Los grupos y asociaciones obreras y campesinas españolas (que llevaban más de 25 años peleando y siendo reprimidos pero sin un cuerpo organizativo homogéneo a nivel del estado) tuvieron la primera noticia de la existencia de la Asociación Internacional de Trabajadores ( AIT ) a través del semanario catalán “El obrero” que, en noviembre de 1865 hizo una referencia al Congreso que el 3 de noviembre de 1864 fundó (en el Saint Martin’s Hall de Londres) la Primera Internacional Obrera. El primer contacto directo de los grupos y asociaciones obreras españolas con la Internacional fue el mensaje enviado al Segundo Congreso de la AIT celebrado en Lausana (Suiza) en 1867. Al Tercer Congreso, el de Bruselas de 1868, asistió ya un español Antonio Marsal Anglora.
La primera iniciativa seria de propagar la Primera Internacional Obrera en España fue de Bakunin y su « Alianza por la Democracia Socialista ». Con motivo de la Revolución de septiembre de 1868 (también llamada La Gloriosa, levantamiento revolucionario que supuso el destronamiento de la reina Isabel II y el inicio del periodo denominado Sexenio Democrático o Revolucionario que duró hasta 1.874), Bakunin envió a Fanelli a España. Este portaba un mensaje del Comité ginebrino de la AIT a los trabajadores, en la que se les exhortaba a ingresar en ella. Primero fue a Madrid, en Octubre de 1.868, donde se entrevistó con el grupo obrero de «Fomento de las Artes», del que había de surgir un primer grupo de seguidores (los ideales que transmitió a quienes fueron a verle, durante 3 o 4 noches, pasaron a ser llamados «La Idea«). El ideario libertario que traía, representando el ala antiautoritaria de la Internacional, caló profunda y rápidamente, especialmente en el proletariado industrial catalán y el campesinado andaluz.
El anarquismo consiguió canalizar las necesidades y las aspiraciones populares, arraigando hondamente en la gran masa de desheredados, y suministrando una herramienta emancipatoria de libertad, justicia e igualdad. Una sociedad de individuos libres, sin Estado, sin clases, organizados de abajo a arriba, con una llave para conseguirlo: la revolución social.
La constitución del primer núcleo provisional de la Internacional se celebró el 24 de enero de 1869, en una reunión a la que asistieron, una veintena de personas, todos ellos obreros menos un periodista (entre otros estaban Anselmo Lorenzo, Francisco y Ángel Mora, y Tomás González Morago).
Estos constituyeron el primer grupo organizador de la AIT en Madrid, y le dieron el nombre de « Federación Obrera Regional Española ». Este núcleo se constituyó poco después en la Sección Española de la AIT (el 21 de diciembre de 1869). En su viaje a España Fanelli también se había dirigido a Barcelona dónde se reunió, en el taller del pintor José Luís Pellicer, con otra veintena de personas que formaron otro grupo organizador, presidido por el propio José Luís Pellicer, que fundaron la Sección de la Primera Internacional Obrera en Barcelona antes incluso que en Madrid, el 2 de mayo de 1869.
En el primer congreso de 1.870 la Internacional en España de declaró a favor de las tesis Bakuninistas frente a las Marxistas, y dos años más tarde la Federación Anarquista reunió en su convención de Córdoba 45.000 miembros activos. Prueba de su importancia social y organizativa fueron las posteriores insurrecciones campesinas de 1873 (que se extendieron por toda Andalucía), la influencia de su ideario en la 1ª República, y los acontecimientos cantorales, donde se intentó poner en práctica su visión federalista. España era el único país del mundo en el que las teorías revolucionarias de Bakunin se convertían en acciones reales.
La influencia de Fanelli había provocado que todos los iniciadores de la AIT fueran Aliancistas. La penetración de la corriente marxista tardaría más de dos años en producirse, provocando una división (1) que, hasta cierto punto, precedió a la ruptura materializada del 2 al 9 de septiembre de 1872 en el Congreso de La Haya. Durante 3 años la Sección Española de la AIT se desarrolló rápidamente en todo el territorio, aunque a partir de 1872 sufrieron una fuerte represión como consecuencia de la repercusión internacional que tuvieron los hechos de la Comuna de Paris (2).
Con la instauración de la 1ª República en 1.873 (cuyo primer presidente fue brevemente Estanislao Figueras), se hace patente la fuerza del movimiento obrero. Ante el atraso y las explosivas diferencias económicas de las diferentes regiones del estado, gobernado ahora por una burguesía liberal, pero que no dejaba de apoyarse en la fuerza bruta del ejército como forma de cohesión, no sólo la clase obrera y campesina, sino también amplias capas de la pequeña burguesía, se sentían completamente excluidas de un estado que continuaba siendo violentamente represivo, autoritario y caciquil. El carácter de desconfianza hacia los políticos se extendía. El anarquismo, como dirá Peirats, “encajaba muy bien en el temperamento de los españoles desheredados. La versión federal introducida por los bakuninistas llovía sobre mojado puesto que avivaba reminiscencias de fueros locales, cartas pueblas y municipios medievales libres”.
Tras las primeras elecciones Francisco Pi y Margall pasa a ser el nuevo presidente. Pi y Margall (declarado admirador de las ideas libertarias y seguidor de Proudhon) (3) era el principal teórico del federalismo republicano.
Sus principios se reflejaron en el proyecto de Constitución federal de 1873, que estableció la separación entre Iglesia y Estado, y un modelo territorial basado en la Confederación de Estados Federales. Pero tres conflictos fueron aprovechados por los poderes fácticos (las siempre temibles manipulaciones de iglesia, ejército, terratenientes y alta burguesía contrarios a las conquistas sociales en toda época y lugar) para provocar su destitución: la insurrección de Cuba, la tercera guerra carlista, y el movimiento cantonal. Los dos primeros impedían cumplir una de las principales propuestas del programa federalista, la eliminación de las quintas (servicio militar), y obligaban a retrasar la vertebración federal del estado. Esto provocó la desconfianza de las poblaciones más partidarias o necesitadas de los cambios prometidos, las cuales se declararon repúblicas independien-tes (o cantones) para su posterior confederación: Castellón, Valencia, Alicante, Alcoy, Torrevieja, Murcia, Cartagena, Almansa, Granada, Málaga, Bailén, Andújar, Jaén, Sevilla, Cádiz, Tarifa, Algeciras, Salamanca…
- Toma de la glorieta en el canton murciano
Estas insurrecciones, impulsadas y dirigidas por el sector de los federalistas llamados republicanos intransigentes, aglutinaron a muchos de los vecinos más ilustrados de cada localidad junto a artesanos, tenderos, y asalariados, y fueron apoyadas por el incipiente movimiento obrero adherido a la Internacional. El cantón de Cartagena fue el que más resistió, hasta el 12 de enero de 1874 (debido a su carácter de fortaleza militar y base naval, así como a la adhesión de las tripulaciones de los mejores barcos de la armada), acuñando incluso su propia moneda.
Los acontecimientos provocaron la sustitución de Pi y Margall por Salmerón en la Presidencia de la República, dándole un giro conservador al régimen. Las tensiones sociales estallaban en forma de huelgas obreras, y ocupación de tierras por los campesinos. Salmerón tuvo que dimitir por negarse a firmar dos condenas a muerte dictadas para reos culpables de la insurrección cantonal, y las Cortes eligieron entonces a Castelar, otorgándole poderes extraordinarios, suspendiendo las garantías constitucionales y ejerciendo el gobierno por decreto. El golpe de estado del general Pavia, acabó con la República, y tuvo como consecuencia la inmediata orden la disolución de las organizaciones obreras, y la restitución del ¿orden? a través de la brutalidad.
Este es un periodo de la historia muy tendenciosamente descrito o ninguneado por quienes hasta ahora, escasamente, se han acercado a él (básicamente desde visiones institucionales, o marxistas, muy dadas a deformar u obviar los hechos en pos de su interés (4).
En estas condiciones de terror estatal la corriente anarquista conservó la premisa del federalismo, acentuó su apoliticismo, e inició un debate entre dos posturas: llevar una acción pública mediante la creación de una organización de masas, o conducir su lucha en base al lema libertario de “la propaganda por el hecho”.
1.- En la división española jugó un importante papel Paul Lafarge, yerno de Marx, que entró en España huyendo de la persecución policíaca a la que estaba sometido por ser miembro del Consejo Federal de la AIT (donde se caracterizó por ser un fiel propagandista de las ideas de su cuñado). A su llegada a Madrid, en diciembre de 1871, ingresó en la Sección de oficios varios de la organización madrileña de la AIT, y comenzó a difundir la idea de una acción organizada a través de un partido político al margen de los partidos burgueses.
2.- Breve triunfo popular que gobernó París del 18 de Marzo al 28 de Mayo de 1871. Marx la describió como una vindicación de los ideales socialistas, pero lo cierto es que no dependió de una vanguardia y no tomó el poder o intentó crear un estado revolucionario. La Comuna de París a quedado como uno de los primeros ejemplos de plasmación del ideario anarquista.
3.- Los seguidores del Partido Republicano Federalista de Pi y Margall (ojo, no confundir con el partido de Azaña), también jugaron un importante papel en la 2ª República manteniéndose cercanos a la CNT (véase el libro “Los culpables” del general Juan Perea Capulino)
4.- Curioso y proselitista informe de Engels “Los bakuninistas en acción. Memoria sobre el levantamiento en España en el verano de 1873” escrito en plena disputa entre Marx y Bakunin tras la escisión de la Internacional.