Recientemente hemos conocido los últimos datos de accidentes laborales, que ponen cifras a una realidad de la que la clase trabajadora somos, por desgracia, muy conscientes: en el último año, hasta septiembre, se han producido 573 accidentes laborales mortales, un 9,3% más que en el mismo periodo del año anterior.
De estos, 466 se produjeron en jornada, y 107 fueron in itinere, es decir, en el trayecto de ida o vuelta al centro de trabajo. Además, aunque el Gobierno argumente que este aumento se da en el contexto de un mayor número de personas ocupadas, el índice de incidencia de los accidentes mortales también ha aumentado, registrándose más muertes cada 100.000 personas trabajadoras.
Estas cifras equivalen a más de 2 muertes en accidente laboral al día, o más de 14 muertes a la semana. Cada 12 horas, ha muerto un trabajador o trabajadora. Desde CGT, señalamos que esta sangría tiene culpables. Los accidentes laborales, y más todavía los mortales, no son un acontecimiento fortuito e inevitable, como si se tratase de un fenómeno meteorológico. Son una realidad sobre la que es posible actuar, y que tiene unos responsables directos: el jefe que te obliga a seguir trabajando a pesar de estar mareado y encontrarte mal; el que, por ahorrarse algo de dinero, no te proporciona el equipo adecuado o mantiene maquinaria en mal estado; la que te obliga a ir al trabajo con alerta roja por lluvias; la patronal que los defiende; y los gobiernos y administraciones que les dejan hacer, y en vez de actuar con firmeza para atajar el problema, miran para otro lado al tiempo que proclaman su consternación. En definitiva, unos ponemos los muertos, y otros se llenan los bolsillos con nuestro sudor, y en ocasiones con nuestra sangre.
Recientemente, esto ha quedado patente en la catástrofe de la Dana en Valencia, Castilla-La Mancha y Andalucía. Los datos de accidentes más recientes solo incluyen los casos hasta septiembre, por lo que todavía no se han contabilizado los accidentes laborales producidos en la Dana. Sin embargo, todos y todas hemos visto el vídeo de un camión de Mercadona atrapado en medio de una riada. ¿Cuántas muertes y accidentes se podrían haber evitado si la gente en la zona afectada no hubiese tenido que ir a trabajar? Las empresas recibirán ayudas, subirán precios, o compensarán de una u otra forma los daños sufridos, pero cada persona fallecida, para sus seres queridos y para nuestra propia clase, es una pérdida irreparable.
Por todo ello, desde CGT nos negamos a aceptar con resignación estas cifras de accidentes. No basta con declarar nuestra preocupación, sino que la verdadera posición se demuestra con los hechos: luchando con ahínco en los centros de trabajo por aumentar las medidas de prevención y seguridad, pero sobre todo aumentando la fuerza sindical, la fuerza de los trabajadores y trabajadoras organizadas, que es la única forma de doblar el brazo al capital. Porque en última instancia, los accidentes responden a una lógica, la del capitalismo, para la que los trabajadores y trabajadoras son mera fuerza de trabajo a disposición de las empresas, a las que sólo les importa aumentar la rentabilidad, y sin alguien que se lo impida, van a seguir primando sus beneficios sobre nuestras vidas.