de la gente y de su ilusión. También muchas agencias de ‘management’ lo hicieron. Indignaba ver sus tantos por ciento de beneficios y no tener a nadie que te asesorase de cómo poder controlar sus actividades y cuántos de sus beneficios eran destinados a tu desarrollo profesional. No había un contrapoder que les forzase a ser transparentes. Ese contrapoder es el sindicato.
Ainara LeGardon: Una productora audiovisual cometió una negligencia no solicitándome por escrito una autorización para incluir una canción mía en una película que fue número uno en taquillas de 1998. Como consecuencia, jamás pude cobrar una parte de los derechos que me corresponden. Confié en los servicios jurídicos de SGAE, que comenzaron a tramitar el caso y a negociar una indemnización. Me recomendaron no aceptar la cantidad que me ofrecían y que fuéramos a juicio. Yo llamaba cada varias semanas para ver en qué punto estaba el tema. Dieciocho años después sigo sin respuesta. Otro momento en el que me sentí completamente indefensa fue hace ocho años. Sufrí una grave lesión de espalda que me obligó a cancelar mis conciertos. Pasé un año sin poder tocar la guitarra, ni apenas salir de casa. No tenía derecho a baja laboral, ni estaba cobrando prestación social. Fui a los servicios asistenciales de AIE, que me dieron una ayuda de 2.000 euros.
Nacho Vegas: En 2008, cuando Felpeyu (grupo asturiano de folk) tuvo el trágico accidente que acabó con la vida de Carlos Redondo e Igor Medio, un accidente laboral en toda regla que no contabilizó como tal. Un grupo de personas, no solo músicos sino también gente cercana a la escena de Gijón, montó la Caja de Músicos, de la que hoy formo parte. Es un colectivo con el que intentamos, en la medida que nos dejan y somos capaces, enfrentar los problemas que afectan a los que los músicos como colectivo.
Lalo López: También me indigno cuando veo en cada concierto que tengo que ser yo, que no soy ni autónomo, quien se tiene que dar de alta en la Seguridad Social y no la persona que me contrata. Y cuando veo que mi cotización en esta, fragmentaria e irregular, no me va a servir nunca para acceder a un subsidio de paro, ni tampoco a ningún tipo de baja laboral cuando me pase cualquier cosa. Vivimos en la más absoluta precariedad.
Adriano Galante: Tras ver cómo el Ayuntamiento de Barcelona ha regulado la normativa de la música en directo y ha liberado a las salas -que sí están organizadas- de la presión policial que sufrían hasta ahora, imagino a un batería una noche de viernes, cargando con su set de hierros y palos en un taxi para llegar a su tercer ‘show’ consecutivo en una misma noche y rompiéndose la muñeca al bajar las escaleras del sótano. ¿Cómo hará este batería para sobrevivir sin hacer conciertos? ¿Podrá solicitar la baja hasta que se recupere de la lesión? No. ¿Tendrá descuentos en algún seguro para que la rehabilitación sea más rápida y pueda incorporarse a la faena? No. ¿El bar le pagará las fechas que ya tenían confirmadas y no podrá cumplir? No. ¿Hay sindicato que le ayude a conseguir alguna ayuda gubernamental? No. ¿Tiene unos padres que le paguen el alquiler? Seguramente, sí. ¿Vive con una pareja con sueldo mensual? Seguramente, sí. ¿Podría repetirse este accidente en las mismas circunstancias? Rotundamente: sí.
Javier Rivera: No concibo el concepto social y comunitario del sindicato como algo específico de una profesión. Los sindicatos verticales no dejan de ser colegios profesionales encubiertos. Un sindicato debe luchar por el bien de los trabajadores, ya sean músicos, técnicos, personal de producción, de comunicación, camareros, porteros… Para mí, no es válido hacer justicia con los músicos a costa de perjudicar a los compañeros que tengo al lado.
¿Quién ha defendido tu carrera hasta ahora?
Enric Montefusco: La cautela y la inteligencia; o sea, las hostias previas. Aun así hay cosas inevitables. Aún nos deben dinero a Standstill, pero ir a juicio es más caro de lo que ganaríamos. El sistema judicial está montado para otras esferas.
Adriano Galante: Nadie. Te lo vas encontrando y luego te acostumbras a asegurarte de que todo aquello que te ha hecho sentir engañado, estafado y menospreciado no vuelva a ocurrir. Tampoco otros afectados te avisan de lo que te viene encima, ni lo publican en ningún medio ni tienen un lugar donde compartir estas experiencias. No hay modo de saber lo que te espera.
Lalo López: Nadie. Dependes de la buena fe de las personas. Y procura tener algún amigo abogado en asuntos laborales llegado el momento.
Marta Fierro: Me he defendido como he podido. La mayoría de veces, sin medios, así que he perdido algunas de las batallas: por falta de formalizar la relación comercial, por cláusulas abusivas que parecen la letra pequeña de una hipoteca, porque hay empresarios que son tiranos o estafadores…
Nacho Vegas: Nadie, pero desde que la industria discográfica ya no tiene el peso que tenía, tenemos una gran oportunidad de reaprender a mirar el mundo de la música. Los sellos, promotores o representantes no tienen por qué ser nuestros enemigos; son compañeros. Esto también es labor de ellos, que tienen que empezar a despojarse de celos profesionales absurdos y dejar de establecer relaciones de competencia. Debemos crear una red de relaciones cooperativas que haga más sano un ambiente estúpidamente viciado porque algunos se creen que formamos parte de algo así como una industria. Para mí, la solución es la autogestión y la cooperación. Parecerá una tontería, pero nombrar las cosas de forma diferente ya es importante.
¿Los músicos están genéticamente incapacitados para luchar unidos?
David García Aristegui: Alrededor de la SGAE hay una constelación de asociaciones profesionales de autores que se financian casi en exclusiva gracias al dinero de la Fundación SGAE. Estas asociaciones tendrían que haber cubierto las funciones sindicales, pero no está nada claro cuál es su objetivo y funcionamiento real. Esas asociaciones fantasma han contribuido a la fragmentación y falta de respuestas colectivas desde el sector musical, que solo han sido visibles, y de manera muy torpe, con temas como la piratería, reformas de la Ley de la Propiedad Intelectual o el IVA cultural.
Ainara LeGardon: SGAE y AIE ofrecen servicios jurídicos y asistenciales a sus socios, pero la falta de confianza en ellas hace que no siempre los músicos las tengan en cuenta. En el caso de SGAE, la falta de confianza está ganada a pulso. Pero nosotros nos hemos autoboicoteado con nuestro modo de trabajar individualista, poco concienciado y nada comprometido.
Guille Galván: Durante muchos años ha existido en ciertos sectores de la música independiente una defensa consciente de la no profesionalización que, vista con perspectiva, tampoco ha puesto fácil lo que planteamos.
Adriano Galante: La industria musical, inventada en pleno auge del capitalismo y bajo la ilusión de la ruptura con el sistema conservador, ha impulsado siempre el éxito del trabajador sin experiencia, sacando el máximo provecho del músico joven que triunfa con un puñado de canciones. Esta fórmula ideal, repetida desde los años 50, deglute a cientos de adolescentes que reniegan del esfuerzo que conlleva lograr un mínimo equilibrio laboral estable y vomitan a adultos desencantados que se rinden a la primera de cambio, una vez la vida les obliga a buscarse otro trabajo.
Cesc Freixas: Para mí, el gran desastre de los músicos es que ni nosotros nos creemos trabajadores. El primer escollo a superar es la concienciación. Cuando tengamos claro eso, podremos actualizar la idea de sindicato.
Guille Milkyway: Músico es el autor de canciones, el intérprete en una orquesta, el cantante famoso y el desconocido, el productor musical, el creador del ‘jingle’ de Mercadona, el compositor de reguetón, el ‘discjockey’ de barrio, el intérprete de sesión. Y la mayoría de veces es varias cosas a la vez. A veces es patronal y a veces es sindicato. Por otro lado, la conciencia de clase es un concepto en crisis. El capitalismo lo ha aniquilado.
Lalo López: Empezamos muy jóvenes y en círculos poco cohesionados a nivel laboral. Desarrollamos nuestras carreras en base a la ilusión, pero carecemos de una formación laboral y aprendemos a ser trabajadores en un sector muy poco estructurado. Y, no lo neguemos, también somos unos irresponsables que nos hemos acostumbrado a ser felices con muy poco.
Ainara LeGardon: Nos han enseñado que responsabilizarnos de algo más que divertirnos creando nos desconcentra. Nos han repetido que lo mejor es que nos dediquemos a lo que sabemos hacer y dejemos el control de la gestión de nuestra obra en manos de profesionales. Estamos desunidos y luchamos solos. Y así, las batallas están perdidas antes de iniciarse.
Adriano Galante: Cuando un músico sirve de puente entre una injusticia, una audiencia y el opresor, entonces sí parece tener calado en la opinión pública. Cuando se trata de sus derechos y los de los profesionales del sector, es un egoísta utópico y se le aparta del mercado fulminantemente.
David García Aristegui: Los músicos han organizado huelgas increíbles, como la de 1942 a 1944 en Estados Unidos. En España, 40 años de franquismo y el jugarse todo a una sola carta, la SGAE, ha hecho estragos. Ha habido huelgas en sectores más asentados y regulados, donde es más fácil la acción sindical. Hablo de la Orquesta Nacional de España y de la Filarmónica de Gran Canaria, ambas en 2002. Posteriormente, hubo la huelga en la Sinfónica de Euskadi, en 2007, y la del Coro Nacional de España, en 2014. Y seguramente me dejo alguna.
Adriano Galante: ¿Acaso las huelgas de la cultura tienen menos valor que las de otros sectores? ¿Cómo sería un año entero sin música en vivo? ¿Puedes imaginar a grupos de músicos vetando festivales que no respeten estas exigencias mínimas o bloqueando las salas que no acepten negociar? He visto breves manifestaciones de músicos, débiles quejas en las redes, asambleas que no van más allá de la reyerta personal entre sus participantes y algún que otro juicio contra las grandes sociedades de autores que privatizan nuestros derechos, pero no he visto verdaderas acciones que generen un cambio de paradigma. Es nuestra responsabilidad.
Cesc Freixas: Los egos y el individualismo son un problema todavía más grande en el mundo de la cultura y de la música. Y eso es más complicado de combatir. Para mí es tan importante iniciar un proyecto sindicalista en la música por eso: para hacer limpieza interior a nivel individual y colectivo.
Nacho Vegas: El ego es un monstruo que estaba presente en casi todas las reuniones o asambleas de músicos a las que he asistido. El machismo es otro. El mundo de la música escenifica perfectamente el patriarcado y otro objetivos que debería perseguir un sindicato son las relaciones igualitarias.