Acabamos de ver como los vecinos del barrio de Gamonal, Burgos, abandonados por las autoridades públicas (que, según la narrativa democrática existente hoy en España, los representan), decidieron rebelarse y responder con contundencia y persistencia, a través de actos de resistencia y oposición (que incluían también actos de desobediencia civil), a políticas que se estaban imponiendo a la población, y que carecían de mandato popular para aplicarlas. Dichas manifestaciones alarmaron a los establishments políticos y mediáticos del país por su posible contagio a otras partes del paisaje urbano español. Lo que ha pasado en Gamonal ha sido una réplica a nivel local de lo que ocurre hoy a nivel del Estado. Unos políticos conservadores (ultraconservadores en el panorama político europeo) que, según la narrativa oficial de la limitadísima democracia española, son “representantes del pueblo”, con claras conexiones con intereses económicos y financieros, estaban imponiendo una serie de políticas públicas que no habían sido anunciadas en su campaña electoral, con el objetivo de optimizar sus intereses y beneficios, a costa de la población que en teoría representan. Y ayudándolos en el desarrollo de estas políticas estaban los medios de información y persuasión, controlados por ese complejo político-económico-financiero. Esto es lo que ocurre en España y esto es lo que ocurre en el barrio de Gamonal.
De ahí el gran temor que aquel complejo tenía de que las protestas populares se extendieran rápidamente a otros lugares de España. El grado de deslegitimación de las llamadas “autoridades representativas” (la gran mayoría de españoles está de acuerdo con el eslogan del movimiento 15-M de que “no nos representan”), así como el nivel de enfado y hartazgo de la población, y muy en especial de las clases populares, hacia la limitadísima democracia existente, es tal que hay un temor de explosión social entre esas autoridades, que inmediatamente se movilizaron para evitar que aquella experiencia se exportara a otras partes del territorio español. En realidad, es interesante notar que inmediatamente después de las cargas policiales en Burgos hubo movilizaciones en muchos barrios populares de otros centros urbanos, en solidaridad con los ciudadanos del bario de Gamonal. Aquí en Barcelona, vecinos de uno de los barrios más populares de la ciudad, el Raval, se manifestaron en la calle en apoyo de los ciudadanos del barrio de Gamonal de Burgos. Catalanes salieron a la calle en apoyo de castellanos, en un acto de solidaridad y hermandad que no debería pasar desapercibido en un periodo en el que las estructuras de poder, agitando banderas, quieren dividir a las clases populares.
Una respuesta predecible del establishment político del Partido Popular y de su gobierno –el más ultraconservador que haya existido en España durante el periodo democrático- fue el de acusar a los vecinos del barrio de violentos e irrespetuosos con el proceso democrático, intentando demonizarlos. Las declaraciones de dirigentes del PP y de medios próximos han sido unánimes, definiéndolos como violentos y antidemocráticos, acusaciones profundamente injustas, pues, en realidad, estos vecinos estaban defendiendo la democracia, exigiendo a una estructura política, instrumentalizada por poderes económicos, que sus representantes dejaran de llevar a cabo las políticas urbanísticas para las cuales carecían de mandato, una situación que, a otro nivel, está también haciendo el gobierno Rajoy. Los ciudadanos tenían todo el derecho democrático, incluso el de desobedecer leyes antidemocráticas, a conseguir que se respetara la voluntad popular.
El barrio de Gamonal y el aniversario de Martin Luther King
Este pasado miércoles fue precisamente el aniversario del nacimiento de Martin Luther King (que tendría hoy 85 años), el dirigente del movimiento pro derechos civiles y humanos (aniversario que es fiesta nacional en EEUU). Fue Martin Luther King el que indicó que los responsable de la violencia que tuvo lugar en los barrios pobres de las mayores ciudades de EEUU, movilizaciones que se convirtieron en violentas en los barrios excluidos de aquellos centros urbanos en los años sesenta, eran aquellos que sostenían y se beneficiaban de las situaciones de explotación responsables de su pobreza. Una dimensión desconocida de Martin Luther King, entre muchas otras (ver mi artículo “Lo que no se dijo sobre Martin Luther King”. Publico, 03.09.13 y El Plural, 09.09.13), fue su denuncia de esa violencia institucional detrás de la cual había personas y grupos de poder que eran los responsables de tanta violencia. Lo que dijo Martin Luther King en aquella ocasión podría aplicarse palabra por palabra al caso Gamonal de Burgos. Martin Luther King creía que era urgente y necesario terminar con aquella explotación, con la radical transformación del orden económico, que corrompía la democracia, considerando necesaria una revolución pacífica para terminar con dicho orden. Martin Luther King nunca pidió disculpas por las rebeliones que ocurrieron en los veranos de 1966 y 1967 (que se llaman “riots” en EEUU), que alarmaron a la estructura de poder de aquel país. Y denunció como instituciones violentas no solo a aquellas que imponían sus decisiones a la fuerza, violentamente (fueran estas en Misisipi o en Burgos), sino también a las estructuras económicas y sociales que generaban explotación, y que se reproducían a base de fuerza. Y su denuncia no era solo sobre la explotación de raza, sino también de clase social.
Martin Luther King subrayó el deber democrático de desobedecer aquellas estructuras de poder que obstaculizan el pleno desarrollo democrático. Como indicó en muchas ocasiones, democracia quiere decir que cada ciudadano tiene la misma capacidad de decisión en la gobernanza de un país, cosa que raramente ocurre en las democracias occidentales, donde las leyes y los procesos electorales raramente respetan este principio básico. Hoy en España, un gobierno elegido por menos de un tercio del electorado está llevando a cabo reformas (en realidad contrarreformas) como la ley del aborto, o la reforma laboral, o los recortes de gasto público, a las que la gran mayoría de la población se opone, violando con ello el principio fundamental de que el gobierno tiene que hacer lo que el pueblo desea. Como repitió Martin Luther King, la Constitución de EEUU comienza con la espléndida frase “Nosotros, el pueblo, decidimos…” (We, the people, decide…), que es violada constantemente y diariamente por los intereses financieros y económicos que dominan las instituciones políticas. Y lo mismo ocurre en España. De ahí la necesidad de salir a la calle y forzar una revolución democrática en nuestro país.
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra