Andan confusos los
votantes del PP ante el cariz que está tomando la política del nuevo gobierno español. Ya ni se atreven a mantener aquello
de que todos los males se deben a la herencia que dejaron los socialistas. Lo primero que han hecho las huestes del PP
ha sido olvidarse de las promesas que el partido lanzó durante la campaña electoral y aplicar todos los recortes y subidas
que aseguraron no pensaban acometer.
azulados folletos de la propaganda, pero si González, Aznar y Zapatero incumplieron sus promesas, ¿por qué iba a ser
diferente Rajoy? Encima, los populares, tienen ahora la coartada de la crisis para perpetrar todo tipo de atropellos a los
ciudadanos con menos recursos; recortan a los pobres —lo poco que nos quedaba— y dan a los ricos cantidades astronómicas,
para tapar con dinero público los enormes agujeros que con la mala gestión y los buenos emolumentos han ocasionado en
empresas y bancos privados.
La alegría poselectoral ha durado poco, y en estos momentos es tarea harto
complicada encontrar a uno de esos pobres (que los hubo) que votaron al PP; al menos los ricos tienen el consuelo de que
por desastrosa que sea la gestión de Rajoy, al ser uno de los suyos, siempre barrerá para casa. Para quienes resulta
realmente duro es para los trabajadores; ya sean éstos privados o públicos, activos o parados, pensionistas o jóvenes. Es a
esa gran mayoría social a la que afectan los recortes y reformas.
A nadie puede extrañar, por tanto, que cunda
la indignación y se multipliquen las manifestaciones y huelgas; lo raro es que no haya muchas más y más intensas. Ya no
queda sector ni empresa sin sufrir las consecuencias de las nuevas medidas; la mayoría de las familias vive con la zozobra
de no saber cómo llegar a fin de mes. El paro y la pobreza son un futuro que nadie desea para sus hijos. Sobre todo cuando
se ve alrededor cómo personajes e instituciones supuestamente impolutas (judicatura, Casa Real, clero, cargos públicos,
banqueros, políticos?) han malversado los recursos colectivos con los que se financiaban esos necesarios servicios sociales
que ahora se suprimen o recortan, precisamente, porque dicen que falta dinero.
Con más de un año a sus espaldas,
ya no se sostiene aquello de que el 15M era flor de un día. Hoy sigue organizando la desafección al sistema. Pero ya no son
únicamente los jóvenes los que toman las calles; ahora también lo hacen sus abuelos, y hasta los obreros empiezan a
protestar rotundamente para defender trabajo y derechos. Se dan todas las condiciones para que el próximo sea el otoño
caliente tantas veces prometido. La CGT ya ha hecho su apuesta por una huelga general; falta por ver si el resto del
sindicalismo de clase está por la labor y deja de mendigar un diálogo social que los de arriba ya no necesitan.
Antonio Pérez Collado
Secretario General de CGT-PV