Algunos de los articulos,
o cartas al director, de ciudadanos sobre la huelga aparecidos en los periodicos.
Estampas de una huelga
Se sigue hablando de los piquetes y del terror que infunden en la ciudadanía.
Sus imágenes copan la mayoría de la información gráfica de la huelga del día 29. Paradójicamente, la peor parte de los
hechos violentos se la han llevado los sindicalistas.
Debido a la demonización previa de estos piquetes –cuyo
significado se hace sinónimo de barbarie injustificable en una campaña exhaustiva de insistencia profiláctica de que su
objetivo es, exclusivamente, agredir físicamente a los ciudadanos que quieran acudir a trabajar–, las consecuencias
traumatológicas que sufran sus miembros se convierten en merecidas y, en tanto necesarias para mantener el orden y evitar
que la sociedad quede regida por el caos y la intransigencia, convenientes. Para desgracia de los apocalípticos
mediáticos, no corrió la sangre y los incidentes más graves no tuvieron que ver con la convocatoria de huelga. Sin
embargo, los hechos consecuentes al desalojo de la antigua sede de Banesto en Barcelona se han convertido en la estampa
oficial de la jornada para los que ya anunciaban que las calles serían un mortífero campo de batalla.
Por su parte,
el líder de los empresarios españoles se ha vuelto a lucir al declarar el fracaso absoluto de la huelga, sólo seguida,
según él, por aquellos trabajadores a los que los piquetes impidieron el acceso al puesto de trabajo. Mientras, lamenta lo
mucho que le va a costar a nuestro país recuperarse de las pérdidas ocasionadas por la convocatoria. No se entiende bien
de dónde salen esas pérdidas si nadie faltó a su trabajo.
Estas lúcidas mentes que nos trajeron hasta aquí se arrogan
la exclusiva de conducir nuestras vidas de regreso. Por eso, la huelga es necesaria. Contra viento, marea, manipulación y
estupidez.
Por El Gran Wyoming-Publico.
Los días siguientes a la huelga general
Hemos hecho lo que teníamos que hacer y hemos sido muchos, la inmensa mayoría. La ciudadanía ha hablado y el Gobierno
haría bien en escuchar a aquellos que, en su momento, le prestaron los votos (o no) y, ante la sordera de sus
representantes políticos, se han expresado por la vía de la huelga general y la movilización popular.
Mal vamos
cuando cada vez es más necesario el camino de la huelga para defender la democracia. En el fondo, lo que aquí se está
dirimiendo no es otra cosa que el valor de las personas, de los ciudadanos y las ciudadanas frente al alien del capital
desbocado, que se come todo lo que encuentra a su paso y no deja títere con cabeza, Estado del bienestar y regulación
laboral incluidos. La guerra acaba de empezar.
De la misma manera, nosotros también haríamos muy bien en pensar dónde
ponemos los votos (o no) cuando, llegado el momento, algunos maestros del esperpento nos cuenten sus “argumentos”. La
memoria es un arma muy poderosa que, al final, siempre, siempre, acaba poniendo a cada cual en el lugar que le
corresponde. Zapatero y su Gobierno deberían reflexionar sobre ello. La lucha sigue y esta huelga no es un fin, sino el
principio.
Pablo Antonio Rosa / Barcelona
La huelga general ya pasó,
y ahora, ¿qué
hacemos?
Finalmente hubo huelga general, la primera del Gobierno Zapatero y la primera desde la que hubo
contra aquel decretazo de Aznar de 2002. Por lo que parece, la cosa ha ido tranquila, aunque sin el seguimiento que los
sindicatos esperaban. Y es por que en cierta medida ya no arrastran a la misma cantidad de gente que antes. Las
reivindicaciones de los sindicatos son justas, eso sí, a nadie le gusta ser despedido de manera barata, menos mal que el
Gobierno no ha permitido el despido libre que exige la patronal, que encima sigue haciéndose la mártir, la perseguida y
la incomprendida en estas historias.
Julián Juan Lacasa
Madrid
La huelga de los
trabajadores
Tras 11 años de trabajo me despidieron y cobré la indemnización correspondiente, es decir, el
porcentaje de 45 días por los años trabajados. Ese dinerito no lo gasté en viajes ni en un coche nuevo, como el cuerpo me
pedía. Lo ahorré. Más tarde, con la liquidación, me metí en un piso.
Con la reforma laboral de este Gobierno
posmoderno, pienso en los trabajadores que se quedarán en paro, como me pasó a mí, pero que, en cambio, cobrarán una
miseria. Imagino que con las perspectivas laborales que hay hoy en día y con la precariedad laboral lo van a pasar fatal.
Por eso me sumé a la huelga general; por solidaridad, compañerismo y ética; para que nuestros derechos no se vean
recortados y, por ello, pirateados una vez más. La huelga no la han hecho los sindicatos, sino los trabajadores. Y yo de
esto sé algo, que llevo 35 años en el curro y tengo 51 abriles entre pecho y espalda.
Rafael Duro García /
Madrid
‘Somos’
Qué será de nosotros cuando miremos a nuestro alrededor y nos demos
cuenta de que hemos permitido que un sistema materialista,
inhumano y carente de valores e ideales ha callado ese Somos
que cantaba Labordeta.
Ese Somos donde esos viejos árboles de los que habla la canción toman vida en la sencillez, la
honradez, la autenticidad, la sabiduría, el espíritu de lucha, la sensibilidad y el amor a la vida de esos grandes que nos
van dejando huérfanos aunque sólo sea de forma física. Nadie podrá borrar las palabras de Labordeta, Saramago, Benede-
tti, Delibes y tantos otros que aún tenían la esperanza de un mundo mejor.
Ese mundo que algún día será posible si
todos nos unimos para que no talen del todo aquellos viejos árboles que nos protegen y nos dan vida. Y también será
posible si dejamos crecer nuevos árboles.
Nur Simón Hidalgo / Madrid
Los motivos de la
huelga
Mi intención es enviar un mensaje de descontento con algunas medidas tomadas por el Gobierno de José
Luis Rodríguez Zapatero.
Encuentro especialmente indefendible el axioma sobre el que se basa la reforma laboral:
facilitar el despido creará más puestos de trabajo, y además más estables. Igual que decir que bajar los impuestos a las
grandes empresas hace que la economía se dispare.
Creo que con el ejemplo de EEUU nos basta para saber en qué se
traducen dichas tesis. Básicamente, lo que queda al final es un retroceso en los derechos de los trabajadores. Y esos son
mucho más difíciles de recuperar que la mayoría de las crisis. El problema de España no es que los trabajadores tengan
sueldos altos, ni que el despido sea caro o complicado. Nada de esto es así en la España actual ni tampoco lo fue en la
época dorada del ladrillo. Por tanto, ¿por qué poner en bandeja medidas que afectan a los de siempre?
María
Caballos Castaño
La huelga general, una llamada de atención
Cualquier observador
imparcial del momento histórico que vivimos concluiría admitiendo que el responsable de la grave fractura social, la
agónica crisis medioambiental y las agresiones a los derechos fundamentales de los ciudadanos es un sistema perverso que
antepone los intereses financieros a los seres humanos. Entonces, si partimos de esta premisa, la huelga general del 29
de septiembre no debe contemplarse como un castigo al Gobierno que sólo sirva para beneficiar electoralmente a otro
partido que, a su vez, nos dará doble ración de lo mismo. Eso podría suceder si la gente decide quitarle su voto a los
malos para entregárselo borreguilmente a los malísimos. Es otro el cambio el que debemos exigir: un cambio de modelo.
La huelga debería ser el despertar de la era de la lucidez para nuestro pueblo. Un ¡basta ya! enérgico contra este
desarrollismo suicida que se sustenta en un método de selección natural basado en la codicia.
ana cuevas pascual
/ zaragoza
La huelga general, la última trinchera
Datos oficiales muestran que es cada
día mayor la brecha entre los ricos, cada vez más ricos a pesar de la crisis –que ellos han provocado por su torpeza o
para pescar en río revuelto– y el resto de la población. El presidente José Luis Rodríguez Zapatero se ha rendido y se ha
dado la vuelta como un calcetín en lo económico, como el ex presidente José María Aznar hizo en su día con su política
autonómica.
Ante la presión de la mayoría de la población, en fuerte crisis, los sindicatos han tenido que sacudirse
su sopor y convocar una huelga general.
Si no aprovechamos este giro sindical para presionar de verdad al Gobierno,
este primer fracaso de una huelga general nos dejaría por muchos años sin organizaciones que pudieran defendernos de la
economía más depredadora.
De ahí que, como cuando uno vota a un partido que no le convence para evitar que gane otro
aún peor, secundaré la huelga general el 29 de septiembre y, en particular, iré a la manifestación contra los culpables de
la crisis.
Porque en la calle es más difícil manipular las cifras.
Diego Mas Mas / Madrid