Todas las palabras tienen un significado y
de repetir mentiras, los malos conceptos acaban haciendo creer que son realidad. A veces no calculamos el valor exacto que
tienen las palabras, ni su significado, sobre todo si son halagadoras y van dirigidas a las personas más queridas. Al futuro
de la infancia se les está haciendo un flaco favor… “mi Princesita”, “rey mío”.
Ellos y ellas escuchan
mensajes que no son positivos, poniendo en entre dicho nuestra credibilidad.
Además, demostrar sumisión ante
personitas que tendrán que madurar para sobrevivir en la vida, no es educar en igualdad. No existe nada más inútil para
uno/una misma creerse lo que no se es, lo que no debería existir.
Haciendo un símil, a nadie se le ocurriría decir
“dictador mío…”. Nuestro léxico es muy rico, palabra apropiada en este caso -por cierto, puesta a pensar, tampoco
tendríamos que decir, ¡qué niño más “rico”!- y a los pequeños se les puede adular, cuando sea necesario, con palabras
adecuadas a las circunstancias y momentos que se vivan.
Ellos y ellas son nuestra alegría; lo que nos hace creer
en la inocencia; en el amor; el cariño; la ternura; la amistad… Si mimamos con tonterías estaremos ayudando a crear niños y
niñas egoístas. Desde la infancia se tiene que concienciar en realidades que palien su futuro.
Todos los años el
mes de diciembre y enero los medios de comunicación nos bombardean con mensajes dañinos, todos los años igual…“Los reyes son
tus hijos”, escucho en un anuncio, que también escuchan ellos… ¿por qué desde los medios de comunicación maleducan a la
infancia?, ¿por qué consentimos que publicitarios sin escrúpulos, para aumentar sus ganancias empresariales, lancen este tipo
de mensajes? Y lo peor es que nosotros/tras repetimos esos tópicos malsanos.
Si el niño sólo tiene una vida de
niño, no envenenemos esa infancia, no son reyes. Si la niña sólo tiene una vida de niña, no envenenemos esa infancia, no es
reina. En este tema, y en tantos otros, hubo un tiempo donde la infancia estaba siendo educada para también ser felices en
la edad adulta y fué en la Segunda República.
Un ejemplo: los reyes dejaron de existir como símbolo festivo y sinónimo
de regalos para dejar paso e instituir la “Fiesta del niño”.
Con objeto de celebrar esa fiesta dirigida a la
población infantil en general, se realizaban reparto de juguetes y cuentos en celebraciones adecuadas en los colegios,
“llevando alegría a sus corazones”, La Gaceta de la República: Diario Oficial, publicó varias órdenes, revelando el interés
que suscitaba la educación de la infancia al Estado democrático.
La organización de los actos estaba bajo la protección
de una Comisión nacional del Ministerio de Instrucción Pública, que consideró festejar en los centros docentes del 1 al 8 de
enero, dando “vacaciones”, la organización de sesiones de cine, teatro, festivales, etcétera y cuantos actos pudieran
contribuir a dar esplendor a la mencionada Fiesta.
También se editaron carteles con mensajes como el siguiente
“Camarada: ayuda a la Fiesta del niño: hay que cimentar en la alegría el porvenir de nuestros hijos”. Si yo tuviera los
medios adecuados editaría hoy este otro ¡Cuidado, que vienen los reyes!
Cristina Escrivá