La autora, en el exilio, analiza los discursos sobre este fenómeno.
En estos últimos meses se ha logrado de nuevo alterar ligeramente la agenda mediática de este país poniendo sobre la mesa el tema que hoy aquí nos ocupa. Desde distintos puntos del planeta muchas personas nos sentimos en la obligación de lanzar a la palestra pública un debate que tanto los grandes medios de comunicación como el Gobierno y los dos principales partidos mayoritarios se empeñan en ocultar. Me atrevo a afirmar que actualmente no hay nadie que no tenga un amigo o amiga, familiar o a alguien conocido residiendo en el extranjero. Ahora bien, ¿son estas personas cuatro o cinco aventureras con muchos amigos en común o tiene sentido realmente hablar de emigración laboral o exilio económico? A continuación algunos puntos que nos pueden resultar útiles a la hora de responder esta pregunta:
Nos echan con sus políticas
Con un 57,7% de paro juvenil no podemos entender el fenómeno del exilio económico aislado del marco que lo define, que no es otro sino la situación de precariedad estructural que ya no sólo afecta a los más jóvenes sino que se está extendiendo a otros colectivos. Hablar del exilio sin mencionar las causas que lo producen es como querer pintar un cuadro sin tener lienzo. Las altas tasas de paro (recordemos que España con esta cifra encabeza las estadísticas europeas ya por encima de Grecia), el problema de la vivienda y las condiciones de precariedad y temporalidad estructural que determinan las condiciones de vida de la juventud residente en el Estado español son algunos de los motivos principales que nos están llevando a probar suerte en otros países.
Nos mienten con sus cifras
Más de 700.000 son las personas que se han marchado entre 2008 y 2012 si medimos los flujos de movimiento migratorio, frente a las 225.000 de las que habla el Gobierno. Esto supone esconder una realidad que triplica las fuentes oficiales. El pasado mes de noviembre, el Eurostat publicó un informe que revela que España es el país de Europa que más población pierde a causa de la emigración y la crisis. Esto sólo confirma algo que ya se venía sabiendo y que el Gobierno central ha preferido ignorar y desvincular sistemáticamente: y es que la salida de población en busca de nuevos empleos se halla estrechamente vinculada a la crisis económica. En otras palabras, hay una relación directa entre crisis y emigración. La falta de voluntad política de enfrentar y solucionar el problema, de ponerle nombre a las cosas, se ha escondido detrás de esta supuesta falta de cifras y esto se tiene que dar a conocer.
Se ríen en sus declaraciones
Esto no sólo afecta a las personas más jóvenes: entre 30 y 39 años es la franja de edad donde la población migrante más ha crecido entre el año 2010 y 2011 según fuentes del Instituto Nacional de Estadística. Esto significa que se produce una motivación laboral a la hora de salir. Y es que ni es sólo fuga de cerebros ni son sólo jóvenes aventureros que deciden alargar su año de Erasmus las personas que se están marchando. A pesar de que desde el Gobierno central se ha trivializado la magnitud de la nueva emigración española y se han usado eufemismos de todo tipo para referirse a este fenómeno, que se sigue ignorando sistemáticamente, es evidente que la emigración está aumentando con y a causa de la crisis. Cada vez son menos los que emigran para estudiar en el extranjero y se acentúa la motivación laboral de las salidas, lo que lógicamente tenderá a retrasar el momento del retorno.
En conclusión, hablamos de exilio económico o laboral porque queremos evidenciar que son causas de índole económica las que producen como efecto la emigración. Mientras desde el Gobierno o las líneas mainstream de comunicación se vende el “vivir fuera” de las personas que están abandonando el sistema laboral español por otros extranjeros, como una “experiencia maravillosa” –caricaturizando de un modo cínico procesos de búsqueda de trabajo al fin y al cabo–, vemos que el matiz de la cuestión para muchas de nosotras reside en el llamado “mito del retorno”, una perspectiva tan mítica y lejana como improbable en muchos casos. Este matiz se traduce en una exigencia política que debe ser llevada a la calles en cualquier rincón del globo: nuestro legítimo derecho a poder volver.